REFORMAS ESTRUCTURALES

El pasado 23 de junio del presente año, se celebró en la Residencia Oficial de Los Pinos, la reunión de la Red Parlamentaria Global de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).

La OCDE surgió de los escombros de Europa después de la Segunda Guerra Mundial. Fue establecida en 1948 para ejecutar el Plan Marshall financiado por Estados Unidos para la reconstrucción del continente europeo que había quedado devastado por la guerra. El objetivo era asegurar una paz duradera y fomentar la cooperación y la reconstrucción, en lugar de castigar a los vencidos.

El trabajo de la OCDE allanó el camino para una nueva era de cooperación entre las naciones, no solamente para los países europeos, sino también para los diversos países se han sumado a este organismo. Hoy son 34 países miembros y México es uno de ellos.

La OCDE ofrece un foro donde los gobiernos pueden trabajar conjuntamente para compartir experiencias y buscar soluciones a los problemas comunes. La OCDE Trabaja para entender que es lo que conduce al cambio económico, social y ambiental; mide la productividad y los flujos globales del comercio e inversión; analiza y compara datos para realizar pronósticos de tendencias; fija estándares internacionales dentro de un amplio rango de temas de políticas públicas.

Desde el 2006, el Secretario General de la OCDE es el mexicano Ángel Gurría, quien ha sido, entre otros cargos en México, Secretario de Relaciones Exteriores y Secretario de Hacienda y Crédito Público. Es una persona muy inteligente y sumamente preparada en los temas económicos.

En la reunión en Los Pinos, Ángel Gurría manifestó que el tema de las reformas estructurales es un asunto que la OCDE lleva tiempo promoviendo y empujando. La OCDE considera que es la única salida que hoy tienen los países en el mundo, porque “las medidas monetarias y fiscales tradicionales ya no solo tienen la efectividad de antaño, sino que muchas de ellas hoy producen efectos contrarios a los que se pretenden”.

En otras palabras, lo que Gurría nos quiso decir es que a los gobiernos ya se les acabaron las posibilidades de seguir exprimiendo la cartera de los ciudadanos a través de nuevos y mayores impuestos. Para una muestra un botón, ahí están los resultados de la reforma fiscal mexicana del 2014, que está produciendo resultados económicos contrarios a los esperados.

Gurría también señaló que “el endeudamiento público tampoco ya no es el camino adecuado”. Los países de la OCDE ya gastaron, en promedio, el 100% de deuda sobre del Producto Interno Bruto (PIB). En ese aspecto, México está a buena distancia, por el momento. Los gobiernos estatales mexicanos, no tanto.

Debido a ello, la OCDE señala no solo como el camino adecuado, sino como el único camino que queda, es el de efectuar reformas estructurales que permitan a los países poder sostener el crecimiento económico, para que sus economías sean más incluyentes, para que puedan responder a la desigualdad y también para hacerlas más verdes.

Hace 20 años, México llevó a cabo reformas estructurales en materia económica y comercial, con lo cual se transformó una economía cerrada a una abierta. Hoy tiene una mayor estabilidad macroeconómica, superó crisis económicas recurrentes, pero su gran reto sigue siendo el crecimiento económico, la generación de empleo y la disminución de la pobreza.

Países como España, Grecia, Irlanda y Portugal, que han adoptado muchas reformas estructurales recientemente, están siendo los que más dificultades tienen en la actualidad. Posiblemente será consecuencia en lo tardío en su aplicación o porque las reformas aún no generan los efectos esperados.

Aún así, la OCDE tiene confianza en las reformas estructurales que México está llevando a cabo en materia laboral, de telecomunicaciones, de competencia económica, educativa, financiera, fiscal, energética y política. La mayoría de estas reformas aún están en la etapa legislativa. Otras que ya superaron esa etapa no avanzan con la celeridad debida, como la educativa, que parece que entró en un impasse en su aplicación para calmar las manifestaciones de inconformidad del magisterio.

En diversos artículos he analizado algunas de las reformas estructurales que están en la agenda mexicana. He criticado severamente algunas partes de ellas. No tengo miedo ni fobias al cambio que pueden generarse con las reformas estructurales, pero me preocupan, como ciudadano, algunas transformaciones que están diseñadas para generar más beneficios para la clase política y para los segmentos económicos más poderosos de este país.

Existe en los ciudadanos una desconfianza natural en todo lo que hace o pretende el gobierno. Es la naturaleza de todos aquellos que viven fuera del ámbito gubernamental. La diputada federal Purificación Carpinteyro ha puesto el dedo en la llaga de esa desconfianza ciudadana, pero, lamentablemente, es solo un “cerote” que emerge desde las profundidades de un mar de suciedades.

Por supuesto que existen más asuntos sucios y más agentes corruptos y corrosivos dispuestos a mezclar el trabajo legislativo y gubernamental con la búsqueda de beneficios personales, familiares o empresariales. Lamentablemente no los conoceremos nunca, a menos que el espionaje los haga emerger a la superficie.

Es paradójico que este espionaje se haya dado sobre un personaje que se ha distinguido por precisamente por eso, por efectuar espionaje. La diputada Carpinteyro se hizo famosa cuando presentó públicamente los resultados del espionaje que le realizó a su anterior jefe, a Luis Téllez, cuando fue Secretario de Comunicaciones y Transportes.

A Carpinteyro no le funcionó el trabajo de espía, pero si le funciona cuando es espiada. Por lo pronto ya está fuera de la Comisión Legislativa que analiza la legislación respectiva y tal vez, muy pronto, fuera de todo espacio en la vida pública de México. Para Carpinteyro ha sido como probar una sopa de su propio CISEN.

Es grave que el espionaje sea el arma más efectiva para desnudar casos de corrupción tan altas como las que trasluce la diputada Carpinteyro en la grabación de su conversación telefónica. También es sumamente grave que toda esta corrupción se encuentre incrustada en las reformas estructurales que el poder legislativo está analizando y que pronto serán leyes de aplicación general.

Los hoyos que abrió el “Pájaro Carpinteyro” al árbol de las reformas estructurales son grandes. Así, el futuro de las reformas estructurales es incierto, poco creíble, tira por la borda cualquier explicación sobre algunas de las razones que muy justificadamente existen para llevarlas a cabo.

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