Veneno Puro

*Tareas por Legislar
*DF Entidad Relegada
*Si se Suelta un Toro

Hablamos desde hace tiempo del imperativo de discutir sobre dos temas tremendamente polémicos: la pena de muerte para secuestradores, narcotraficantes y terroristas –hay voces en el sentido de que deberíamos igualmente incluir a los pederastas y los violadores-; y la legalización de las drogas como única salida real para detener las matanzas de civiles inocentes y recuperar, aunque sea en parte, el entorno de tranquilidad que los mexicanos merecemos. La paz perdida –aunque se alegue que en otras naciones latinoamericanas los índices de criminalidad son mayores-, está colocándola territorio nacional en barata y de ello se están aprovechando los grandes corporativos. Es un hecho incontrovertible que se suma al drama inaceptable de las más de cuarenta mil victimas civiles por efecto de la persecución gubernamental a las mafias.
Debo confesar a los amables lectores que, durante largo tiempo, sostuve que era inaceptable matar con el pretexto de redimir y desde las instancias gubernamentales. No podía soportar la idea de un Estado que observara como legal privar la existencia de sus gobernados, aún en el caso de los delincuentes mayores, asumiendo el papel de Dios. Sin embargo, también es válido reflexionar sobre una premisa: muchas veces, la pena mayor significa librar de flagelos, e incluso de la muerte, a cientos, tal vez miles de ciudadanos inocentes. ¿Cuántas de las cuarenta mil ejecuciones sumarias contra la población civil, en estado de indefensión, podrían haberse evitado de haberse ejecutado a cuantos se arrogan el derecho de disponer de las existencias ajenas con tal de asegurar sus intereses abyectos?
En círculos de la ciudad de México cada vez es mayor el clamor sobre la necesidad de tomar medidas extremas para paliar una situación de franca emergencia. A cambio de ello, las fuentes oficiales presentan estadísticas que exhiben a naciones de Latinoamérica, como Brasil y Colombia, con porcentajes mayores de homicidios por cada cien mil habitantes como ya hemos reseñado -25.3 en el primer caso y 37.3 en el segundo, mientras se adjudica a México una media de 11.9, mucho menor-, pero no se dice que, en todo caso, los países mencionados van saliendo de sus propias conflictivas al punto de observarse una mejoría sustantiva aun cuando prevalecen flagelos importantes. Y en México aún no tocamos fondo al punto de que este columnista manifiesta, abiertamente, sus dudas sobre el porcentaje oficial porque no es dable conocer la manera como se limpia para amortizar las cifras como si se tratara del habitual “redondeo”, falsamente altruista, de los grandes almacenes de consumo.
¿Se tomarán en cuenta a las víctimas de la guerra entre las Fuerzas Armadas y los grupos de narcos-secuestradores-terroristas que están avanzando? Para colmo, obcecados y delirantes, los responsables de la seguridad pública niegan a estos últimos aun cuando los bombazos en instituciones de educación superior son acreditados a una mafia internacional fascista –“Individualidades Tendiendo a lo Salvaje”, como se hace llamar-, que ha sembrado seria inquietud entra la sociedad a falta de posiciones concretas de un gobierno más preocupado en disimular que en explicar los hechos consumados.
Estamos en campaña y, por ello, también debe recitarse oficiosamente que nuestra economía resistirá más que las del primer mundo cuando nos llegue el tsunami de una recesión mundial. Y es que a Ernesto Cordero, secretario de Hacienda hasta que a él le dé la gana, le preocupa más conservar su imagen aunque luego le estallen en las manos sus imprevisiones.
Debate
