La extraña flor de Angola

Luanda, (PL) No basta elogiar a la Palanca Negra Gigante, uno de los
más bellos y extraños antílopes que únicamente se encuentra y reproduce en Angola, también en este país africano crece la flor Welwitschia mirabilis o tumboa, una de las más espectaculares del mundo.
Tal vez la hermosura visual no le acompaña, pero su rara y sublime fortaleza resulta incomparable en el planeta y exclusiva en la naturaleza.
Estudiosos aseguran que la primitiva planta, con características morfológicas muy propias, germina en comunidades aisladas a lo largo de una estrecha franja terrestre de unos mil kilómetros desde el río Kuiseb, en Namibia, hasta Mozamedes, en el sur de Angola.
Su zona de origen y casi sempiterno crecimiento coincide con las nieblas costeras que se forman por la mixtura de las aguas frías del Atlantico y los vientos que impelen la humedad tierra adentro.
Estas brumas permiten que la flor se pueda encontrar a 100 y 150 kilómetros hacia el interior del desierto de Namib.
FUERTE COMO NINGUNA
Gallarda como ninguna, la Welewitschia crece de un tronco grueso y dos únicas hojas, de más de un metro cada una.
Logra subsistir en el hostil clima por una de las estructuras de sus
pétalos (un tipo de sustancia), que le posibilita robar el rocío nocturno del desierto.
Entendidos aseguran que la elevada presencia de estomas (aberturas
microscópicas que facilitan intercambios de gases entre la planta y el
exterior) en ambas caras de sus anchas hojas le permite absorber el agua directamente del sereno.
La forma especial de esas hojas hace que éstas actúen como un embudo que dirige el líquido de condensación hacia sus raíces.
Pese al beneficio que le proporciona la humedad ambiental, la planta necesita otros aportes adicionales de agua en un infecundo territorio, donde son muy esporádicas las precipitaciones.
Tan necesaria contribución la puede adquirir de las aguas subterráneas a través de su poderosa raíz.
Para que se tenga una idea de su blindada vida, la pluviosidad en las regiones desérticas se acerca a los dos milímetros anuales y puede estar sin llover durante cinco años. Sin embargo, la Welwitschia soporta esas condiciones.
El tallo de la planta también presenta una corteza acorchada, explicada por los científicos como una forma que tiene la flor de amurallarse del fuego, muy frecuente en la estepa.
CASI VIDA ETERNA
Llama también la atención su periodo de vida, el cual puede alcanzar los mil años y, aunque resulta difícil registrar científicamente su edad, algunos ejemplares llegan a perdurar más de dos milenios.
Con una raíz central asombrosamente larga, sus dos únicas hojas crecen de ocho a 15 centímetros al año, lo cual permite su constante evolución durante su prolongada vida.
Estas hojas son consistentes, reposan sobre el suelo y su perenne
progresión hace que se enrosquen y curven.
Se comprobó que esas partes nacidas en el tallo pueden llegar a medir centenares de metros, aunque en estado natural la longitud media no supera los 15 metros, pues el sol y el viento secan las puntas.
Tal crecimiento perpetuo resulta distintivo de la planta, al no
registrarse otro caso similar en la fitología.
La literatura herbaria asegura que la flor fue descubierta en 1860 por el botánico austríaco Friedrich Welwitsch, de ahí su nombre.
En la lápida del científico aparece un diseño grabado de una Welwitschia mirabilis.
Por esos años, el investigador había recogido y enviado muestras de la planta al director del Jardín Botánico de Kew, Dalton Hooker, quien la describió y le puso su nombre en honor a Welwitsch, pese a éste aconsejarle llamarla Tumboa, su nombre nativo en Angola.
El calificativo de la especie mirabilis significa maravilloso en latín.
Aunque después se cambió a bainessi, en honor a Thomas Baines, artista que encontró también un ejemplar de la flor en el lecho seco del río Swakop, en Namibia, en 1861, mirabilis sigue siendo el nombre específico reconocido actualmente.
Muchos hombres de ciencias creen que este ser orgánico es un vestigio del periodo jurásico, cuando las gimnospermas (plantas con semillas al descubierto) dominaban el mundo de los vegetales.
Sus antepasados quedaron aprisionados en un escenario que, de forma
acompasada, se hizo cada vez más estéril y del cual desaparecieron todas las especies próximas, salvo la inmune flor, que además sirve para apagar la sed de antílopes y rinocerontes del Namib.
Estos animales suelen masticar sus hojas en etapas de sequía para obtener agua y comen la parte blanda central del tronco. Tal acción no afecta a la planta, que puede continuar con su crecimiento a partir de sus tejidos.
No obstante su extraordinaria y peculiar forma de supervivenci (no estudiada aún por la ciencia), la Welwitschia está en peligro de extinción, pues resulta buscada por coleccionistas que admiran su trayectoria evolutiva, muy diferente al resto en el reino vegetal.

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