Hechos y consecuencias del 5 de Mayo

Hace más de siglo y medio, los conservadores mexicanos, recientemente derrotados en la Guerra de Reforma, que habían llevado a cabo en contra de la Constitución Liberal de 1857, deseosos de conservar sus privilegios y el estilo de vida heredado de la época colonial y preservado durante el Imperio de Iturbide y la dictadura de Santa Anna, promovieron una intervención extranjera, recurriendo a la primera potencia mundial de la época, que era Francia, pidiendo su intervención armada y la imposición de una monarquía en este país.

La suspensión de pagos de la deuda externa por las condiciones del país después de la guerra civil, fue el pretexto ideal para que españoles, ingleses y franceses desembarcaran en México, reclamando la reanudación de los pagos.

El gobierno de Benito Juárez dialogó con los invasores y presentó una argumentación muy razonable: no se trataba de desconocer la deuda sino de diferir su pago hasta que el país pudiese resarcir su economía. Ante la promesa de pago, ingleses y españoles se retiraron satisfechos, no así los franceses cuyo objetivo no era cobrar ninguna deuda sino apoderarse del país, con el apoyo de los conservadores mexicanos.

La batalla

Después de una escaramuza en Acultzingo, los franceses atacaron Puebla, llegando desde Amozoc, desviándose hacia el norte, a la hacienda de Rementería, y desde ahí embatieron el punto más alto de la ciudad, el fuerte de Guadalupe.

El general Lorencez, comandante de los franceses, contaba con el apoyo de los conservadores mexicanos que, al mando de Leonardo Márquez, atacarían la ciudad por el sur, en un movimiento de pinzas para triturar al Ejército de Oriente, al mando de Ignacio Zaragoza.

Pero fueron interceptados el 4 de mayo en Atlixco, siendo dispersados por las tropas liberales, al mando de los generales Carbajal y O’Haran. Ignorante de esto, Lorencez atacó el 5 de mayo confiando en que recibiría el apoyo conservador, que nunca pudo presentarse.

Fueron tres los combates efectuados el 5 de mayo: primero, los franceses fueron sorprendidos por una emboscada tendida por los indígenas de la Sierra Norte que, aparentando huir, los condujeron a dónde estaba agazapado el ejército mexicano regular, que paró en seco a los franceses, a fuego de fusil.

El segundo combate, ya sin sorpresa fue mucho más sangriento y encarnizado, sin que ningún bando resultase victorioso. Algunos franceses lograron penetrar en Guadalupe pero fueron expulsados o hechos prisioneros. Esto obligó a Lorencez a utilizar sus reservas, mandando un destacamento a rodear el cerro, por Xonaca, y atacar por el sur.

Pero los mexicanos tenían de reserva a la caballería oaxaqueña de Porfirio Díaz que, en Xonaca, esperaba la orden de entrar en acción. Al hacerlo destrozó al destacamento francés y se lanzó contra el núcleo principal de los invasores, al tiempo que el general Álvarez salía de Loreto con otro cuerpo de caballería y, entre ambos, destrozaron a los franceses por los dos flancos, obligándolos a huir en desordenada retirada. Las armas nacionales se cubrieron de gloria.

Las consecuencias

Un año después, con un ejército más numeroso y mejor equipado, los franceses lograron tomar Puebla y se dirigieron a la capital del país, obligando a Benito Juárez a emigrar hacia el norte. Los conservadores fueron a Europa a invitar un emperador de “sangre azul”… y así llegaron Maximiliano y Carlota. Los fifís de entonces estaban de plácemes.

Pero ese año de retraso fue crucial: los mexicanos se reorganizaron y pudieron contraatacar, Estados Unidos terminó su Guerra Civil con el triunfo de Abraham Lincoln, que el emperador francés quería evitar pero no pudo, al no tener tiempo para apoyar a los esclavistas; los alemanes detectaron la debilidad francesa y estallaron la guerra franco prusiana, que obligó al retiro de las tropas francesas de México y su traslado al frente europeo. El Imperio Francés fue destruido.

En México, Maximiliano resultó liberal y no apoyó las ambiciones conservadoras. Pese a ello, los liberales mexicanos mantuvieron su guerra contra los imperialistas hasta derrotarlos y, simbólicamente, fusilaron al príncipe europeo Maximiliano junto con los traidores conservadores Miramón y Mejía. México demostraba al mundo que ya no sería más territorio de cacería ni de colonización.

150 años después, los conservadores gobernaban Puebla y, su máximo representante, el gobernador Rafael Moreno Valle, al rememorar a su manera la batalla, manifestó que “El 5 de mayo todos los mexicanos nos unimos como uno sólo frente al invasor”, mentira que pretendía tender un pudoroso velo para ocultar la traición conservadora a la Patria Mexicana.

Hoy, los conservadores, derrotados electoralmente el pasado  1º de junio, luchan por recuperar la hegemonía del país, el presidente nacional de su partido ha invocado la “intervención internacional” para derrocar el presidente López Obrador.

Polvos de aquellos lodos.

También puedes leer: NECESARIO UN NUEVO ENFOQUE EDUCATIVO EN LA 4T