¿Qué calidad de mexicanos somos?

Para que el que cree no es necesaria ninguna explicación:

Para el que no cree toda explicación sobra.

Franz Werfel (1890-1945) Novelista austriaco.

En México están ocurriendo eventos de una magnitud trascendental y pareciera que todo marcha con normalidad. A la vuelta de unos cuantos días uno encuentra en la prensa nacional que un candidato independiente –Hilario Ramírez Villanueva- ganó las elecciones en el municipio de San Blas, en Nayarit. El nombre no le será familiar pero sí su declaración: afirmó que en una pasada administración había robado, pero poquito. Hoy es alcalde electo.

Si se retrocede más en el tiempo, uno de los símbolos sociales que decidió levantarse en armas y enfrentar al crimen organizado en Michoacán dando además resultados y evidenciando la incapacidad del gobierno, José Manuel Mireles, está hoy tras las rejas. En tanto, el enviado especial, Alfredo Castillo, ha declarado que ya no hay autodefensas y que la entidad se encuentra libre de ellas. ¿A quién persigue realmente el gobierno?

En este mismo contexto histórico, el extinto IFE, hoy INE, en coordinación con el Colegio de México, dieron a conocer el documento denominado Informe país sobre la calidad de la ciudadanía en México, el cual hace un análisis sobre diversos aspectos de la sociedad mexicana hoy día: en 7 capítulos, presenta un estudio sobre el Estado de derecho, la participación social, la democracia, la confianza, el acceso a la justicia, el asociacionismo, la solidaridad y el altruismo, entre otros temas.

Contenido del Informe país sobre la calidad de la ciudadanía en México

Capítulo

Título del capítulo

Capítulo primero

Ciudadanía, Estado de derecho y acceso a la justicia.

Capítulo segundo

Vida política y calidad de la ciudadanía.

Capítulo tercero

Sociedad civil y ciudadanía (participación no electoral).

Capítulo cuarto

Vida comunitaria y ciudadanía.

Capítulo quinto

Valores y calidad de la ciudadanía.

Capítulo sexto

Ciudadanía y redes personales y organizacionales.

Capítulo séptimo

A modo de conclusión ¿quién es el ciudadano promedio en México?

Fuente: Elaboración propia con datos del Informe país sobre la calidad de la ciudadanía en México.

Uno de los puntos destacados del informe es que segmenta por regiones al país (Centro, Centro-Occidente, Norte, Sur y Sureste), es decir, que analiza no solo el universo completo en sí, sino que lo divide en secciones (regiones) para conocer y comparar lo que opinan las personas respecto a algún tema. La información es tan amplia que resulta imposible plasmar todos sus resultados, pero en lo personal, fueron 3 temas que llamaron mi atención y que permiten hacer una reflexión sobre la calidad de mexicanos que somos: la cultura por la legalidad, la participación y la confianza.

En cuanto a la cultura por la legalidad, guarda referencia a qué tanto somos capaces de respetar la ley pero también hasta donde la estiramos, es decir, qué tantas veces recurrimos a la vieja tradición de lo que se denomina la negociación de la indisciplina, que no es otra cosa que pactar para evitar ser sancionado. Casi 7 de cada 10 entrevistados considera que en el país la ley se respeta poco o nada. Sin embargo, al revisar los datos por región sorprende ver cómo en el Norte 5 de cada 10 opinaron que la ley se cumple en mucho o algo, mientras que en el Sureste es 4 de cada 10. El Centro del país es el más escéptico al arrojar 2 de cada 10.

Pero es aún más sorprendente encontrar en el informe que un 54% de los entrevistados haya puesto en segundo plano los derechos humanos frente al combate al delito. Ello habla de que se ha llegado a un grado en el que más de la mitad de la población accedería incluso a violar derechos fundamentales con tal de acabar con el problema de la inseguridad. Esto congenia con quienes prefieren hacer justicia por su propia cuenta, evadiendo los mecanismos legales. No es de sorprender entonces que en regiones como el Centro-Occidente los porcentajes aumenten, puesto que hoy viven el gran problema de la inseguridad y ello explica, en parte, el surgimiento de autodefensas en Michoacán, por ejemplo.

Lo anterior conlleva a otro problema. Al no haber creencia en que la ley se cumpla, por ende, el ciudadano no denuncia. 6 de cada 10 mexicanos opta por no denunciar el delito bajo el argumento de que de nada sirve si la autoridad no hace su trabajo.

En cuanto a la participación, ésta se entiende como la asistencia de votantes para elegir a sus autoridades así como de otros medios existentes que no necesariamente tienen que ver con acudir a las urnas. El estudio determina que la participación de la sociedad en elegir a sus autoridades se ha visto mermada por varios factores: la falta de resultados, la poca o nula credibilidad en los partidos políticos, la falta de aplicación de la ley, entre otros. En las últimas elecciones federales, contando a partir de 2006, la participación ha sido inferior al 60%. Sin embargo, este hecho no nos aleja de tener similares niveles de participación con respecto a otras democracias como Estados Unidos, España, Canadá y el Reino Unido. Sin embargo, sería importante considerar el número de habitantes enlistados para votar para determinar un promedio más acertado.

En cuanto a la participación electoral por entidad, los resultados permiten conocer que, desde 1994, la asistencia promedio ha llegado a niveles del 50%. Prácticamente, la mitad de la población registrada para votar participa y la otra no lo hace. Sin embargo, el resultado no debe delimitarse ahí, pues existe una diferencia muy marcada de participación cuando la elección es intermedia; por ejemplo, Chiapas pasó de tener un 52% de asistencia en 2000 a un 31.8% en 2003; o Guerrero, que en 2009 el 32.5% asistió a votar y en 2012 incrementó al 60% su participación.

