DICHO SEA DE PASO: EL DESPERTAR DEL MEXICAN MOMENT

Decía el poeta alemán Bertolt Brecht, que a la buena gente se le conoce, en que resulta mejor cuando se le conoce.

Estoy convencido de que, si partimos de esta premisa, los mexicanos tenemos muchos motivos para decepcionarnos del presidente Peña Nieto.

Y es que, a un mes de que se cumplan dos años de gestión del ejecutivo federal, parece que, despertamos del sueño, que se acabó la magia, o que la realidad ya rebasó al discurso.

Cerrando este año, podemos notar que superada una etapa en la que el ejecutivo se convirtió en el gran legislador, hay enormes deficiencias en cuanto al manejo de la administración pública, lo que amenaza al éxito de las reformas y a la estabilidad política.

La imagen creada por el equipo del presidente, tanto al interior como al exterior del país, y que fue cuidadosamente manejada durante 22 meses, ha sido despedazada en sólo treinta días y el panorama de bonanza que se había generado, es ahora, en el mejor de los casos, de mucha incertidumbre.

Los terribles hechos de Iguala, por una parte, no son el hecho aislado que se quiere manejar, sino el más notorio de una cadena de sucesos que, si bien no se gestaron exclusivamente en este sexenio, si es en el periodo de Enrique Peña Nieto, en el que se manifiesta abiertamente, por la incapacidad del gobierno para perseguir al delincuente y aniquilar a la impunidad.

Es evidente que la autoridad fue rebasada desde los primeros meses del 2013, pues con las primeras manifestaciones, que expresaban oposición de ciertos sectores a los proyectos presidenciales, quedó claro que los encargados de la seguridad pública, tuvieron miedo de dar las órdenes necesarias para contener los abusos de los manifestantes.

Si tuvimos bloqueos en autopistas; si tuvimos saqueos de tiendas; si tuvimos tomado el zócalo capitalino, todo ello fue porque tuvimos un gobierno que le temía a sí mismo. El Nuevo PRI teme a sus genes, y se reconoce incapaz de contener los abusos, sin caer en la represión. Tlatlaya es el ejemplo de que el miedo no era infundado.

Parece que de ello se olvidó el presidente de la república, quien hoy habla de la incongruencia de esos manifestantes, que marchan contra la violencia, generando violencia. Es cierto, los incendios, saqueos y destrucción causada en las marchas recientes en Guerrero, son muestra, en una parte, de la incongruencia del manifestante, pero por otra, de la desesperación de la ciudadanía.

Pero sobretodo, lo anterior es el resurgimiento del viejo discurso y la absurda estrategia de voltear la tortilla y convertir a la víctima en el culpable. Cada vez suena más falsa la retórica de un presidente que promete defendernos de los criminales más peligrosos, mientras su policía es un simple espectador de los saqueos y desmanes de algunos revoltosos. ¿Quién puede creerle hoy al presidente?

Y es que Enrique Peña Nieto, hoy lleva como equipaje para el resto de su sexenio, además del lastre de los 75 años de la primera etapa priista, la pesada carga del incumplimiento de sus propias promesas, pues se ha convertido en la representación de que un compromiso, aunque se haga ante notario, no vale nada, cuando no se sabe cumplir. Hoy está muy claro que la firma del presidente, vale menos que el papel en que la estampa.

Porque hoy está claro que la clase gobernante, a falta de capacidad política, es capaz de sobrellevar la situación, con publicistas y con complicidades.

Primero, porque se han creado poderosas ficciones que, proyectadas al exterior, fueron útiles para generar una imagen positiva del país. Así surgió el llamado “Mexican Moment”, como la idea de una nueva realidad mexicana, como el ejemplo de que la segunda alternancia, implicaba una renovación de la clase política, que la fachada de una cara agradable y un peinado impecable, llevaba detrás ideas innovadoras, estrategias económicas que favorecían el crecimiento, el empleo y que traerían un poco de paz, después de un amplio periodo de sangre.

El escenario prometía, pues se impulsó un periodo reformador, en el que el PRI en el poder, sacaría adelante las reformas estructurales, tan necesarias, que casualmente fueron bloqueadas en sexenios anteriores, por el PRI oposición.

El “Mexican Moment” fue la imagen falsa de un gobierno que comenzaba a fracasar, de un gobierno que no entendió que necesitaba evitar que el regreso del PRI conllevara el regreso de los vicios del PRI, que no entendió que antes de buscar más recursos, necesitaba establecer mecanismos para que estos no quedaran en la bolsa de los políticos, que no entendió que para sacar a los delincuentes de las calles, había primero que cerrarles las puertas del gobierno.

El “Mexican Moment” fue el espejismo perfecto que buscó disfrazar, para el exterior, lo que en el interior del país, cada día fue más evidente; el PRI no olvidó nada; el PRI no aprendió nada.

