LAS ESTRATEGIAS DE LOS JUEGOS DEL HAMBRE

Este artículo no se refiere al libro “Los Juegos del Hambre” ni a la película que se ha realizado basado en dicho libro, en donde la trama es una competencia, a muerte, entre diversos contendientes para obtener alimentos que les serán suministrados de por vida. Solo uno puede ser el ganador en esta competición. Todo parece indicar que la estrategia de la élite gobernante es combatir el hambre mediante la reducción de la población.

En este artículo analizo otro tipo de juegos sobre el hambre. Más bien, este artículo debería titularse “los juegos de las cifras, datos, indicadores y fórmulas del hambre”, porque su objetivo es analizar procesos y resultados de la Cruzada Nacional Contra el Hambre (CNCH) que se puso en marcha el año pasado en nuestro país.

El tema es sumamente difícil y complicado por la cantidad de variables que inciden en la materia. La cantidad de siglas que se utilizan alrededor del tema hace necesario la utilización de un idioma adicional, el “siglañol”. Si no me creen, lean la cantidad de siglas utilizadas en este artículo.

Primeramente, es necesario definir el concepto del hambre, para lo cual tomamos la definición aceptada por la propia CNCH y la Secretaría de Desarrollo Social (SEDESOL), la cual la define como la “situación que enfrenta una persona al encontrarse en pobreza extrema y con carencia alimentaria”.

Para saber el número de personas que se encuentran en esa situación, la CNCH recurrió a la medición de pobreza que realiza el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL).

El CONEVAL mide la pobreza utilizando 8 dimensiones: ingreso, rezago educativo, acceso a la salud, acceso a la seguridad social, calidad y espacios de la vivienda, acceso a servicios básicos en la vivienda, acceso a la alimentación, grado de cohesión social. Esta institución mide la pobreza a nivel estatal cada dos años y a nivel municipal cada cinco años.

Para realizar sus mediciones, el CONEVAL utiliza diversos insumos informativos, principalmente la “Encuesta de Ingresos y Gastos de los Hogares” (ENIGH) y la “Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo” (ENOE) y el “Índice Nacional de Precios al Consumidor” (INPC) que realiza el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI). La ENIGH se publica cada dos años, la ENOE cada trimestre y el INPC cada quince días.

De acuerdo a la medición de CONEVAL, los resultados de pobreza en México en el año 2012, fueron los siguientes: 11.5 millones de mexicanos en pobreza extrema y 27.4 millones con carencia de alimentación.

Como son muchos y seguramente porque la paga no ajusta para tantos hambrientos que existen en este país, la SEDESOL y la CNCH, que en la realidad son la misma institución, se sacaron de la manga una estrategia de medición: 7.01 millones de mexicanos en pobreza extrema carentes de alimentación, algo así como pobres extremos que no tienen ni para comer. Poco faltó para les pusieran una etiqueta que se les identifique fácilmente, algo así como los “hambreza”.

La verdad es los 27.4 millones de mexicanos carentes de alimentación son los que no tienen para comer, no solamente los que están en pobreza extrema. Independientemente al juego de datos, cifras y cálculos, al menos se definió una meta concreta, una población objetivo que son sujetos de atención: 7.01 millones de mexicanos incluidos dentro de la CNCH. Aún así, siguen siendo muchos ciudadanos que deben ser atendidos.

El problema es que SEDESOL ni la CNCH tienen forma de medir sus avances en la materia. Es necesario esperar las nuevas mediciones de la pobreza a nivel estatal que realizará el CONEVAL para el año 2014, la cual conoceremos seguramente en los primeros meses del siguiente año. La medición de la pobreza a nivel municipal se realizará en el año 2015 y los resultados seguramente estarán disponibles en el ejercicio siguiente.

Mientras no existan estas nuevas mediciones de la pobreza, difícilmente el gobierno podrá generar indicadores de la reducción del hambre en México. Seguramente por ello, solo dan cifras de gasto y metas de acciones de la CNCH, como el número de comedores comunitarios, beneficiarios con la tarjeta sin hambre, nuevas tiendas DICONSA abiertas, etc., datos que no llevan ninguna medición sobre el crecimiento o disminución del número de personas con hambre.

Las acciones que dicen haber realizado son muchas y diversas, por lo que debería esperarse un impacto favorable en la reducción del número de mexicanos incluidos en el universo de atención de la CNCH.

El problema es que seguramente no será así, porque la principal variable utilizada en la medición de la pobreza es el ingreso y su capacidad para financiar el costo de la canasta básica alimentaria. La situación económica nacional, sus indicadores actuales de empleo, inflación y de crecimiento del Producto Interno Bruto, favorecen más una perspectiva de crecimiento de la pobreza y no de su disminución.

Como no tenemos certeza en lo que pasará, solo nos queda hacer lo que hoy hace Doña Rosario: rezar cien rosarios diarios para todo salga bien. Su futuro depende de ello. El retroceso la jubilará de manera definitiva del servicio público. Sin duda alguna, su preocupación debe ser grande, por su futuro propio, no tanto por el de los mexicanos que necesitarán más ayuda para superar sus condiciones.

Si los rosarios de Doña Rosario no funcionan, tal vez lo haga la fórmula utilizada para determinar a los 7.01 millones de mexicanos que fueron definidos en pobreza extrema carentes de alimentación, especialmente si el levantamiento de la ENIGH se realiza preferentemente en población beneficiada con las acciones de la CNCH. Muy inteligentes, mis respetos para los estrategas. Esperemos que no exista vinculación del INEGI ni del CONEVAL en ello.

Un resultado así obtenido no convencería a muchas personas, pues el objetivo sería cambiar una cifra, no una realidad social, pero como sucede en las novelas o en el cine, en la vida real los juegos del hambre también requieren de una estrategia.

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