La realidad sacudió a López Obrador
A mi hermano Mario.
Un guerrero. Un luchador incansable. Ejemplo de valor, coraje y serenidad impactante, ante un Cancer que llegó. Me diste una lección de vida frente a esa devastadora noticia. Daremos la batalla contigo. Te amo.
Por fin la insensatez dejó de serlo. Por fin el humanismo lo alcanzó. Por fin su conciencia hablo, dictó, reculó. ¡Hay ya liberación de dinero para hospitales! Llegarán las medicinas, volverán trabajadores despedidos, por lo menos en el caso del Instituto Nacional de Cancerología.
Hubo de fallecer más gente -esa del “primero los pobres”- que en el juego de ruleta rusa que “domina” el Presidente les tocó la de perder. Esa gente, su gente, a la que no pudieron surtirle sus recetas por falta de medicamentos.
Hubo también de renunciarle el director del Instituto Mexicano del Seguro Social Germán Martínez -que balconeó a los “ahorradores” de Hacienda- para que Lopez Obrador entendiera que la corrupción no se resuelve con ahorros. Demasiados fierros tiene sobre la lumbre el dueño del balón, que es el dueño del equipo, que es el delantero, defensa y portero, como para seguir abonando a la crispación, al encono, a la división de los mexicanos, con acciones que lejos de amainar el ríspido ambiente político y social, alimentan tiempos de confrontaciones mayores.
Un jefe de Estado debe abrir los brazos y tender su mano para probar que gobierna para todos. No solo para los que pertenecen a su partido o tienen simpatías por él. Debe ser incluyente y tener como máximas la prudencia, la paciencia, la reflexión constante y la sensatez.
Las voces que no coinciden con su proceder y con su particular forma de conducir los destinos del país, también son de mexicanos que merecen atención y respeto. Debe escuchar a todos, por duro o contrario a su visión sea lo que éstas voces expresan.
Hasta hoy, no hay quien dentro de su compacto equipo de colaboradores se atreva a decirle que ha tomado decisiones contrarias al interés público.
Decisiones que aún tienen en el desempleo a médicos, a enfermeras, a camilleros, a trabajadores diversos, entre muchos otros, porque la guillotina los alcanzó y fueron despedidos de diversas dependencias del gobierno. Ahorrar en temas de salud pública con los resultados que estamos viendo, es, como dijo el polémico Germán Martínez, francamente inhumano e inaceptable.
Debe rectificar el Presidente para que los conflictos que un tanto le heredaron y otro tanto los ha creado, tomen distintos y mejores rutas. Será para el bien de todos. López Obrador no es el poseedor de la verdad absoluta. La reflexión urgente debe entrar a la puerta de Palacio.