PRIMER AÑO DE SENECTUD

Apenas estamos cumpliendo el primer año del presente gobierno, el 16.6 % del total de su vida programada y, antes de emitir una opinión sobre el trabajo efectuado, se hace indispensable una pausa para reflexionar sobre las posibilidades del devenir nacional.

Es evidente el deterioro del tejido social a lo largo de los últimos cinco lustros. La generalización de la pobreza, con sus terribles consecuencias, no se puede ocultar. La evolución técnica y científica está profundamente constreñida a satisfacer los ordenamientos de los grandes organismos económicos mundiales. La arquitectura, el urbanismo, la agricultura, la generación de energía, el medio ambiente, la educación, el arte y aún la medicina se desarrollan en función de objetivos económicos, generalmente ignorando el bienestar humano que debiera ser su motivo fundamental.

Los políticos profesionales forman una minúscula élite obscenamente abusiva, depredadora y autógena, hasta el momento sin posibilidad de control porque monopoliza el diseño y la aplicación de las leyes, sin respeto alguno por la opinión popular.

Nuestro país cuenta con gran cantidad y diversidad de recursos naturales tanto en su superficie como en el subsuelo, en los mares adyacentes y en su plataforma continental. Su situación geográfica le proporciona enormes ventajas climáticas, ambientales y comerciales. Todo ello incomprensiblemente desperdiciado o aprovechado para beneficio del grupúsculo en el poder.

Paradójicamente, las entidades con mayor riqueza natural alcanzan cifras cercanas al 80% de habitantes en pobreza extrema. Para colmo, en casos de desastres naturales tanto telúricos como meteorológicos, esas regiones son azotadas con mayor intensidad y, por la precariedad económica, con peores consecuencias

De 1982 a la fecha han transcurrido casi treinta y un años, a lo largo de los cuales se han seguido aplicando las mismas políticas, con los desastrosos resultados que todos los mexicanos sufrimos diariamente. Sin embargo, y por increíble que pudiera parecer, los proyectos económicos gubernamentales siguen con los mismos postulados. Y las reformas propuestas, aprobadas y en vías de aprobar por el legislativo, siguen enarbolando las mismas teorías con las mismas promesas incumplidas hasta hoy.

Ahora que se inicia el segundo año del sexenio gubernamental, urge un cambio de rumbo que privilegie el patriotismo y la honestidad. El actual sistema económico y político mostró su perversidad. El gatopardismo que aconseja cambiar todo para que todo siga igual agotó su funcionalidad. El futuro no se puede fincar en la esperanza de un mesías bondadoso que nos venga a salvar del desastre, sino en la certeza del esfuerzo conjunto que nos asegure el progreso en paz y con libertad.

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