El golpe es al sistema
Por Francisco Tomas Gonzalez Cabañas
Los que hace tiempo nos dedicamos a analizar lo que ocurre con nuestras democracias actuales, contamos con elementos para determinar que estos epifenómenos que nos toca observar, son los síntomas o las manifestaciones de la descomposición en general del sistema político, que incluye lo institucional y lo democrático tal como nos lo hicieron entender o concebir.
Las categorías de golpe de estado, de derecha o de izquierda, no sólo que son vetustas, anacrónicas y anquilosadas, sino que tuercen la posibilidad de un diagnóstico cierto.
Los de afuera, los que sobran o los que el sistema va expulsando, sea por variables económicas, marginales como el hambre y la pobreza o aspiracionales como la imposibilidad de progreso de capas bajas a medias o desde cualquier escalón de la pirámide en la que dibujan a la sociedad, sobre todo en sentido material, vehiculizan su enojo, lo acrecientan, lo condensan y lo van transformando en agresividad y odio, ante los gobernantes (léase políticos en general tanto oficialistas como opositores) que son vistos como una clase privilegiada, que usando esas viejas categorías de derecha e izquierda, que no explican nada, o que sólo sirven para los círculos académicos o de estudios de grado, los que pretenden encerrar el pensamiento en normas Apa u Oxford, son utilizadas para seguir fugando marginados de un sistema que sólo sirve en tanto y en cuanto, se devore en tal marginación o marginalidad, para que el grupúsculo cada vez más reducido en número (pero rico en todo tipo de valoraciones de éticas hasta estéticas), siga con el relato romántico de la democracia o la democraticidad.
El golpe es al sistema, las protestas, las manifestaciones, las marchas y las contramarchas también lo son. Los sucedáneos, las excusas, en cada aldea occidental, lleva y llevarán nombres distintos, símbolos diferentes y banderas diversas.
La cuestión, filosófica como todas, pasa por sí les ponemos nombres a las cosas y de acuerdo, a ello, lo son (es decir me digo de izquierda y señalo esto es un golpe o me digo de derecha y afirmo esto es una protesta ilegítima) o sí primero suceden las cosas y tras ello al interpretar los hechos les damos caracterizaciones nominales para nombrarlas o señalarlas. La primera es una forma o manera más discrecional y autoritaria, la segunda brinda menos ortodoxia, pero mayor posibilidad de consensuar.
Se nota nuestro trémulo pavor, al pretender calificar las acciones en curso, con las viejas caracterizaciones perimidas, de importancia simbólica en los museos del supuesto saber.
El golpe es al sistema, ni por izquierda ni por derecha, ni por ninguna otra excusa de ninguna otra índole o naturaleza, debemos ceder ante el miedo paralizante, que como seres humanos estemos buscando una manera mejor de organizarnos, más allá de los hombres y de los nombres, haciendo uso de nuestra libertad, y con el derecho incluso a equivocarnos, debemos aceptar el desafío de pensar la política, como nuestra realidad, con categorías nuevas, remozadas, repensadas, deconstruidas o porque no, más humanizadas y que tengan más que ver con lo que les sucede al hombre y a la mujer de a pie, esos que desde hace tiempo vienen siendo expulsados, silenciados, marginados y golpeados por un sistema que cada vez más de seguido muestras sus claros signos de descomposición.
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