EE.UU., ¿otra versión de guerra global contra el terrorismo?

La Habana (PL) Estados Unidos parece abocado a una nueva guerra global contra el terrorismo, similar a la que inició el presidente George W. Bush (2001-2009) tras los atentados del 11 de septiembre de 2001, aunque con la impronta de esta Administración demócrata.

Al menos así lo evidencia una campaña de los principales medios de prensa norteamericanos que destacan en las últimas semanas la expansión del Estado Islámico (EI) fuera de sus tradicionales áreas de operaciones en Iraq y Siria hacia otros países de la región.

Fuentes de los servicios de espionaje estadounidense aseguraron al periódico The New York Times que la extensión de grupos afiliados al EI aumenta las posibilidades de que Washington inicie lo que algunos expertos señalan como «cruzada» más amplia contra los fundamentalistas en varias regiones del mundo.

Los especialistas citados por el diario neoyorquino prevén un posible aumento de las operaciones del Pentágono más allá de las que lleva a cabo con sus aliados contra objetivos de los irregulares en Siria -sin la anuencia del Gobierno de Damasco- e Iraq.

El EI estableció en los últimos meses bases de operaciones en Afganistán, Argelia, Egipto y Libia, mientras que en Jordania, Líbano, Arabia Saudita, Túnez y Yemen mantiene dos centenares en cada país.

Otros medios de prensa estadounidense hacen referencia a las acciones del EI en el norte de África, en especial a las decapitaciones masivas de cristianos egipcios por extremistas en Libia, vinculados al EI, que pusieron en evidencia la ampliación de la amenaza de estos grupos.

Desde Europa, la cadena televisiva CNN informaba el 22 de febrero pasado sobre  temores, en especial del Gobierno italiano, de una eventual «invasión» de los irregulares que actúan en territorio norafricano.

Francia no se queda atrás en esta alarma y sus autoridades aseguran que más de mil 400 ciudadanos galos o residentes en ese país mantienen vínculos con las redes yihadistas y centenares de ellos combaten junto a las bandas armadas en Siria e Iraq.

Algunos expertos aseguran que el presidente Barack Obama prepara condiciones para un incremento de la proyección del poderío bélico norteamericano en ultramar en los últimos dos años de su mandato, con las Fuerzas de Operaciones Especiales (FOE) como punta de lanza.

Al menos así lo considera el diario Tampa Tribune en un artículo del 16 de febrero, al señalar que esas tropas recibirán para el año fiscal 2016 más de 10 mil 600 millones de dólares, lo que significa un incremento cercano al seis por ciento en relación con el dinero recibido en 2015, y contarán con un total de 69 mil 900 efectivos.

En ese contexto, las FOE realizan hasta principios de marzo el ejercicio multinacional de lucha antiterrorista Flintlock 2015, con unidades de Níger, Nigeria, Camerún, Túnez y tendrán a Chad como la sede principal del evento, dirigido por el Comando de África, cuya jefatura radica en Stuttgart, Alemania.

Según la información oficial, estos entrenamientos forman parte de la estrategia de Estados Unidos de fortalecer las capacidades de los ejércitos locales para enfrentar las acciones de la organización extremista Boko Haram, que en las últimas semanas aumentó sus actividades en esta área.

Las FOE son unidades élites integradas por los llamados Boinas Verdes del Ejército norteamericano, los grupos Seals de la Marina y otras de la Infantería de Marina y la Fuerza Aérea, subordinadas al Comando Conjunto de Operaciones Especiales del Pentágono, cuya jefatura está en MacDill, cerca de la ciudad de Tampa, Florida.

Otro indicio de las proyecciones globales de las intenciones de la Casa Blanca de expandir la lucha contra el terrorismo fue la Cumbre Internacional contra el Extremismo Violento, que tuvo lugar en Washington D.C. a mediados de febrero, en la que estuvieron presentes representantes de más de 60 naciones.

Aunque esta potencial ampliación de la campaña contra el terrorismo por parte de Obama se prevé sea más limitada que la de Bush, elementos conservadores en el Congreso y dentro del gabinete presionan al mandatario para que ejerza a fondo sus funciones como comandante en jefe de las fuerzas armadas.