Sin embargo, hoy, cuando se está cerca de los dos años de gestión del presidente Peña Nieto, es un hecho que no podemos hablar de un “Mexican Moment” con la misma ligereza con la que se habló hasta hace poco. No lo podemos hacer, porque es el momento de ponerle fin a la demagogia que parece la constante en el gobierno, entendiéndola dijera Abraham Lincoln, como la capacidad de vestir las ideas menores, con las palabras mayores.

Porque el momento de México está bañado en sangre y sin futuro.

Tenemos una grave crisis institucional que no está siendo contenida y puede llevar a que las cosas se salgan de control.

El gobierno ha traicionado a sus gobernados. Iguala, es la imagen de realidades vividas en Michoacán, en Oaxaca.

El estado, está traicionando a su pueblo, Tlatlaya se repite también en otros lados, Tamaulipas es otro ejemplo.

La actitud de la clase en el poder, puede llevar a un descontento social extremo, el surgimiento de las autodefensas es el primer síntoma de un mal mucho más grave; la gente amenaza con tomar la ley en sus manos y esto es aprovechado por grupos del crimen organizado, quienes los están armando y dirigiendo contra sus grupos rivales. Lo más aberrante y penoso, fue que en el caso de los atletas secuestrados la semana pasada en el Ajusco, la policía federal intervino solo para asesorar a la familia en la negociación del rescate y el pago de los 250 mil pesos por su liberación.

La primera regla en un estado de derecho, es no negociar con delincuentes.

La realidad del momento, es un gobierno que pierde legitimidad y esto es aprovechado por el populismo senil de Andrés Manuel López Obrador, quien está logrando que, lamentablemente, su candidatura presidencial en 2018, tenga posibilidades serias de triunfar.

Y es que, además de la inseguridad, de la falta de estrategia anticrimen y del nulo respeto a los derechos humanos, el gobierno de Enrique Peña Nieto está entrando en el tan repetido escenario priista, de las dificultades económicas.

El horizonte no pinta muy agradable y los pasos que da el ejecutivo, parecen no ser los adecuados para enfrentar lo que viene.

La economía mundial no tendrá en el 2015 su mejor año, por el contrario, los incipientes signos de recuperación, parece que permanecerán estáticos el próximo año.

El precio del petróleo se encuentra en un preocupante declive, en gran parte por el importante aumento en la extracción de crudo en los Estados Unidos, que ya no depende de sus importaciones en la misma medida que hace unos años, de ahí que los conflictos en medio oriente ya no incidan en la cotización del hidrocarburo. Hoy Estados Unidos surte sus faltantes de petróleo, importándole a Canadá.

Nuestro país depende en gran medida de sus ingresos petroleros por exportación de crudo y, si bien es cierto que se redujo la estimación del precio del barril de 82 a 79 dólares, también es cierto que hoy cotiza en 77 dólares por barril y un pronóstico más realista, lo ubicaría más cerca de 75 que de 79.

Esto afecta, sin duda, el éxito de la reforma energética, pues no es lo mismo que los inversionistas consideren invertir en el país con el petróleo en 90 dólares, que en 75. Además que no hay que dejar de observar que, la explotación del Shale Oil, deja de ser negocio si el barril cae a 70 dólares.

La caída del precio del crudo, no representa ningún beneficio para los mexicanos, pues la política del gobierno, de buscar obtener ingresos desde donde sea, lleva a un incompresible aumento de las gasolinas, para el 2015, del 3%, que se aplicará de golpe en enero próximo.

Y es que la realidad desmiente en todo, la ficción de dos años. Es evidente que no tenemos como presidente, ni al estadista del año, ni el secretario de hacienda, es el ministro de finanzas del año. Muy cuestionadas quedan las publicaciones que otorgaron esos reconocimientos a Peña Nieto y a Luis Videgaray, pues son los mismos que, en estos dos años, han tenido que recortar las perspectivas de crecimiento del país, como consecuencia de sus políticas económicas, pero más que nada, de una equivocada política fiscal.

Es preocupante ver los números que maneja el gobierno, los cuales arrojan niveles de déficit cercanos al 4%, con un endeudamiento diario de más de 1,600 millones de pesos, con su abultada nómina y la ineficiencia en el gasto.

Es un gobierno que no está actuando con responsabilidad, que comienza a recorrer el mismo sendero, de esos caminos que nos llevó a terribles crisis, que no entiende que el asistencialismo, llámese OPORTUNIDADES o PROSPERA, sólo sirve para administrar la pobreza y no para sacar a la gente de ella.

El “Mexican Moment” no existió y Peña Nieto, no está salvando a México, por el contrario, el presidente está olvidando que su pueblo lo necesita, es hora de hablar menos y actuar más. Es tiempo de que el ejecutivo pacte, no con sus socios, sino con sus ciudadanos, de que el poder vuelva a la gente y de que la restructura de la nación, incluya a la sociedad.

Twitter: @niniodeoro

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