El Sendero de los iluminados: ¿Existe la eternidad?

Por Alan Prado

“Aristóteles y Newton creían en el tiempo absoluto. En otras palabras, ambos creen que se puede afirmar de forma clara e inequívoca la posibilidad de medir el intervalo de tiempo entre dos acontecimientos, y que este intervalo de tiempo será el mismo para todos los que lo midan, siempre que se utilice un buen reloj. El tiempo está completamente separado e independiente del espacio. En realidad, esto es algo que la mayoría de la gente consideraría de sentido común. Sin embargo, hemos tenido que cambiar nuestras ideas sobre el espacio y el tiempo” (Stephen Hawking)*

Si, dejando de lado todas las posibles objeciones, aceptamos que nada existe, que el universo surgió de la nada, por lo que tiene un principio y que este principio si necesito una causa, entonces podemos intentar asumir, por las razones que hemos enumerado anteriormente, que la causa anterior es necesariamente inmaterial, atemporal y omnipotente.

Así pues, tenemos una causa eterna (Dios) y un efecto temporal (el universo). Pero de nuevo nos encontramos con una falacia lógica, la del “alegato especial”, en la que uno de los elementos involucrados en el razonamiento está exento de las características que forzosamente atribuimos a los demás elementos. Es decir: si atribuimos al universo la necesidad de un principio, ¿por qué no se la atribuimos también a Dios? Y ciertamente el argumento cosmológico necesita de este alegato especial para mantenerse en pie, así que la justificación de que Dios sí puede ser eterno mientras que el universo no puede, se convierte en un punto clave cuando consideramos la cuestión. La respuesta de algunos apologistas a esta cuestión consiste en un cierto «non sequitur» (no se sigue), una asunción de la validez de ciertas premisas basada nuevamente en la mala interpretación o al menos en la interpretación parcial de ciertos conceptos científicos. Esta respuesta está respaldada por la idea de que, con el comienzo del universo tal como lo conocemos, surgió el espacio-tiempo.

En otras palabras, el tiempo tiene un comienzo y no siempre existe. Esta idea es importante, ya que los defensores modernos del argumento cosmológico defienden precisamente la tesis de que el tiempo no siempre existe, entre otras cosas por la idea de que el infinito es sólo un concepto matemático sin fundamento real (y por lo tanto una serie infinita de momentos no puede existir) o el recurso a famosas paradojas que expresan la imposibilidad de un tiempo infinito ha pasado en el pasado.

«El tiempo nunca pasa».

En cierto modo, este argumento es otra forma de refutar la causalidad infinita, como el de Tomas de Aquino y Leibniz, pero expresado con ejemplos más modernos, como la metáfora de Hilbert sobre el Hotel Infinito (un hotel con un número infinito de habitaciones utilizado para ilustrar extrañeza y las propiedades contradictorias del concepto de infinito si fuera real).

La principal objeción a la idea de que el universo no puede existir para siempre y por tanto, requiere un comienzo (y, por tanto, una causa) es el concepto de «tiempo» utilizado. Ésta es la concepción tradicional del tiempo como una dimensión lineal como un río.

Ésta es la percepción intuitiva del tiempo que todos tenemos en la vida: el tiempo como propiedad intrínseca de la realidad, como el río inmutable por el que fluye la realidad, un río que nunca más se detiene. Si la materia desaparece, el río del tiempo seguirá fluyendo, pensamos intuitivamente.

De hecho, no conocemos ningún método para medir el tiempo que no se base en el movimiento. Ya sea el movimiento regular de las estrellas (relojes de sol), el movimiento mecánico de piezas metálicas (relojes clásicos), el movimiento de impulsos eléctricos (relojes digitales) o incluso el movimiento de partículas elementales (reloj atómico). El tiempo es una expresión de movimiento, no una cantidad absoluta que existe por sí sola. De hecho, sabemos que el río del tiempo no “fluye” al mismo ritmo en todas partes del universo (“el tiempo es relativo”) y por tanto no existe un único río del tiempo. No hay manera de que esto pueda suceder. Para decirlo tal vez de forma un tanto imprecisa pero categórica: el tiempo no existe. Por tanto, si el tiempo no fuera una única cantidad lineal sino una dimensión que construimos a partir de lo que observamos en otras dimensiones, ya no existiría “una sucesión interminable de acontecimientos pasados” que hace imposible imaginar la existencia eterna del universo o el universo de acontecimientos anteriores. De hecho, el concepto de “principio” es inútil en sentido absoluto, ya que en rigor no habría ni principio ni fin.
Sólo habrá diferentes estados de existencia de “lo que es”.

Conclusión: Si el tiempo no es una única dimensión lineal, no necesitamos pensar en la necesidad de un comienzo del universo y el universo podría haber “estado siempre ahí”.

» El Observador afecta lo observado»

Alan Prado ( AMEP 11:11)

Deja un comentario