En medio del maremágnum de declaraciones superficiales previas a la campaña de 2012 –“requerimos a un secretario de Hacienda de tiempo completo”, como señalaron Santiago Creel y algunos voceros priístas por ejemplo, sin apuntar que sería necesario igualmente contar con un presidente de la República de las mismas condiciones-, surgió una propuesta sensata, a la que calificó así libre de los partidismos que encasillan torpemente, del entonces jefe de gobierno defeño, Marcelo Ebrard, en apariencia muy rezagado en eso del posicionamiento nacional ante la sorprendente recuperación que logró Andrés Manuel López Obrador.
Hace poco más de dos años, con motivo de la inauguración del Museo de las Constituciones –al parecer le copia la fiebre museográfica al ex gobernador de Coahuila, Humberto Moreira, quien extendió el hábito-, Ebrard volteó hacia el entonces senador Manlio Fabio Beltrones, quien fraguaba de manera empedernida su propia precandidatura presidencial, muy por detrás del siempre vanguardista de la justa en el PRI, Enrique Peña-, y le sugirió legislar sobre el imperativo de dotar a la ciudad de México no sólo de una Constitución local, como la que tiene cada entidad de la República en ejercicio de su soberanía, sino igualmente de modificar la estructura política de la capital como una manera de acercarse al esquema parlamentario, dejando atrás, en definitiva, al presidencialismo que ha resultado bastante más dañino por la torpeza operativa de quienes han sido sus titulares desde 2000.
De plano, habló de la posibilidad de separar las funciones de jefe de Estado y de gobierno, proviniendo el segundo de la fracción más votada en el Congreso y asumiéndole como responsable de la administración pública, mientras el primero, el presidente-monarca, sólo se ocupara de la representación nacional y de los factores de unidad indispensables para garantizar la gobernabilidad del país. Ebrard aseguró que, con un poco de voluntad político, tal iniciativa, que ya está en las Cámaras desde hace varias décadas, podría prosperar y ser una realidad al término del período ordinario de sesiones a comenzar el primero de septiembre, con los demonios de la sucesión presidencial cubriendo el ámbito y cada curul y escaño. De allí la sonrisa irónica de Beltrones, también interesado en su destino particular, esperando un traspié o un drama para escalar la cima de una candidatura sucedánea… como en 1994. Los seres humanos, en ocasiones, parecemos zopilotes en busca de la carroña.
El fondo de la cuestión es lo que importa por lo insostenible de mantenernos a la mitad de medio: esto es sin aplicaciones del presidencialismo autoritario de otras épocas, más por torpeza que por decisión democrática, y con un Congreso en donde se viven, todos los días, los festines de los sectarismos facciosos.
La Anécdota
Suele ocurrir entre los legisladores que los menos indicados para acceder a determinadas comisiones terminen por presidirlas. Es parte de las negociaciones partidarias ahora agudizadas.
Hace varias décadas, allá por los sesentas del siglo anterior, ocupó una diputación el célebre Silverio Pérez, llamado “el faraón de Texcoco”, cuyo sello singular modificó para siempre al toreo mexicano a grado tal que se sigue cantando la loa musical de Lara en su memoria. Pues bien, uno de sus colegas legisladores, muy aficionado a los toros, no pudo contener un sentencia lapidaria cuando conoció el anárquico reparto de las tales comisiones:
–¡Si en esta Cámara se da suelta a un toro, al último que se comisiona para lidiarlo es a Silverio.
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E-Mail: loretdemola.rafael@yahoo.com
¿CUÁNDO LLEGARÁ EL DÍA EN QUE LOS LEGISLADORES, CON SENTIDO COMÚN –UNA PIEZA EXTRAVIADA EN EL LLAMADO “SISTEMA”-, SE ACUERDEN DE QUE SU TAREA PRINCIPAL ES ADECUAR LAS REFORMAS A LOS HECHOS, LA REALIDAD A UNA LEY FLEXIBLE Y EXPLICABLE? HABLEMOS DE LA FILOSOFÍA QUE SUGIERE SAVATER PARA ADAPTARNOS A LA NUEVA ERA CIBERNÉTICA. SI NO LO HACEMOS, NOS QUEDAREMOS MIRANDO A LAS ESTRELLAS… SIEMPRE DESDE ABAJO.

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