GARIBALDI. BOTÍN DE TODOS, RESPONSABILIDAD DE NADIE

Millones invertidos en la nueva imagen de Garibaldi, millones invertidos en el Museo del Mezcal, millones erogados en un proyecto que en estos momentos ha demostrado que fue un gasto inútil pernicioso, torpe y con pasajes oscuros, muy oscuros que pesan, por lo menos, en las últimas tres administraciones delegacionales y del Gobierno del Distrito Federal.
Sin consultar a los habitantes, comerciantes, mariachis y demás grupos activos de Garibaldi (su esencia, tradición y sustancia), las autoridades y funcionarios locales y federales emprendieron una remodelación en el mismo esquema dictatorial, corrupto y timorato que caracteriza el quehacer de nuestros políticos nacionales.
Ahora las consecuencias las pagan vecinos, pequeños empresarios y clase trabajadora que tenía en Garibaldi su modus vivendi, hoy un modo de morir lentamente. Mientras los funcionarios y empresarios (of course) encargados de aquel proyecto “renovador” gozan las mieles de varios cañonazo$ bien ganados. Un milagrito más que le colgamos a la nefasta administración de la Delegación Cuauhtémoc; perímetro tan prolífico en vida social, cultural, económica y tan rabosamente exprimido y denostado por nuestra clase gobernante.
“La Plaza Garibaldi, junto con el mariachi, son considerados por la Unesco patrimonio cultural de la humanidad. Ambos, orgullos nacionales. Garibaldi, calificado, después de Acapulco, como el destino turístico más conocido a nivel internacional, se ha vuelto en los últimos años la manzana de la discordia”.
Breviario del Museo del Tequila y el Mezcal, la inconformidad de comerciantes y habitantes de la zona, las desinformadas declaraciones del ex delegado en Cuauhtémoc y minucias informativas en el reportaje publicado por Aída Espinosa en número uno de la recién aparecida revista URBE.
Retomo una crónica que escribí hace más de una década, unos día antes de que empezara esa barbarie propiciada por la fauces y el nulo criterio de los perpetradores de la infamia. Quizá la última vez que vi y viví Garibaldi como una gran fiesta, ese mosaico nutrido del discurso popular, el turismo y una vida vernácula de calidad y amable.
Sábado, 18:00 hrs.-“Yo sé bien que estoy afuera/ pero el día que yo me muera/ sé que tendrá que llorar…”
¡ajúa! ¡hic! ¡Tendrasssssssssss que llorarrrrrrrrrrr!

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…y el Mariachi suena con alegre son. Es apenas media tarde y la plaza está llena de gente, mariachis, gente, clientes, gente, bebedores, gente, fiesteros, gente, gringuitas, gente, prostis, gente, vendedores, gente, policía, gente, cacos, gente y más gente.
La Plaza Garibaldi, ubicada en el eje central Lázaro Cárdenas, entre las calles de República de Perú y Honduras, allá por el primer cuadro, es un cuadro de primera. Todo un “catálogo social”, escenario perfecto para llenarse de mexicanidad y, por supuesto, desbordarla, para dar rienda suelta a las más “oscuras tentaciones”: la despedida de soltero después de la despedida, estrenar novia o amante, una cana al aire con la sexoservidora ad hoc, el cumpleaños del compadre, el ascenso o descenso en la chamba o sencillamente ese grito que traemos dentro y np nos cabe en el alma.
22:00 hrs. Cada vez más gente. Alrededor de la plaza todo es bullicio y movimiento. Enfrente el burlesque, los foquitos de la marquesina se prenden y apagan…Lily la Lola, Chopis Crystal, La divis Davis y Los Popis, El Pelochas, Crisóstomo y su cuarteto…función de medianoche sólo adultos. A la derecha tacos de cabeza y suadero, un restaurante cantina “Tío Luis”, un puesto de periódicos y unos sanitarios públicos. Después el Mercado con sus puestos de ¡birrriiia calientita!, costilla con frijoles y cebollitas. Y a media plaza no podían faltar los restaurantes para la gente que no se conforma con estar sentada en las bancas de la plaza, para las güeritas ojiazules, y allí está en tradicional Tenampa, Noches de Guadalajara y Los Mariachis.
24:00 hrs. ¡Toques joven, toques¡ Un hombre de cincuenta años más o menos, con un abrigo viejo, mugroso y roto, con los pantalones sucios, la mirada perdida y una sonrisa que muestra la dentadura casi extinguida, se acerca…¡órale joven, sus toque para los nervios, para la próstata, para, para la presión, si aguata más de cien le cobro la mita´, solo diez varitos…¡cigarrrooosss¡
Al fondo de la plaza una camioneta “panel” y tres patrullas. Afuera de los vehículos una docena de “polis” platican y observan a la gente. Otros se desprenden del grupo y recorren la plancha. Una pareja de uniformados hace su ronda alrededor del mercado, pasa por el callejón de San Jerónimo y dos muchachos con manchas de cemento en las ropas y las manos los vituperan. Recargados en una banca dos borrachines hablan a grandes voces, los agentes se acercan, les hablan quedo pero con energía, al mismo tiempo con gran rapidez les revisan sus bolsillos, uno se resiste pero el oficial grandulón lo zangolotea…circulando joven, circulando.
Domingo 2:00 hrs. Un Ford Mustang clásico rojo brillante se estaciona al la, exactamente enfrente de la pulquería familiar La Hermosa Hortensia fundada en 1936 por Francisco Hernández. Se abre la puerta delantera izquierda y un hombre gordo, impecablemente vestido, llama, con exagerados movimientos de manos, a un grupo de mariachis: “¿cuál le tocamos? A tostón la pieza…
-A ver aviéntense En mi viejo San Juan…

