LA CALLE DE LA AMARGURA

Recuerdo que hace algún tiempo, al leer un libro sobre Napoleón Bonaparte, encontré una frase que permaneció en mi memoria, “El tonto tiene una gran ventaja sobre el hombre de espíritu: está siempre contento de sí mismo”.

En días recientes, al ver en las noticias, cómo todos los días sale el presidente Peña Nieto, vanagloriándose de las reformas aprobadas y del rumbo del país, proclamando números engañosos y datos incompletos, que reflejan una imagen muy alejada de la realidad, pienso en las palabras del emperador francés, pues no logro ver una razón para tener en un México tan deprimente, un presidente tan contento.

Y es que este gobierno tiene una extraña tendencia a los grandes discursos, que nos hacen pensar en un lugar, tan distinto al que vemos día a día, que podemos llegar a pensar que Los Pinos, Las Lomas y Malinalco, se encuentran en un país que no es éste, muy lejos de Iguala, Tlatlaya y Apatzingán.

El titular del ejecutivo se ha erigido como el gran legislador, pero ha descuidado la parte administrativa, la que realmente le corresponde, generando un estancamiento del país y demostrando que en conducir a la nación, ha sido un fracaso.

Los números confirman lo anterior y desmienten al gobierno. Los números completos, comparados y contextualizados, evidencian que no solo no hay que presumir, sino que hay mucho que lamentar.

En el inicio de esta presidencia se volteó la mirada a los mercados asiáticos, principalmente a China, pretendiendo ver ahí el futuro de nuestro comercio internacional. Se firmaron grandes acuerdos, minutas y memorándums de entendimiento, que parecían anticipar, según el discurso del gobierno, la presencia de México en otras latitudes.

El panorama actual, está muy lejos de esto. La balanza comercial de nuestro país con China sigue en números rojos, con un déficit que, en el 2014, llego a un nivel record de 60,277 millones de dólares. Es decir, en este sentido, las políticas de Peña Nieto fueron un gran éxito… para China.

Este gobierno, no ha podido ser un apoyo para detonar el crecimiento económico de nuestro país.

El inicio del sexenio, significo una gran caída en el índice general de actividad económica, una medición realizada por el INEGI, producto de una cancelación de políticas gubernamentales que no fueron sustituidas por instrumentos claros ni de forma gradual. El caso más grave se dio en la industria de la construcción, donde un cambio brusco de estrategia, sólo llevo a la quiebra de las más grandes vivienderas.

Hoy, a más de dos años del arranque de la presidencia de Peña Nieto, vemos un ligero repunte del IGEA, que liga gracias al esfuerzo de la ciudadanía y de la clase productiva, seis meses con incrementos arriba del 2%, pero que se sigue quedando lejos de los niveles de aumentos en el sexenio anterior. En lo que va de esta presidencia, solo en diciembre del 2012 se presentó un gran incremento de este índice, de 3.2% explicable más que nada, por el efecto inercial del adecuado manejo económico en el periodo de Felipe Calderón.

El presidente habla de una caída histórica en el desempleo, pero esta es producto de factores ajenos a su gobierno. Si bien en Marzo del 2015, hubo una baja de 0.69% en los índices de desocupación respecto al año anterior, no podemos dejar de observar que, en el mismo periodo, la informalidad tuvo un incremento de 0.34%. Es decir, los mexicanos que se ocupan, lo están haciendo en un sector que en poco contribuye al crecimiento del país.

Es un hecho que el programa Crezcamos Juntos, que pretendía la integración a la formalidad más y más mexicanos, ha sido un rotundo fracaso, pues no ha generado incentivos para que el sector informal regularice su situación.

Parece curioso que ante ese fracaso, los niveles de recaudación tengan máximos históricos, pues en el primer trimestre del año, se incrementó en 33.4% respecto a igual periodo del año previo, cifra que es engañosa, pues contemplan ingresos provenientes de la tóxica reforma fiscal.

