Rusia-EE.UU: Relaciones atomizadas por la confrontación

Moscú (PL) La contraposición en la visión de los asuntos internacionales, la aspiración al policentrismo y a una agenda global colegiada sin un monopolio hegemónico norteamericano siguen gravitando en la confrontación entre Rusia y Estados Unidos.
A casi un año de la primera fase del escenario de desestabilización en Ucrania (las protestas opositoras en Maidan, en noviembre de 2013), las relaciones ruso-estadounidense permanecen en su nivel más bajo desde la desintegración de la Unión Soviética, a inicios de la década de 1990.
Desde el punto de vista militar, bajo presión de Estados Unidos, la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) destacó de manera permanente fuerzas y medios en territorios fronterizos con Rusia, como Estonia, Letonia y Lituania, situación que no existió ni en los tiempos de mayor tensión durante la Guerra Fría.
En el plano político-diplomático, Moscú ha calificado de «aberración» la afirmación reiterada del presidente Barack Obama de que Rusia constituye la segunda peor amenaza para el mundo después de la pandemia del ébola y por delante del terrorista Estado Islámico.
Las presiones norteamericanas en lo económico hicieron que Australia, Canadá, Japón y Noruega, más la Unión Europea, se plegaran a la escalada de sanciones enfiladas a torpedear el despegue económico de la nación euroasiática y su creciente influencia como actor de peso en el concierto mundial.
Al repasar el traumático capítulo de las relaciones entre Moscú y Washington, el canciller Serguei Lavrov dijo en frase lapidaria que en numerosos campos, los nexos están en un callejón sin salida, incluso antes de la crisis ucraniana.
A su juicio, uno de los escollos tiene su origen precisamente en que las «propuestas de los socios estadounidenses en su mayoría se centran en sus intereses unilaterales» y en el «equivocado enfoque de Washington» al querer atribuirse la excepcionalidad en las relaciones internacionales.
Es un enfoque imperial en los asuntos internacionales -subrayó Lavrov- que debe corregirse, un proceso que sin duda llevará mucho tiempo, añadió el jefe de la diplomacia rusa.
Para el presidente Vladimir Putin, Estados Unidos y sus aliados occidentales se rehúsan a reconocer las nuevas realidades y el fracaso del orden unipolar que ha dominado las dos últimas décadas, en medio de la gestación de un mundo policéntrico, según formuló al participar en las discusiones del Club Valdai, con sede este año en el balneario de Sochi.
Estados Unidos y sus aliados, observó Putin ante numerosos politólogos occidentales, deberían emprender una reconstrucción razonable de la agenda global y adaptarse a las nuevas realidades, en vez de destruir el sistema de contención y de equilibrio que tanto trabajo costó.
La política exterior de la Casa Blanca y el accionar de la administración de Obama en los últimos tiempos centró todo el discurso de Putin en el foro anual, consagrado a los problemas más acuciantes en la aldea común, las relaciones ruso-estadounidenses y la situación interna en Rusia.
Expertos coinciden en comparar la intervención de Putin este año con las líneas expuestas por el mandatario en la conferencia sobre seguridad internacional de Múnich, en 2007, cuando caracterizó sin ambages la situación del mundo y criticó abiertamente la hegemonía norteamericana.
El periódico Financial Times catalogó el discurso del jefe del Kremlin en el Club Valdai como uno de los más antinorteamericanos.
Autoproclamado «líder mundial» y vencedor de la Guerra Fría, Estados Unidos decidió continuar el mismo orden cubriendo bajo sí a todo el mundo y sacrificando el derecho internacional a su conveniencia política, arguyó Putin.
De tal modo, expuso el gobernante, que la noción de soberanía nacional se convirtió para muchos estados en un valor relativo, y consistente en el grado de lealtad a Estados Unidos: entre más alto, más legítimo el régimen de gobierno.
Al respecto, Putin deslegitimó cualquier intención de imponer a un «país independiente como Rusia» las reglas de juego y los códigos de desarrollo, que son cómodos, dijo, a determinadas fuerzas políticas que aspiran de manera agonizante a mantener su dominio mundial.
Para el politólogo Iván Vinogradov, la meta más alta del conflicto con Rusia, en la versión triunfalista de Estados Unidos y de la OTAN, no tiene que ver tanto con los factores materiales (control sobre los territorios o recursos energéticos), sino más que todo con su aislamiento, en tanto fuerza motriz de un nuevo orden mundial, junto a China y otros socios del Brics.
Es así, que una virulenta y feroz campaña antirrusa y contra Putin fue diseminada por Ucrania y a gran escala en toda Europa y Estados Unidos, con la tarea de inocular una idea en la opinión pública de esos países, exteriorizó el analista.
Se trata de mostrar que «el líder ruso y Rusia están fuera de la ley», por lo que cualquier acción o medidas serán justas y estarán justificadas, advirtió Vinogradov.
Relacionó el preámbulo que acompañó al arsenal de sanciones implementadas por Occidente hasta llegar a tocar sectores vulnerables de la economía rusa como el energético (petrolero, sobre todo), financiero-bancario y la industria armamentista.
Así todo, y pese al empeño de Washington, la influencia de la diplomacia rusa ha sido decisiva en la solución de problemas medulares como la lucha del extremismo en Asia Central y la propagación del terrorismo internacional en el Medio Oriente.
No puede soslayarse la activa participación mediadora de Rusia en otros temas críticos como la desnuclearización de la península coreana y el diferendo en torno al programa nuclear de Irán, por solo citar algunas cuestiones actuales.
Los esfuerzos diplomáticos de Moscú fueron decisivos igualmente en un giro cardinal de la situación en torno a la crisis interna en Siria, en septiembre de 2013, cuando se abortaron los planes de una inminente invasión a ese país árabe, fraguada por la Casa Blanca.
En su comentario sobre la discusión en el Club Valdai, el titular del comité de Relaciones Internacionales de la Duma estatal, Alexéi Pushkov, afirmó que ha quedado demostrado lamentablemente que el «pseudoliderazgo» de Estados Unidos conduce al caos y a la sangre.
Los dictámenes unilaterales -en su papel de gendarme mundial- la imposición de estándares, la permanente injerencia en los asuntos de estados soberanos y el apoyo a neonazis y a radicales islamistas han propagado el espacio del caos y la anarquía en las relaciones internacionales, sostuvo Pushkov.
Al prevenir sobre los peligros de una nueva conflagración, el canciller Serguei Lavrov afirmó desde la tribuna de la Asamblea General de la ONU, que un tercer intento de conquistar y subyugar a Rusia podría conducir no solo a una guerra, sino al declive del capitalismo en su fase imperialista.
En la jerarquía de los problemas internacionales, unido a las pandemias y la crisis sistémica del capitalismo, la confrontación geopolítica ruso-estadounidense emerge como asunto medular del que se derivan otras coyunturas como el conflicto ucraniano y una nueva carrera armamentista.

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