El cuento de la noche: Visiones del cine
Por Manuel Pérez Toledano
Aquella tarde dominical despedía una rara fragancia, sutil fragancia que enervaba el alma haciéndola sentirse desfallecida y hueca. Mi novia –enganchada a mi brazo igual que paraguas, me acompañaba silenciosa.
Era una tregua en que el dulce amor abría un paréntesis en el hastío.
La tarde se presentaría prolongada y densa. Lentos y pesados, se desperezaban los osos blancos de las nubes.
Escasas, las monedas formaban triste corrillo en el fondo de mi bolsa. Y nos encaminamos a un cine , en busca de la prodiga sombra salpicada de sueños.
El público, hacinado, invadía la entrada del cinematógrafo. A pesar de ello –sin darnos cuenta- llegamos hasta el interior de la sala, dos butacas nos estrecharon en sus brazos, dos únicas y solitarias butacas que nadie había ocupado. ¿Por qué?…
Cuando dirigí la vista a la pantalla, un latigazo de horror sacudió mis entrañas. Nerviosamente oprimí la suave mano de mi amada. Lo que veían mis ojos era inenarrable: seres moviéndose y gritando en forma inaudita. ¡No!; no eran hombres!, eran bestias desorientadas en el fango… o visiones lúgubres arrancadas de las pesadillas de un demente.
La emanación torva de la pantalla me subyugó tiránica.
Yo era ya un endeble sujeto abismado en el horror.
De repente, la tierna voz de mi novia vino a rescatarme del alcaloide cinematográfico: -¡Mira! me dijo ¿es un caballo aquello?…-preguntó al mismo tiempo indicaba un extremo del lunetarió. Esforzando mi vista, contemple un hermoso caballo sin arreos ni bridas: de su cuello pendía una soga que lo sujetaba al varazo de una butaca; su larga cola, abundosa en cerdas relucientes, casi le llegaban al suelo. De vez en vez, coceaba con solemnidad. ¡Maravillosa estampa!.
De momento, la presencia del bruto me pareció una contribución para dar mayor realce al espectáculo. Pero mi amada e hizo reflexionar sobre el caso, adujo que un espectador caballo no debía tomarse por natural.
Trabajo me costó convencerla de su error. Le dije que se trataba de un asunto sin importancia, quizá un tipo desconfiado que no quiso dejara su trotón en el pórtico.
Después de varios alegatos, teníamos la mirada hacia el radiante cuadrangular: aunque, por distracción sufrida, ya no podíamos amoldarnos con aquellos seres. Ahora nos parecían vanos e incoloros, y envueltos en una insípida intrascendencia.
Un relincho del penco nos provocó violento sobresalto. Y a continuación, el acabose… Las voces de la pantalla fueron cegadas por el mormullo del público. El animal se había soltado del lazo, iniciando veloz carrera alrededor del salón. Las personas que congestionaban los pasillos laterales se replegaron sobre el centro. ¡Y el jaco daba vueltas y más vueltas como si estuviera en la pista de un circo!
Tuve que calmar nuevamente a mi novia, explicándole que tal vez intercalaban la variedad a media película.
Mas en esta ocasión, ella se puso furiosa, replicándome que andaba yo perdido en la obscura selva de la inconciencia.
A instancias suyas me dirigí en busca del gerente del cine, par protestar por la irrupción del cuadrúpedo. En la pantalla, un ente apaleaba a otro hasta romperle la cabeza, una masa blanca brotaba por la heridas…Subí las escaleras sin comprender nada –como el reino de la infancia-, y sintiendo un miedo profundo, porque mi novia no me acompañaba.
Un individuo derrapado que fungía como empleado me condujo ante el gerente –gordo, de lentes-, que barajeaba un sucio fajo de billetes.
-¿Qué se le ofrece? –interrogo receloso.
-Pues, señor… -dije- ¿su salón es un circo o un cine?
-¿Por qué pregunta eso?
-Por un caballo que nos impide ver a gusto la película.
-¿Se refiere usted a “Babieca”… ¡Caballero, esta usted mencionando a “Babieca” el caballo mas fino e inteligente que existe en el mundo! ¡Si señor, este animal es un orgullo de su raza!… ¿Recuerda usted el alazán que el presidente Madero, triunfante, recorrió la ciudad?… Pues nada menos es el tatarabuelo de éste. También cuenta entre sus ascendientes ¡casi nada! Al Bucé Falo de Alejandro Magno, al dócil caballo de Carlos IV y al famoso “Mala cara” de Tom Mix. Otros tantos, fueron campeones de carreras y corceles sabidos de circo. Además “Babieca” sabe jugar polo y tiene un primer lugar en saltos de obstáculos. Mas he aquí la mancha , “Babieca” es muy aficionado al cine; asiste con gran regularidad que esta empresa acordó mandarle construir una butaca especial, con pesebre al lado.
Casi nunca molesta: si se insolentó, acaso se daba a que algún guasón le arrojo una zanahoria, o a lo mejor vio aparecer en la película una yegua… La ventaja es que se calma; es muy educado. En estos instantes debe estar tranquilamente embebiendo la pantalla… ¡Par servirle a usted caballero!. –Di las gracias y me retiré lleno de perplejidad. Cuando regrese a la sala , los espectadores estaban quietos y abstraídos. El caballo “Babieca”, brillaba por su ausencia. Busque a mi novia para comentarle el resultado de la entrevista con el gerente… Pero también ella había desaparecido. ¿Se habría fugado con el solípedo?…
Y sentado , imaginé a mi amada como una amazona, cabalgando en un Pegaso, pero abrutamente, me despierta de mi fantasía un bofetón, ¡me equivoque de butaca!.
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