Guillermo Robles Ramírez

Puros golpes de pecho

Por Guillermo Robles Ramírez

Normalmente un obispo supervisa una diócesis, que es una colección de parroquias locales y cada determinado tiempo están obligados a dar un informe sobre su especial diócesis.

El resto del tiempo, el obispo viaja alrededor de la diócesis de realizar los sacramentos como la de Confirmación y Orden Sagrado. Hacen sus visitas a las parroquias y numerosas reuniones de la silla con su personal.

Cada obispo tiene su propia autoridad para ejecutar la diócesis. Él no es un embajador del Papa, pero sí gobierna la diócesis local o su entidad como sucesor auténtico de los apósteles, al igual que el Papa gobierna la Iglesia universal como el sucesor de San Pedro.

En unos términos generales se podría definir así las funciones de un obispo normalmente y obviamente antes tiene que predicar el ejemplo para poder participar en la comunidad sobre la conciencia y colaboración social.

Sin embargo, hay obispos que se les vuela la cabeza perdiendo el suelo y no precisamente por angelicales sino porque en su intento desesperado de hacerse notar su participación en la sociedad no limpian primero su casa antes de poder criticar o exigir a alguna autoridad conciencia y justicia social.

No se vale que la iglesia se excluya con el silencio argumentando que la criminalidad, la impunidad e injusticia social sea exclusiva de toda la estructura gubernamental, sin mencionar que también la iglesia ha sido partícipe de ello y que a la fecha solamente el divino castigo ha caído del cielo pero ninguno de estos han sido aclarados ni socialmente y ni mucho menos ante las autoridades porque en ese sentido se sienten excluidos porque serán juzgados para la autoridad de la Iglesia misma que carece de legitimidad procesal socialmente y menos constitucionalmente.

            Siempre es bueno recodar la historia, aunque incomode algunos cuantos fanáticos religiosos, pero ahí están los hechos, pues solo por mencionar algunos casos está el asesinato en la ciudad de México de un sacerdote de Aguascalientes, en donde un sujeto abrió fuego a quemarropa contra Humberto Macías Rosales, el martes 1 de mayo del 2007.

             No olvidemos el polémico comentario del sacerdote Raúl Soto, en septiembre de 1997, en la Basílica de Guadalupe, donde dijo “…más mexicanos deberían seguir el ejemplo de los narcotraficantes Rafael Caro Quintero y Amado Carrillo, que entregaron varias donaciones millonarias a la Iglesia”.

Otro de los muy mencionados es el asesinato del arzobispo de Guadalajara, Juan Jesús Posadas Ocampo, en mayo de 1993, en el aeropuerto de esa ciudad en donde presuntamente una banda de narcotraficantes abrió fuego.

Sobre este mismo caso en mayo del 2001, el Padre José Uribe Nieto, envió un escrito a mano y en latín, al Cardenal Juan Sandoval Iñiguez, donde decía “En el mes de junio del ‘99, el señor Obispo Luis Reynoso, me dijo, delante de testigos, que el asesinato de seños Juan Jesús fue directo e intencional, que de ninguna manera fue por confusión o por las circunstancias sino por sicarios foráneos para esto. Más aún, que él conocía el nombre del mandante, pero no podía hablar ni decírselo a Usted”.

No olvidemos que los más grandes negocios ilícitos son la droga y la pornografía pedofilia, estando involucrado en éste último la iglesia católica. En enero del 2011, una iglesia católica de Boston, divulgó una lista de ciento diecisiete sacerdotes pederastas, acusados de violación sexual contra feligreses., cuya lista lo encabeza el padre Richard J. Ahem, el padre José Alonso , Juan T. Atware, Bailot Eugene, Robert F. Barrett, Sidney Bayer, y así continua la lista.

También una congregación holandesa reconoció su culpa en un asunto de abusos sexuales de la iglesia católica, y afirmando una indemnización generosa por los daños.

La mayoría de las veces éste tipo de obras lamentables la iglesia podrá justificarlas con el silencio, y argumentos religiosos como “actos que cierran el corazón a Dios”, o “Dios perdona a todos los seres humanos; sus malos ejemplos deben ser perdonados como a cualquiera de nosotros”.

Entonces antes de entrar al cuadrilátero de la política e injusticia social, hay que entrar al terreno santo, porque existe una desigualdad en justicias porque delitos como los mencionados en donde al final del día siempre salen impunes y agregando otros como el pago de impuestos que no hace la misma iglesia, y menos el vaticano con la cantidad del imperio empresarial que tienen, sin una transparencia al público y partiendo como principio que si la mayoría de sus ingresos son del pueblo o seguidores están obligados a entrar a un esquema de transparencia por el simple hecho de que el dinero viene de la participación de la gente.

No se diga de todos aquellos que trabajan en las Iglesias, en donde ni siquiera los tienen registrados o dados de alta al Seguro Social.

Mucho egoísmo de los teócratas de aprovecharse del micrófono y la fe de los feligreses con intención de alimentar la fe espiritual se echa a perder la ceremonia religiosa de una manera muy injustamente, ya que en México por eso Don Benito Juárez separo la Iglesia del Estado en su reforma en 1859. Pero esto no significa que sea sinónimo de impunidad cuando incurren en algún delito como la violación de menores de edad, o demandas laborales.

Puros golpes de pecho, pero la separación de la Iglesia y Estado también se encuentra en las propias palabras de Jesucristo (Mateo 22,21) “…dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. (Premio Estatal de Periodismo 2011 y 2013, Presea Trayectoria “Antonio Estrada Salazar” 2018) www.intersip.org