Un dato interesante es que ese universo de personas que no asiste a las urnas, ejerce otro tipo de participación política, que es mediante el diálogo con otras personas sobre temas de dicha índole. El 40% de aquellos que ejercen algún tipo de participación no electoral tienen a la conversación de temas políticos como el principal elemento, seguido de asistencia a las sesiones de algún cabildo con un 12% y con 11% la participación en algún partido político.

Otro elemento que es de llamar la atención es el bloqueo de carreteras y la toma de instalaciones. El informe señala que únicamente 1 de cada 4 mexicanos acepta estas medidas, mientras que hay una evidente mayoría que las desaprueba. Sin embargo, en regiones como el Centro del país, el rechazo es más fuerte (68%) mientras que en el Sureste, por ejemplo, es menor (44%). Ello se debe a que la Ciudad de México anualmente se ve afectada por las marchas y bloqueos, cuestión que sumada al tráfico excesivo de vehículos vuelve insostenible la tolerancia a estos actos.

Pero lo anterior también nos lleva a reflexionar sobre las contradicciones que tiene la sociedad mexicana: mientras nos quejamos de que las autoridades y el gobierno no se preocupan por el bienestar de sus gobernados, al mismo tiempo no aceptamos medidas de presión o de desobediencia civil que hagan recapacitar al gobierno ni tampoco somos dados a participar en las urnas para castigar al gobernante o partido que detenta el poder.

Tal vez se piense que a menor ingreso económico la aceptación o apoyo hacia este tipo de manifestaciones goce de mayor respaldo. Es erróneo. De hecho el nivel socioeconómico más bajo mostró un 61% de rechazo. Puede especularse entonces, que mientras a mayor nivel de preparación, el grado de concientización y participación en actos de desobediencia civil tienda a aumentar.

Finalmente, en cuanto a la confianza, ésta se refiere al grado de credibilidad que se tiene sobre las personas y las instituciones. Es importante señalar que apenas un 58% de los entrevistados señaló a la democracia como la preferible forma de gobierno. El resto opinó que daba igual o que incluso a veces era preferible un sistema autoritario. No es de sorprenderme el resultado puesto que el pasado político de México basó sus instituciones en un régimen autoritario y hoy en día la frágil democracia que se tiene no ha dado los resultados esperados. Por ello no es extraño que la mayoría de los mexicanos relacionen a la democracia como el sistema donde muchos participan pero pocos se benefician. Casi la mitad (48%) de los que optaron por la democracia piensan así.

Lo anterior permite entonces entender por qué la sociedad mexicana no confía en sus instituciones ni tampoco entre ella misma (confianza interpersonal). 7 de cada 10 mexicanos afirmaron que no se puede confiar en la mayoría de la gente, lo que nos ubicó en el lugar 19 de 26 países en el continente americano sobre el nivel de confianza interpersonal.

En este mismo orden de ideas, de 17 instituciones analizadas para determinar el grado de confianza solo 3 de ellas lograron superar el 50% de aprobación: el Ejército (62%), los maestros (56%) y la Iglesia (55%). Sin embargo, el Ejército ha ido perdiendo confianza, puesto que en 2010, tras un estudio hecho por el Barómetro de las Américas, éste arrojó un nivel de confianza del 72%. En 3 años descendió 10 puntos. Otro caso fueron los medios de comunicación, que pasaron de 61% a apenas 32%, una caída de 29 puntos porcentuales.

Nivel de confianza en instituciones y organizaciones políticas y sociales a nivel nacional.

Fuente: Informe país sobre la calidad de la ciudadanía en México.

De nueva cuenta se manifiesta que los partidos políticos (19%) y los diputados (18%) son los que de menos confianza gozan. Llama la atención que mientras los maestros gozan de una elevada confianza, los sindicatos –que se ubican como antepenúltimos- se encuentren en el lado opuesto, ya que el mayor sindicato en número es precisamente el de los maestros.

Lo anterior expuesto permite conocer con un grado de mayor exactitud el sentir social pero también sus amplias contradicciones. Criticamos a los gobernantes de abusar en el ejercicio de sus cargos pero no participamos en las urnas, y si lo hacemos, elegimos a aquel que declaró que efectivamente ha robado. Con toda razón, nos quejamos de la inseguridad en el país pero somos tolerantes a pisotear los derechos humanos con tal de erradicar el problema o mientras el gobierno encarcela a quien hace algo por disminuir las estadísticas, los demás quedamos como meros espectadores. Exigimos democracia pero la mitad del país le da igual o incluso ve necesario el regreso a un sistema autoritario. El documento deja no solo una gran cantidad de información valiosa, sino también una invitación a la autorreflexión de lo que realmente queremos como sociedad.

El tintero.

Me resulta aún increíble que Hilario Ramírez Villanueva haya ganado una elección tras su declaración de haber robado en anteriores administraciones. También lo es el hecho de que el PRI siga manteniendo su hegemonía en Coahuila a pesar del sobre endeudamiento que han provocado sus gobiernos. Esta es la democracia hoy día.

No pasó por alto tampoco la eliminación de Brasil en el mundial ni tampoco la ola de reclamos y manifestaciones que le esperan a Dilma Rousseff. Sin duda que sus planes de reelección presidencial pueden ser complicados. Quien crea que ahí quedó la pesadilla del seleccionado brasileño, está equivocado: ¿Serán capaces los brasileños de apoyar a su archienemigo Argentina en una final contra Alemania? ¿Soportarán la idea de aguantar a sus vecinos regionales de que el mundial lo ganaron en Brasil? Ante un decaído ánimo, su único consuelo de la verde-amarela es enfrentar por el tercer lugar a los argentinos y ganarles, pero ¿y si pierden?

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