Manual para que tus hijos lean
Por Claudio Adrián Montaño Mier
“No intentes entender a México desde la razón, tendrás más suerte desde lo absurdo, México es el país más surrealista del mundo”.
-André Breton
Una tarde de la semana pasada, pasé a comprar flores para mi hogar en un conocido mercado de la ciudad, ya con ellas bajo el brazo, hice una parada para comprar unas pasas con chocolate, el muchacho no tenía cambio y fue a buscar. Durante la espera, a dos puestos de distancia, un niño de alrededor de los ocho años, cuidaba su puesto de fruta sentado en una silla, frente a él una cubeta de plástico que contenía nuez de Castilla pelada y sumergida en agua para mantenerla fresca. El niño metía la mano, agarraba un pellizco de nuez y se las llevaba a la boca, terminaba la travesura chupándose los dedos.
El primer foco de alerta, un alimento en una cubeta con agua de dudosa procedencia, sin tapa y expuesto a las exhalaciones de todo aquel que pasaba y el niño no llevaba cubrebocas, el niño se lleva la comida a la boca y lleva de la boca a la cubeta su mano, en tiempos de pandemia, todo un riesgo de salud pública.
Sin embargo, México no se rige por las reglas que afectan a todo el mundo, lo que puede ser o suceder en cualquier otro país, no sucede en el nuestro. Personas sanas que sin factor de riesgo alguno se ven afectados por el COVID-19 de forma grave y hasta mortal, personalmente he visto a personas con sobrepeso, diabetes e hipertensión, salir a la calle, ir de fiesta, ir al mercado y padecer algún síntoma de la enfermedad y superarla con cierta facilidad y al decir cierta facilidad es que no requirió ser hospitalizado y mucho menos intubado.
Cualquier sistema de predicción y proyección en donde un ingrediente sea el comportamiento del mexicano, requiere analizarse desde una perspectiva del absurdo, desde una postura donde se debe esperar lo inesperado y donde el resultado sorprenderá al espectador.
Lo mismo sucede con la novedosa estrategia del gobierno federal para apoyar el aprendizaje de los jóvenes estudiantes desde el confinamiento, el programa “Aprende en casa II” que con bombo y platillo presentó en la mañanera como producto de un convenio con las principales televisoras del país. Entre los canales de las televisoras se dividieron los niveles educativos y se proponen transmitir una barra educativa para que los estudiantes aprendan desde casa. Se escucha bonito, se lo imagina uno bonito…
Aquí viene el pero: si en una clase normal, presencial, con el alumno frente al maestro, un niño de preescolar, primaria o secundaria, tienen un tiempo de atención de 5 a 10 minutos ante una clase expositiva ¿Cuál es su pronóstico con un niño de 7 años, que tiene la tarea de ver al menos dos horas de televisión? Sin vigilancia constante, los papás trabajando, consola de videojuegos a su alcance, internet a la mano, cualquiera podría predecir el resultado.
Cuando niños veíamos en casa “El tesoro del saber”, “Odisea Burbujas”, “Caritele” y su divertido Carisaurio. Solo era ver la tele y sin embargo, al terminar el programa me metía en los libros que había en casa para aprender un poco mas o corroborar lo que había dicho el burro Alfalfa y la vaca Clarisa, a lo mejor mi hermana y yo éramos raros, pero así nos divertíamos.
Para que los niños, niñas y adolescentes aprendan viendo televisión, se requiere un rediseño de la programación. Tan fácil que es meter formación cívica y ética a través del comportamiento de los protagonistas de una telenovela, ciencia a través de caricaturas o teatro guiñol, historia como en esas bellas producciones del “El vuelo del águila”, es mucho menos vistoso, pero más efectivo, tanto como cuando mi mama disolvía el contenido de la cápsula en el jugo de naranja porque no me quería tomar el medicamento.
Formalizar la educación a través de la televisión puede tener efectos secundarios benéficos; cuando el estudiante se rebele al intento de colonialismo de su mente, seguramente buscará unos artilugios que acumulan el polvo que hay en los libreros, libros, les llamaban.
«Con la rebelión, nace la conciencia”.
-Albert Camus
1 thought on “Manual para que tus hijos lean”
El niño o joven puede recurrir a los libros, por rebeldía, pero también por imitación , mi padre, que no fue ni un solo día a,la escuela, pasaba sus ratos libres leyendo libros , así que por imitación o por interés , siempre leí desde muy pequeña cuanto libro encontraba a mi paso . Lo mismo ocurrió con mis hijos y nieto. Excelente tema Claudio.