¿Para quién fue El Buen Fin?

Por Guillermo Robles Ramírez

Es una lástima que se haya colocado entre la espada y la pared, el programa en México llamado “El Buen Fin 2023” como una competencia con el comercio de los Estados Unidos, pues en las ediciones realizadas hasta el momento, han representado todo un éxito tanto para los compradores como para los comerciantes.

Sin embargo, en ediciones pasadas, cuando existía la Procuraduría Federal del Consumidor, había publicado declaraciones oficiales que durante el mes de septiembre se habían detectado alzas exageradas en los precios de infinidad de productos, particularmente teléfonos móviles, así como sus accesorios, televisores, computadoras y otros más cuyos componentes o materia prima principal es extranjera que van desde un 10 y hasta un 32 por ciento, sobre las cotizaciones registradas.

En su momento nunca se detuvo esta práctica desleal hacia los consumidores, y que había iniciado en el año 2015. Al observar que nada sucedió, es decir, por parte de las autoridades defensoras del consumidor, continuaron haciéndolo año con año.

Muy distante de poder igualar las mismas condiciones del original detonador de consumismo, Black Friday 2023; que comienza el próximo 24 de noviembre en los Estados Unidos. Tiene de unos pocos años a la fecha que “El Buen Fin”, no hay descuentos o promoción sobre productos o servicio, sino que se aliaron a las instituciones bancarias para que por medio del uso de las tarjetas de crédito o departamentales, pudieran pagar todo diferido de 12, 18, 24 o más meses.

“El Buen Fin”, no solo hay que verlo como un instrumento de generar mayores ventas ni tampoco de que el gobierno federal cuente con más ingresos por las altas ventas, si no tiene múltiples vertientes entre ellas, por cierto importantes, la contratación temporal de nuevos empleos, sin faltar los casos en que gente ocupada por este programa, se quede de planta en la tienda que contrató a los nuevos empleados tomando en cuenta su disponibilidad y prestancia para tratar al comprador, como el despertar de negocios no conocidos y con la propaganda del citado programa difunde los productos y servicios que proporciona.

No es criticable que los comerciantes tengan que equiparar los precios de sus artículos compensando el alza que les motiva el nuevo valor del dólar con dinero mexicano, si no lo censurable es que no faltan los que rebasan los límites de obtener una utilidad justa y acorde a lo que venden y por ningún motivo sea por una desmedida ambición, provocando que una buena promoción como “El Buen Fin” caiga a tierra por la avaricia de unos cuantos, al margen de que en la mayoría de los casos y de hecho la mercancía a venderse preferentemente forma parte del stock o volumen de almacenamiento con precios anteriores, no faltando los que aprovechan las circunstancias de que a río revuelto, ganancia de pescador.

En fin, valga la redundancia, mucho trabajo tendrán las Cámaras de Comercio de Coahuila, fortaleciendo sus invitaciones y exhortos a los asociados para no aprovechar “El Buen Fin”, para que no se convierta en un “festín” en ganancias unilaterales, sino que no hay que olvidar ni hacer a un lado que la dualidad o pareja perfecta en el comercio universal fue, es y será siempre, el compartir beneficios, es decir, que los programas sean ganar-ganar, lo mismo para el que compra que para el que vende y no perder su esencia de convertirse en “Un Buen Fin” este exitoso programa instituido por un coahuilense y me refiero al saltillense, Jorge Dávila Flores. (Premio Estatal de Periodismo 2011 y 2013, Presea Trayectoria Antonio Estrada Salazar 2018, finalista en Excelencia Periodística 2018 representando a México, Presea Trayectoria Humberto Gaona Silva 2023) www.intersip.org

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