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En el interior del auto, asiento del copiloto, una mujer rubia, llena de anillos en los dedos de las manos, con ropas brillantes y olor chanel, festeja hasta la alegría la música vernácula. En el asiento trasero una pareja se besa y hace gala de su blanca sonrisa para el momento de estar cerca.
Un hombre gordo y alto, como de sesenta años, pecoso, con ojos azules y cabello rubio se toma fotos instantáneas ( a 100 varitos) con un sombrero de charro y sonrisa de oreja a oreja. A su lado dos gringuitas de muy buen ver5, aunque con lentes y proliferación de pecas, se ríen se ríen y se ríen.

3:00 hrs. A lado del Mustang se estaciona una camioneta compacta (irremediablemente vw), de ella descienden tres muchachas con vestidos largos del mismo color y tres muchachos con trajes de color negro (claro está: tres alegres parejitas de damas y chambelanes)
-¡Que padres estuvieron los quince años de Anita! ¿Verdad?
-Y viste la cara de su mamá cuando llego el novio…
-Y corrió el resto de vino…
-¡!…
Un hombre moreno y bajo, vestido de café, con dos botellas de litro de Presidente y vasos de plástico en la mano, se acerca rápidamente al grupo de parranderos muchachos:
-Una botellita jóvenes?
-Vamos a hacer la “vaquita”.
-“No empiecen ¡¿eh?! Vamos todos a comer algo…
Una de las muchachas está embebida viendo La Plaza de Garibaldi, al calor de los alcoholes ese mundo le parece alucinante, extraño, casi fantasmal: la gente en esa especie de orgía reprimida, el escándalo, el festejo y el olvido, esos callejones oscuros con mujeres de un lado a otro…
-¡Apúrate Claudia!
En la fuente del mercado dos mujeres abrazan a un hombre de inconmensurable bigote:
– ¡Esos jarochos, vengan a tocar unos sones bien albureros! ¡hic!
4:00 hrs. ¿Se acuerda alguien de aquel chiste del hombre que entra a la farmacia y pide a gritos un preservativo? Uno de esos chicos con ojos perdidos y profundo olor a thinner, le comento al cronista: “con las taloneras de Garibaldi al tiro, luego no sabes en las que te metes”.
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La entrada al mercado, que por cierto está abierto las veinticuatro horas del día, es una postal entre Fellini y Passolini (¡gulp!), construcciones coloniales, fuentes, el piso adoquinado y los rincones oliendo penetrantemente a orines: una mujer cuarentona, inmensamente obesa, se pasea de un lado a otro, en una orilla dos niños duermen abrazados, tres mujeres recargadas en una columna aspiran cemento, con la mirada perdida mascullan palabras que dirigen a los que pasan: “ no vamos, guapo…?
-¿Cuánto
-Tres y medio y pagas el cuarto.
5:00 hrs. Agárralo. Agárralo bien al hijo de pu…¡ Un hombre joven vestido de traje y ebrio hasta la inconsciencia, sale de una cantina corriendo y dando empujones. Atrás de él dos muchachos a la misma velocidad lo alcanzan y los tunden a puntapiés y puñetazos. Una mujer de abrigo azul y vestido verde, sale también del lugar gritando: ¡ Espera Roberto, no hagas tonterías!
La gente se junta, unos festejan otros claman por la policía. Llegan dos agentes del orden y cooperan con el desorden, tratan de poner paz y no lo logran…
– ¡Vámonos!, el piche mamoncito ya se llevo lo que quería…

6:00 hrs. Garibaldi se inunda de claridad. En las bancas una mujer dormida de alcohol. Los teporochos se acomodan. Una atmósfera lenta y densa recorre las calles llenas de smog en Peralvillo.
Un grupo de mariachis sube sus instrumentos a una destartalada camioneta. Al lado de la fuente central, tres amigos bailan y gritan al son de un conjunto norteño que con más cansancio que gusto interpreta “El Taconazo”. Un viejecillo impregnado de alcohol pide monedas a los desvelados que circulan por el lugar.
Dentro de unas horas la plaza se llenará de sol, abrirán el mercado de artesanías y la zona verá llegar turistas güeras y enmezclilladas, los galanes totonacas al acecho, y cualquiera de las sexi chavas que no apañó cliente estará hasta atrás y la armará de pedo.
Garibaldi, llena de papel y desperdicio, espera a que se haga de noche y la fiesta surja nuevamente, allí, donde la oscuridad, la tradición y la euforia, nos ofrecen la vida que palpita en el centro y se refleja en las muecas de todos nosotros.

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