Uno de los principales propulsores del incremento del compromiso estadounidense en el Medio Oriente y en otros teatros de operaciones es el nuevo secretario de Defensa, Ashton Carter, recientemente confirmado por el Senado norteamericano, para sustituir a Charles Hagel, quien renunció a su cargo.

Carter respalda la política de la Casa Blanca destinada a apoyar a las bandas armadas que intentan derrocar por la fuerza al gobierno de Siria y de entregar armamento al ejército de Ucrania, ante el avance que han tenido en las últimas semanas los rebeldes que operan en el sureste de esa nación.

En este contexto, Obama pidió al Capitolio una nueva autorización para el uso de la fuerza (AUMF) con el fin de perseguir al EI donde quiera que este actúe.

Al respecto, el vocero de la Casa Blanca, Johs Earnest, dijo que Estados Unidos no puede dejarle la impresión al EI de que si se traslada a un país vecino estaría en un lugar seguro, fuera del alcance de las capacidades militares norteamericanas.

Como elemento de presión en este proceso, el liderazgo republicano en el Capitolio estudia en detalles la solicitud de Obama, pero todo parece indicar que quiere ir un poco más allá de lo que pide el gobernante.

Los senadores John McCain, presidente del Comité de Servicios Armados de la Cámara alta, y su correligionario Bob Corker, de la Comisión de Relaciones Exteriores en ese hemiciclo, son los críticos más prominentes de las proyecciones del jefe de la Casa Blanca, a quien exigen una posición más ofensiva.

Si el Capitolio aprueba la solicitud de Obama, el texto tendría validez por tres años y, aunque descarta el empleo de tropas terrestres en combate, autorizaría el uso de unidades de las FOE estadounidense para operaciones de rescate de pilotos, espionaje dentro del territorio enemigo, sabotaje, entre otras misiones «limitadas».

Funcionarios de la Casa Blanca señalaron el 23 de febrero, cuando el Capitolio reinició sus sesiones tras una semana de receso, que Obama rechaza con firmeza cualquier restricción geográfica sobre las zonas en las que el ejército puede perseguir al EI.

El mandatario incluso está dispuesto a debatir gran parte del resto de su propuesta, así como el plazo de tres años en su proyecto y el controversial acápite relacionado con las tropas y su misión combativa.

Pero los críticos de esta posible expansión de la guerra temen que la Casa Blanca se involucre en un conflicto prolongado y de varios frentes en los últimos dos años de su mandato.

Eso quiere evitar el congresista demócrata Adam B. Schiff, la principal figura de su partido en el Comité de Inteligencia de la Cámara de Representantes, quien señaló que se opone a ofrecer otro cheque en blanco que justifique el uso de los militares estadounidenses en cualquier parte del mundo.

Expertos del Instituto para el Estudio de la Política (IPS), un «tanque pensante» con sede en la capital estadounidense, consideran que el borrador presentado por Obama al Capitolio tiene un lenguaje peligrosamente ambiguo.

«Hace más de una década nos opusimos a una resolución similar que, al autorizar el uso de la fuerza militar, sentó las bases para una desastrosa invasión contra Afganistán e Iraq y para una campaña interminable», añaden los especialistas de IPS.

Poco más de 13 años después, Iraq es un desastre, centenares de miles de civiles murieron y nuevos grupos terroristas como el EI emergen de los escombros de nuestras intervenciones militares, acota el análisis.

Otro elemento de peso en esta orientación neobelicista, es la Estrategia de Seguridad Nacional (ESN) que mantiene el empleo del poderío militar como factor vital de la política exterior.

El documento afirma que Estados Unidos utilizará la fuerza de forma unilateral cuando considere amenazados sus intereses y los de sus aliados, estén en peligro las vidas de los ciudadanos y como instrumento esencial de apoyo a la diplomacia en cualquier lugar del mundo.

Sin embargo, dicha ESN, que fue presentada recientemente por la asesora de seguridad nacional del mandatario, Susan Rice, reconoce que esa no es la única herramienta a su disposición, ni el medio principal ni más efectivo para enfrentar los desafíos en la arena mundial, para lo cual Washington dispone además de otras medidas punitivas.

Esta ESN de 2015 repite aseveraciones tendentes a justificar las intervenciones en cualquier conflicto, por encima de los obstáculos que le impongan las leyes internacionales y el derecho de los pueblos a la libertad y la autodeterminación.

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