El Sol quiere matarnos
Por Jafet Rodrigo Cortés Sosa
Desperté y la pesadilla había comenzado. La visión de aquella entidad lo cubría todo, no había manera sencilla de escapar. Sus extremidades se extendían en la infinidad, tocándonos no con sutil y cálida gracia, sino con una ascendente violencia; como si quisiera quitarnos la vida, matarnos a todos.
La humanidad lo conocía de múltiples formas, todas ellas desde la idolatría. Las lenguas-dialectos cambiaban, los pueblos se convertían en ciudades, las ciudades en Estados y los Estados en países, pero la veneración seguía siendo igual de intensa por su poder y grandeza, por su capacidad de dar vida y dispersar la oscuridad.
Astro rey, estrella clase G2V, Tonatiuh, Helios y el Sol, eran algunos nombres por los que le conocían, y ahora su furia se había volcado contra toda la vida, pero especialmente contra nosotros, persiguiéndonos sin cuartel desde las primeras horas de la mañana, sofocándonos hasta en las sombras, evaporando cada milímetro de líquido vital que pudiera sostener -siquiera endeblemente- nuestra existencia.
El sol acabó con todo. Ciertos presagios llegaron con antelación, pero hicimos caso omiso a las advertencias, mientras el tiempo transcurría indicando con mayor claridad que transitar por este camino nos llevaría a la extinción. Pocos hicieron algo para cambiar de rumbo, poco significaron aquellos esfuerzos pírricos frente a la brutalidad del último embate. Fue un reinicio para todos, una segunda oportunidad sin nosotros.
Últimamente pareciera que el sol busca matarnos a todos de alguna forma, ya sea quemándonos gravemente, deshidratándonos, provocando incendios o haciéndonos perder la cordura. Sobre esto último, sus intenciones oscilan entre reducir nuestras funciones cognitivas, aumentando nuestra irritabilidad y enojo;
impulsando ataques de pánico, contribuyendo a la depresión o simplemente empujándonos al suicidio.
Algunas batallas contra el sol las hemos ganado, otras, brutalmente hemos sido devastados. Es lógico el resultado actual, visualizando su inmenso poder, y de nuestra contribución al consumir la naturaleza sin pudor, arrasar con la vida a través de la guerra, acelerando el proceso de deterioro.
Pagamos todos por el descuido, la ignorancia y la inagotable búsqueda de tener más poder y riquezas; pagamos todos por aquella necesidad imperante de consumir para producir, de producir a costa de destruir. La vida paga de vuelta con la misma moneda y terminamos cosechando la inversión de muerte que desde el principio de los tiempos hemos acumulado.
El daño que hemos provocado, ha vuelto contra nosotros cada vez con más fuerza. El clima ha transitado hacia los extremos, entre ardientes temperaturas y fríos insostenibles, apretándonos cada vez con más fuerza el cuello, mientras nuestro espíritu se vuelca hacia el deseo de que ese frágil hilo del que pende, se rompa.
Así, el sol se ha volcado en nuestra contra, pero no es el único que actualmente quiere matarnos; cada vez se vuelve más grande la lista de enemigos que tenemos que enfrentar, pagando los platos rotos del pasado, sin que de mucho sirva lo que hagamos en el presente para cambiar de rumbo, evitar el precipicio.
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