La barbarie en Puebla
Por Arturo Ríos Ruiz
* Inmolan a joven funcionario
* Un oscurantismo criminal
En 1968, en San Miguel Canoa, Pue., se tiñó de sangre el 14 de septiembre de 1968, cuando una turba azuzada por el párroco local atacó y linchó a un pequeño grupo de estudiantes y trabajadores de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. El cura, un fanático anticomunista.
Canoa resultó un lamentable ejemplo de los criminales alcances del fanatismo religioso y el anticomunismo, del fascismo. En aquellos tiempos, “comunista” era un pecado aborrecido en el país.
San Miguel Canoa se ubica en las faldas del volcán La Malinche, cerca de Tlaxcala y Puebla. donde el 14 de septiembre de 1968 llegó un grupo de jóvenes trabajadores y estudiantes para hacer escultismo en la montaña y subir al cráter.
Al grupo, convocado Julián González Báez, casado y con dos hijos, dirigía excursiones para visitar la montaña y de las once personas que irían, además de él, sólo llegaron cuatro: Ramón Gutiérrez Calvario, Jesús Carrillo Sánchez, Miguel Flores Cruz y Roberto Rojano Aguirre.
Canoa era una comunidad indígena, náhuatl y la mayoría de sus habitantes no entendían español, llovía tupido y buscaron refugio. Con el dueño de una tienda que se les negó, acudieron al curato y por órdenes del cura Enrique Meza Pérez, rcuibieron la misma negativa a los jóvenes.
Tañeron las campanas de la iglesia, y desde “un magnavoz se esparció el grito de alarma, previniendo que había comunistas y repartirían propaganda”. Los pobladores, obedeciendo la voz del cura, linchando a quienes consideraban “enemigos de la creencia católica” y el gobierno bajo su manto.
Los pobladores enloquecieron con machete y utensilios para labrar la tierra mataron al anfitrión y a dos de los estudiantes, solo sobrevivieron muy heridos Julián, Miguel, y Roberto.
La narración anterior es para remarcar lo ocurrido después de 54 años en la misma entidad que parece estar marcada por la barbarie, la ignorancia y la ignominia. Un acto que avergüenza al gobierno de Miguel Ángel Barbosa.
El viernes 10 de junio asesinaron en Huauchinango, Puebla, a Daniel Picazo, colaborador de la Cámara de Diputados, por pobladores que lo confundieron con un secuestrador de menores. Temor, barbarie e instintos criminales.
Fue en Papatlazolco, Puebla, cuando el colaborador de la diputada federal panista Joanna Felipe Torres, fue interceptado después de que recibieron alertas por WhatsApp sobre que había desconocidos para llevarse a los niños.
Elucubraron que el joven de 31 años era de esos supuestos robachicos, un grupo lo golpeó y posteriormente lo rociaron con gasolina y lo quemaron vivo. Crispa la piel entrarnos del salvajismo en pleno Siglo 21, cuando se habla de progreso y comprobamos que aún hay desquiciados y primitivos.
rrrart2000@hotmail.com y Facebook
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