Qué hacer después de la orgía
El momento que vivimos
Por Federico Chilián Orduña
En 1991, el filósofo francés Jean Baudrillard decía que, «si fuera preciso caracterizar el estado actual de las cosas, diría que se trata del posterior a la orgía. La orgía es todo el momento explosivo de la modernidad, el de la Liberación en todos los campos, Liberación política, Liberación sexual, liberación de las fuerzas productivas, liberación de las fuerzas destructivas, liberación de la mujer, del niño, de las pulsiones inconscientes, liberación del arte».
Abundó Baudrillard en su libro «La transparencia del mal» sobre la descripción de esa orgía, del modo como se habían desatado todas las fuerzas, las del bien y las del mal, las de lo bello y de lo feo, y concluía su percepción del estado actual de las cosas, con la pregunta de ¿qué hacer después de la orgía?.
Ya sabemos lo que hizo la humanidad, y en particular nuestro país, después de esa orgía, lo que sucedió a lo largo de tres décadas después.
El mundo entró en una etapa de descredito hacia todas las ideologías. El fin de la historia, decía el sociólogo estadounidense japonés, Francis Fukuyama; ha llegado, todo se moverá de acuerdo con los intereses del mercado. Todo gira alrededor de una venta.
En México, los recursos del Estado y de la Nación, se convirtieron en el botín de la clase política qué arribó al poder encabezada por la tecnocracia neoliberal.
Quienes se beneficiaron del poder, los Salinas, Zedillo, Fox, FeCal y Peña, y toda su parentela, continúan la orgía. FeCal dice que no sabía lo que hacía su Secretario de Seguridad, Genaro García Luna; lo cual, en el remoto caso que fuera cierto, eso no lo exime de Responsabilidad.
Las funciones son las únicas qué se delegan, la responsabilidad no. Debe saberlo Felipe Calderón Hinojosa, más conocido como el terrible FeCal.
Ellos siguen su orgía, se la curan de incógnitos, como se ve a Enrique Peña Nieto con su nueva pareja Diana Ruiz, en una pizzeria de Nueva York, disfrutando la impunidad.
Ya es hora de ponerlos a trabajar, siquiera qué laven los excusados del reclusorio ¿no?
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