Guillermo Robles

Ni la pandemia los detuvo

Por Guillermo Robles Ramírez

Hay quien y quienes buscan como justificante la falta de empleo para cometer actos ilícitos. Aunque es un razonamiento sin elementos válidos, porque hay casos en la vida en donde hombres y mujeres aun teniendo un trabajo bien renumerado, los domina el ir a quitarle al prójimo todo lo que se pueda.

Sin que su oficio sea exclusividad de malandrines, es constante la detención de trabajadores del volante o jornaleros de la construcción que, teniendo trabajo, aprovechan las oportunidades que les da sus oficios para entrar a casas ajenas.

También hay taxistas que sirven de “acarreadores” de lo que saquean los rateros, al transportar el producto de los latrocinios al destino que les indica el maleante.

Hay otros muchos ejemplos, la realidad es que es un problema complejo que lastima en demasía a la sociedad y exhibe la impotencia de los policías municipales.

La habilidad de los amantes de lo ajeno se ha hecho cada vez más sofisticado, siendo eficaces en sus estrategias de robo donde la participación ya no es de una sola persona sino de varias.

Esta mini organización comienza desde el albañil, que estudia los movimientos de los miembros de la familia, como son el horario de entrada y salidas de la casa, quién la cuida, cada cuando salen los fines de semana o vacaciones.

Otro de los participantes son personas que se infiltra dentro de los negocios de mensajería quienes también se dan cuenta si en algún hogar se encuentra deshabitada, que tipo de sistema de seguridad cuenta.

También los famosos mochileros haciéndose pasar por albañiles o mecánicos automotrices ofreciendo sus servicios a domicilio, pero en realidad es para estudiar los movimientos de las casas.

Obviamente todos ellos por llevar esta información también les corresponde el reparto de botín, y mientras se planea el robo junto con los horarios de las patrullas cuando se dan sus rondines, o simplemente son distraídos.

Una vez neutralizado la ineficiencia de seguridad pública cometen su robo perfecto llevándose todo aquello que sea vendible en el mercado negro o bien terminan vendiéndose en las famosas mercados de Pulgas.

En estos robos se observan cada vez más la participación de menores de edad por la sencilla razón que no les pagan mucho, son más agiles para correr, y por su tamaño caben en boquete chiquito o alguna ventana la cual fue vencida por medio de un gato hidráulico que por muy anclado que esté en la pared primero destroza el muro antes de vencer la herrería de protección.

La situación es tan alarmante que las propias autoridades, se han mostrado sorprendidas por el alza en los latrocinios caseros.

En algunos municipios del país, habían tomado la decisión de meter a las filas policiacas a personal que había laborado en el ejército, pensando que con una mano dura acabarían con los robos de casa y negocios, pero al parecer han sido más astutos las ratas de dos patas, que toda una carrera militar, puesto que los robos en lugar de ir a la baja suceden todo lo contrario.

La pandemia no fue un impedimento para los rateros ya que ahora son más descarados ya que cometen sus robos, aun cuando una familia este dentro de su casa.  (Premio Estatal de Periodismo 2011 y 2013, Presea Trayectoria Antonio Estrada Salazar 2018, finalista en Excelencia Periodística 2018 representando a México) www.intersip.org

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