Tráfico humano bajo el foco de Asean
Hanoi (PL) Bajo el constante foco de atención de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (Asean) el tráfico de seres humanos se ha convertido en uno de los comercios más lucrativos de la región aunque sin ser la única del mundo que sufre tamaño flagelo.
A la trata de personas se le considera globalmente la actividad que genera más dividendos, después del trasiego de armas y narcóticos, al punto de que sus beneficios rondan los 32 mil millones de dólares anuales, y alrededor del 40 por ciento de esa cifra proviene del comercio sexual.
Tales datos han sido recabados por la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y agencias especializadas, pero expertos en el tema que participaron en su acopio no los dan como oficiales, porque sospechan que hay muchos gobiernos a los que no les interesa se conozcan por el enorme lucro que comportan.
En cuanto al Sudeste Asiático, una semejante actividad clandestina mueve cada año casi 10 mil millones de dólares, mediante redes que se dedican a captar víctimas, mayoritariamente niñas y adolescentes.
Vietnam es uno de los países donde más operan estas criminales bandas, lo que tiene a sus autoridades policiales y de guardafronteras ejerciendo una celosa vigilancia, dada la potencial vulnerabilidad de sus bordes limítrofes con otras cuatro naciones.
El período 2003-2012 marcó una preocupante curva de casos al descubrirse unos tres mil, casi el doble que en el decenio anterior, lo que encendió una alarma que se mantiene en el presente, acompañada de un esfuerzo multisectorial para frenar el fenómeno hasta abatirlo. De acuerdo con reportes oficiales de descubrimientos publicados en los medios locales la mayoría de las jóvenes secuestradas o captadas en el norte de Vietnam con falsas promesas de trabajo, en el 40 por ciento pertenecientes a minorías étnicas, son vendidas en las provincias fronterizas chinas de Ha Chang, Lao Cai, Lang Son y Quang Ninh.
Traficantes encuentran un mercado oportunista entre hacendados chinos, de una población nacional donde predomina el número de hombres, que pueden comprarse una mujer o sirvienta por el equivalente a 700 dólares. Pero también esta clientela las adquiere procedentes de Laos, Tailandia o Cambodia.
Desde 2007 se estableció una casa-refugio para mujeres que han conseguido escapar a sus secuestradores, donde encontraron techo, sustento, atención psicológica y legal, y una formación que les permita reconstruir su vida durante más de un año de acogida.
Pero el Gobierno estima que el enfrentamiento al fenómeno rebasa esa limitada experiencia y lo enfoca integralmente, basándose en la eliminación de la pobreza, la educación y el protagonismo de las instituciones sociales, en especial en las zonas en peores condiciones económicas de minorías étnicas.
La organización no gubernamental Anesvad, dedicada al estudio del tráfico humano, subraya precisamente a la pobreza extrema como el factor clave en su extensión en el Sudeste Asiático. Y en este sentido resalta como ejemplo a Cambodia, donde asegura que el 80 por ciento de la población vive en esas condiciones sociales y con elevadas tasas de analfabetismo.
Afirma que estos dos factores colocan en una situación de gran vulnerabilidad a las personas que viven allí, lo que provoca que sean fácilmente engañadas por las mafias.
Bajo la promesa de una vida mejor o un trabajo estable, se llevan a mujeres y niños a trabajar en clubes donde se practica la prostitución o los obligan a formar parte de actividades relacionadas con la pornografía infantil.
Tanto en Cambodia, como en otros países de la región tales como Laos, Tailandia, Vietnam o Filipinas, la trata de personas se ha visto alentada por la creciente demanda de turismo sexual. A tal punto que según los datos que ha podido recabar Anesvad estos delitos se han incrementado en forma alarmante en los últimos años.
Dicha ONG refiere como cifra concreta que más del 25 por ciento de las víctimas en Tailandia sufrió trabajos forzados y el 73 por ciento fue objeto de trata con fines de explotación sexual en el 2013.
Si bien coloca a las mafias en centro de la acusación, sostiene a su vez que los turistas provenientes de Estados Unidos en busca de sexo barato son los principales responsables.
Por otra parte, las heridas infligidas a las supervivientes del tráfico humano son de tal magnitud que las dos terceras partes de ellas muestran síntomas de depresión, mientras que otro 40 por ciento sufre desórdenes de estrés post traumático, de acuerdo con un reciente estudio.
Publicado hace escasas semanas en la revista especializada Lancet Global Health, se centra en víctimas en Cambodia, entre las que encontraron a quienes fueron sometidas a peligrosas condiciones de explotación con inmensos daños psicológicos.
La mitad de ellas experimentaron abusos físicos y sexuales y formas extraordinarias de violencia como ataques con cuchillos y perros, quemazones y casi estrangulamientos, apuntó la referida investigación llevada a cabo conjuntamente con la Organización Internacional de Migración y la Escuela Londinense de Higiene y Medicina Tropical.
Participantes en el estudio describieron varias quejas por maltratos físicos, pero los síntomas de pobre salud mental fueron los más prevalecientes y severos, con tasa del más del cinco por ciento de intentos de suicidio el mes previo entre las víctimas que aceptaron ser interrogadas.
La encuesta incluyó a quienes fueron objeto de trata para una variedad de trabajos forzados como pesca, factorías, servidumbre doméstica, matrimonios indeseables y esclavitud sexual, en condiciones de excesivo tiempo, restricción de libertad, azarosa vida material y severa violencia.
Para quienes consiguen escapar de ese infierno sigue después el problema de los servicios de salud extremadamente limitados como ocurre en Cambodia, al que se suma el estigma cultural que inhibe a supervivientes de discutir su experiencia o buscar consejo, y menos compartir con la familia, lo que los aísla y perpetúa el padecimiento.
Debido a la ostensible gravedad del inhumano tráfico de personas, su extensión y consecuencias, la Asean lo clasifica como uno de los desafíos no tradicionales que enfrenta la región y que requerirá una firme acción coordinada, pero asociada indefectiblemente a la reducción de la pobreza.
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