Las maratones filosóficas o los seminarios democráticos
Por Francisco Tomás González Cabañas
La innovadora propuesta de dialogar en torno a un eje conceptual, pretende ir en rescate de un aspecto de lo humano que de un tiempo a esta parte, olvida, oblitera, eclipsa la posibilidad de hablar pensando, de comunicarse bajo la razón con relación a un otro, escuchándolo, incluyéndolo, incluso rebatiéndolo, dándole, y dándonos, de esta manera el reconocimiento en lo colectivo y general de un nosotros. Diversas razones hicieron que nos automaticemos en un sistema, cómodo y alienante, que nos pretende robotizados, desapasionados e irracionales, ratificando solamente posiciones que no nos pertenecen y que dibujan un escenario desértico, deforestado de las condiciones que otrora nos enorgullecían de lo humano, como nuestra posibilidad de conversación y diálogo. La actividad, el ejercicio, de maratonear filosóficamente, propone poner en movimiento el músculo intelectual para que desandemos, el encuentro en la palabra, el entendimiento y por esto mismo una acción pura y eminentemente democrática.
Con más de treinta ediciones, con el antecedente inmediato anterior de los conversatorios filosófico-políticos del año 2020 (veinticinco ediciones), el agenciamiento propiciado desde la cuenta “Club mundial de filosofía” (desde donde se transmiten en vivo las ediciones de las maratones filosóficas) fundado por Francisco Tomás González Cabañas, con el acompañamiento desde España de Ana Lacalle y desde México por Jorge de la Torre López, la actividad contó con la participación de eximios y notables intelectuales de diversas partes del mundo, que más allá de sus respectivas improntas y acervos curriculares, se dispusieron al “pensar en vivo” y al encuentro democrático en las referencias y diferencias de unos y otros.
Tal como lo expresa Slavoj Žižek en “Cómo un ladrón en pleno día” (Anagrama. Barcelona. 2021): “La gente quiere la apariencia de la elección, no la elección real…Por eso nuestras democracias funcionan…con nuestro consentimiento: actuamos como si fuéramos libres y decidiéramos libremente; en silencio no sólo aceptamos sino que exigimos que un mandato invisible (inserto en nuestra mismísima forma de nuestra libertad de expresión) nos diga que hacer y que pensar…hemos alcanzado así el punto más bajo de nuestra vida política…El tópico de basta de hablar y vamos a actuar es profundamente engañoso. Ahora deberíamos decir precisamente lo contrario: olvidémonos de la presión de hacer algo y comencemos a hablar en serio, es decir, a pensar”.
Las maratones filosóficas van en este sentido y cada una de las ediciones, que pueden verse luego en su registro grabado, se convierten en seminarios del concepto, seminarios democráticos, en la apertura, para que la desgarradura social, la ruptura del lazo social, pueda empezar a cicatrizar y con ello empezar a reconstruirla.
En caso de que coincidamos con lo que propone Paul Preciado, los términos del régimen “farmacopornográfico” que molecularmente, viene modificando lo dado de lo humano, disueltas las lecturas “naturales o esencialistas”, la palabra, el diálogo, la conversación y el encuentro en la diferencia, mediante la razón, cada vez quedará más lejos y de cumplimiento casi imposible. El fenómeno refractario de la apelación a lo más instintivo, en verdad, se recrudece en relación a la interpelación a lo más violento y agresivo de lo que nos queda de lo humano, química y técnicamente, modificado.
El falso dilema o la dicotomía falaz, en marcha y acelerada. O damos la batalla, virtual, mediante golpes, gritos y escándalo o nos atenuamos en el olvido, en la pausa, en el silencio cómplice y la comodidad de espectador.
Sí mediante la noción de la reacción química, de los comportamientos humanos sólo nos atenemos a morir a diario para evitarnos la posibilidad de vivir (adicción a píldoras para no sufrir, grageas para gozar, tratamientos para cualquier transformación que nos impida nuestro deseo) en el desconcierto y desasosiego, lo democrático, en su sentido lato, cada vez será más lejano y ficticio de lo que propuso o propone desde un inicio.
Por tanto, nos queda la fuga, de la opresión de lo determinado. El sendero que nos podrá devolver ciertos aspectos olvidados. Escuchar al otro, entenderlo, proponerle y hablarle, sentirlo y sentir nuevamente la posibilidad de un nosotros democrático.
Es indispensable para la política, para los que puedan decodificar que esta actividad de lo humano, va más allá de lo electoral, del número como abstracción y de la cosificación de las necesidades, alentar, promover y ejecutar actividades tendientes al pensamiento, al poner las palabras en su posibilidad de entendimiento y con ello dotarlas de un sentido de lo democrático, en el encuentro de lo individual y lo general, de lo público y lo privado.
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