Hábitos que se cambian con los años
Por Guillermo Robles Ramírez
A partir del día de ayer en la capital de Coahuila, sus avenidas y calles principales se vieron muy vacías desde temprana hora y siendo muy notorio las horas picos.
Como si fuera un domingo en la mañana en donde su circulación vehicular baja contraste a los días laborales. Hasta el transporte público fue muy escasos incluyendo a los cafres del volante, es decir, a los taxistas.
La Semana Mayor se hiso más presente que en otros años, a lo cual quisiera apostar que los coahuilenses salieron a visitar lugares cercanos porque nuestra tierra tiene mucho que brindar tanto a turistas como a los que viven alrededor de las 38 cabeceras municipales.
No me considero una persona conservadora, pero tampoco vanguardista, ni mucho menos extremadamente contemporáneo, sino me adapto a las circunstancias y en tiempos en los que vivimos.
Me atrevo a decir que soy de la última generación en donde las tradiciones para la Semana Santa, se hacía diferente en mi casa y generaciones atrás para poder celebrar la Semana Santa.
Cuando se trataba en la Semana Mayor recuerdo que no se me permitía ver televisión, escuchar radio, ni tocar algún tipo de música o menos asistir al cine. Todo se trataba de meditar. En el mejor de los casos lo único permitido para ver en televisión era la película “Jesús de Nazareth (1942)” y brincando a color una película estadounidense sobre el mismo tema que parecía sacada de las primeras producciones a color y que era transmitida año con año por Televisa.
Se pueden imaginar en tiempos actuales a cualquier adolescente privado de su celular, Internet o Netflix. Seguramente esto representaría la locura o bien el no salir a la calle o alguna playa del país.
Algunos dirán que los tiempos cambian, aunque para otros como los sacerdotes le llaman a este fenómeno de suprimir las costumbres de estos días, a un retroceso.
Un desarraigo cultural que llega al relajamiento de los valores morales y familiares, dando como resultado el caos de violencia y desunión que hoy se vive. Muchos de estos religiosos culpan a los medios masivos en convertir la Semana Santa en un periodo de comercialización con la mercadotecnia vacacional para visitar las diferentes playas de México, dejando a un lado su sentido nato de reflexión y acercamiento espiritual.
Es obvio que mientras sólo unos cuantos viven medianamente los días como religiosos, quienes tienen la posibilidad económica ven la oportunidad de tomar un descanso fuera de la ciudad, quizá bien merecidas, en tanto otros aprovechan el tiempo libre y la tranquilidad que se respira para salir a divertirse.
Hace décadas en nuestro país desde el inicio de Cuaresma la gente cambiaba de hábito en cuanto a eximirse de diversiones. Dentro de los hogares no se prendía televisión, ni radio y los varones que normalmente no asistían a la iglesia durante esos días acudían puntualmente.
Prevalecía una especie de silencio total, en el que participaban no únicamente las familias sino también los comercios y la industria que bajaban el ritmo de sus actividades cotidianas.
Las salidas por las noches era algo prohibido, lo mismo que los viajes de descanso que no estuvieran encaminados a la oración y la reflexión.
También en esos años en nuestro país, las costumbres religiosas estaban más arraigadas; era reglamentaria la quema del chamuco. Y esto literal, es decir, se trataba de un monigote de cartón que representaba al demonio con caracterización del político o personaje de escasa simpatía para la comunidad.
Esta misma quema del chamuco tenía lugar en las principales esquinas o avenidas principales de las ciudades, siendo el Sábado de Gloria, precisamente cuando se quemaba esta popular costumbre para así el lunes siguiente a las actividades laborales pudieran continuar en su curso normal.
Todo este misticismo que encerraba las tradiciones religiosas de Semana Santa, iniciando con la misma aceptación de la pascua que significa “paso”, porque simboliza de acuerdo al Antiguo Testamento de la Biblia relata el paso del Señor por tierras egipcias para demostrar su poderío y lograr la libertad de su pueblo y lo libera del maligno. Pero la pascua es también una respuesta y agradecimiento a Dios por su intervención en favor de sus fieles.
El transcurrir del tiempo ha hecho que los católicos no realicen al pie de la letra muchas de las costumbres de recogimiento espiritual que se señala la Iglesia. No hace falta hacer alguna investigación de fondo para lo obvio que se observa dentro de cada ciudad del país en donde cada vez es menor la participación en los días de cuaresmas e incluso al inicio de la semana mayor, en donde existe un panorama igual los jueves y viernes santos, cuando se considera los días de más dolor para Jesucristo, el cual espera su muerte y vive su calvario. ¿Alguien se acuerda de esos tiempos?, ¿Quién de ustedes queridos lectores siguen practicando viejas costumbres? (Premio Estatal de Periodismo 2011 y 2013, Presea Trayectoria Antonio Estrada Salazar 2018) www.intersip.org