Así, mientras que los ingresos por el IEPS, en el que se consideran los gravámenes aplicados a golosinas, bebidas azucaras y las gasolinas, aumento 315.5% con respecto al año pasado y el ISR aumentó su captación en 32%, que sólo es consecuencia de la modificación de las tasas de impuestos, la implementación de unos nuevos y la reducción de las deducciones. La recaudación del IVA cayó en 0.5%, lo que indica dos cosas: que se está exprimiendo más a los contribuyentes de siempre y que el consumo interno está deprimido, vaya, que la gente no compra.

Cabe recordar que estos ingresos del trimestre no serán constantes a lo largo del año, por lo que no es prudente la gestión del gobierno, que los gasta, no para utilizarlos, sino para repartirlos.

En el mismo trimestre, el gasto del gobierno sumó 1 billón 187,747 millones de pesos lo que nos muestra que, a pesar de un anuncio de austeridad gubernamental, no se ve una determinación real por ajustarse el cinturón. Basta ver que, tan solo en marza de 2015, el gasto neto del sector público llegó a 376, 264 millones de pesos, 12.6% más que en el mismo mes de 2014.

La realidad no es como se cuenta en los discursos. Los números no mienten, mucho menos, cuando vemos todos los números.

Aunado a lo anterior la inseguridad que vivimos, tiene aterrorizados a la población.

Los hechos que se vivieron el pasado primero de mayo, en el estado de Jalisco, son la consecuencia de la absurda estrategia del gobierno para combatir a la delincuencia organizada.

En una de las decisiones más estúpidas de la autoridad, para combatir a un grupo criminal, fortalecen a los “contras”.

En este caso, para erradicar a los llamados “caballeros templarios”, permitieron el crecimiento del Cartel de Jalisco, hasta convertirlo en uno de los más ricos y violentos del mundo.

Parece incomprensible que, mientras los grandes capos caen sin un solo disparo, los anunciados arranques de nuevas estrategias de seguridad, focalizadas, sólo generan violencia inútil, sin grandes detenciones y con importantes bajas para los cuerpos de seguridad.

Es evidente que se requiere una acción contundente decidida y bien planeada. No basta el gran anuncio, sino acciones claras.

Cambiar el país, requiere urgentemente de reinstaurar el Estado de Derecho.

Reimplantar el imperio de la ley, que se ha deteriorado desde el primero de diciembre de dos mil doce.

Hemos caído en niveles de legalidad, y nos resignamos a verlo como algo natural.

México no va a cambiar, mientras siga siendo la voz predominante la de los partidarios del statu quo, que caen en la hipocresía de pedir un cambio, mientras luchan porque todo siga igual.

Es hora de silenciar las voces de quienes creen que la democracia puede existir aun cuando prevalezca la trampa, la tranza y el abuso. Por eso es hora de dar muestras claras de que lo primero, es el respeto a la ley.

Es hora de quitarle el registro al partido Verde, como una acción que marque el inicio de una nueva etapa.

No podemos atender a los que piensan que solo el número de votos, habrá de decidir la suerte del partido aliado del presidente.

La ley impone la pérdida del registro, ante la reiteración de las infracciones, las que han sido notorias y sancionadas. Perdón por el ejemplo, pero es tan sencillo como hablar de la expulsión de un jugador de futbol, por la acumulación de tarjetas.

No podemos decir que, mientras tenga el Verde los votos, no puede quitársele el registro, pues es aceptar que los votos obtenidos con trampa, sostengan en la legalidad a un partido tramposo.

La urgencia de un cambio de rumbo es evidente, pues la continuidad amenaza nuestro futuro. En alguna otra entrega le comenté que México transitaba en el boulevard de los sueños rotos, de seguir así, quienes dicen mover a México lo van a llevar a la calle de la amargura.

Síganme en Twitter: @niniodeoro

Deja un comentario