
Un ejemplo a seguir
En la vida siempre existirán momentos difíciles como también de bonanza y alegría, sin embargo, por naturaleza humana es más dado a fijarse cuando vienen rachas malas porque es muy fácil acostumbrarse a lo bueno, pero más tener que comenzar nuevamente.
Nunca hay que ser mal agradecido con la vida porque ya sea por una cuestión de destino, equilibrio de energía, un ser supremo o quienes creen en Dios siempre dará una lección para valorar lo que se tiene. Cada quien lo podrá ajustarse de acuerdo a sus creencias religiosas o científicas, hasta inclusive no pensar en nada a que atribuírselo a un simplemente, “cosas de la vida”.
Cualquiera que sea la situación, lo que sí es un hecho es: Cuando algo no está pasando bien quiere decir que el viento no siempre sopla a favor de quienes ignoran a dónde van. Tener un motivo o una meta, ayuda a las personas a definir sus acciones en pos de lograr alcanzar aquello que anhelan. Empero, nos preguntamos qué motivos puede tener y qué metas podría alcanzar una persona cuyas capacidades están reducidas.
Imaginemos qué tan reducidas pueden ser las capacidades de una persona que realmente esté imposibilitada a buscar una meta. Hasta el alma más negativa podría adivinar que las virtudes humanas y posibilidades de desarrollo en las personas son tantas, que no importa cuál de ellas se vea eliminada, siempre sabremos que las otras se desarrollan para compensar con creces.
El ciego aprende a oír mejor, el minusválido gana en los deportes paralímpicos, el tullido desarrolla la capacidad de inventiva.
En muchas partes del país se han dado caos de estos tipos de ejemplos de cómo la merma en las capacidades físicas realmente se puede compensar con otras habilidades, y cómo el espíritu humano puede ser tan alto que se sabe capaz de imponerse metas aún en las condiciones más difíciles.
No necesariamente la limitante de una capacidad tiene que ser nacimiento porque también existen registros en donde por ejercer una profesión un drástico accidente. Imagínese a una persona adolecente que haya perdido sus dos brazos y dos piernas en un accidente doméstico, cuando al pintar su casa tocó por accidente los cables de alta tensión que pasan por su casa y terminó en esta triste condición y terminante para los anhelos de vivir de las personas que se enfrentan de pronto con una vida muy distinta a la que tenían imaginada.
Sin brazos, ni piernas es una historia verdadera del cual fui testigo y por petición a él me reservo su nombre porque para sus creencias no quiere ser visto como un “mártir”, sino simplemente una historia de aprendizaje a quien, con ayuda de su familia y asistencia profesional, superó la etapa de aceptar su realidad e imponerse retos pese a las limitaciones que su destino le guardó.
Son muchos los detalles que tuvo en su vida, pero su historia está llena por emociones propias de un suceso que le cambió la vida y tuvo que aprender a vivir con otros ojos logrando revelar cómo sí es posible recuperar las ganas de vivir y desarrollar la mente para significar un ejemplo de vida para la humanidad.
Toda la clave está en reflexionar quizá muchos de los problemas por la cual delincuentes o suicidas habrían encontrado un camino distinto si se hubieran detenido solo un poco y con ayuda de sus familiares para brindarles una oportunidad de reflexión profundamente sobre sus capacidades y de cómo pueden desarrollarlas en beneficio propio y sin resultar en un daño para la sociedad.
Quizá en algún momento podamos desarrollar la ciencia del desarrollo de las capacidades humanas para aplicarla a todos los seres que integramos esta comunidad moderna repleta de problemas sin soluciones y con peligro de caer en la zozobra.
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