Israel y sus halcones en estado de negación
El Cairo (PL) El inesperado aluvión de ofertas de ayuda para la reconstrucción de Gaza constituye una evidencia tangible de un giro perceptible en la opinión pública mundial respecto al conflicto palestino-israelí.
La conferencia mundial de donantes celebrada en Egipto en fecha reciente culminó con compromisos de ayuda por cinco mil millones de dólares, más del 25 por ciento de los cuatro mil 200 solicitados por el Gobierno palestino.
El cónclave siguió a signos provenientes de la comunidad internacional que resultan desfavorables a Israel, entre ellos la decisión del Gobierno sueco de reconocer a Palestina como Estado independiente y la votación en el Parlamento británico que pide adoptar una decisión similar.
A pesar de la reacción de portavoces oficiales en Tel Aviv, que calificaron al primer ministro sueco, Stefan Lofven, de «ignorante y apresurado», y la amenaza de que el reconocimiento diplomático sólo servirá para «dar expectativas desmedidas a los palestinos», el paso tiene un significado político sustancial.
Más aún en momentos en que el presidente palestino ha manifestado la intención de proseguir la campaña diplomática para lograr el reconocimiento de la ONU a Palestina como miembro de pleno derecho.
Apenas el lunes pasado el secretario general de la ONU, Ban Ki moon, siempre muy contenido en sus alusiones a Israel, advirtió al Gobierno del primer ministro Binyamin Netanyahu contra la continuación de «las provocaciones en Jerusalén» por parte de judíos extremistas.
Ese mismo día se habían reportado choques entre policías de las fuerzas ocupantes y fieles musulmanes que trataron de impedir el ultraje por judíos extremistas a la mezquita de Al Aqsa, uno de los tres lugares más sagrados del Islam junto a los templos de Meca y Medina, en Arabia Saudita.
Uno de los hechos subyacentes en la conferencia mundial de donantes celebrada en esta capital es que las propuestas de ayuda a Gaza desestimaron el estigma que pesa sobre el movimiento Hamas en la forma de su inclusión en una lista de grupos terroristas, capitalizado por Israel para justificar sus frecuentes agresiones.
Ese nuevo cuadro es una de las consecuencias de las siete semanas de ataques contra Gaza que dejaron un tétrico saldo de casi dos mil 200 civiles muertos, en su mayoría mujeres y niños, más de 11 mil heridos y mutilados y 100 mil personas sin techo.
En términos políticos sobresale el enunciado ante el cónclave del presidente palestino Mahmoud Abbas, sobre lo inaceptable que resulta tener que reconstruir Gaza cada dos años debido a la violencia ejercida de manera indiscriminada por sucesivos gabinetes israelíes.
La referencia de Abbas alude a que entre fines de 2008 y principios de 2009, a fines de 2012, y en julio y agosto pasados, Israel, que posee el arma atómica, ha atacado a Gaza con un saldo general de tres mil 670 civiles muertos, en su mayoría mujeres, niños y ancianos, y 18 mil heridos y mutilados.
A principios de este año el presidente palestino había confiado al líder de Hamas en el exilio, Jaled Meshaal, que de fracasar la nueva ronda de negociaciones con Israel, como ocurrió, ya sabía «qué hacer y que decir».
En las dos primeras ocasiones los gabinetes israelíes acudieron con éxito a lo que ha dado en llamarse «la industria del holocausto», las menciones a los sufrimientos inferidos por la Alemania nazi a los judíos en la II Guerra Mundial como justificación para el genocidio y la limpieza étnica de los palestinos.
Todo indica que el actual gabinete israelí contó con esa impunidad, sumada al complejo de culpa de algunos países europeos, en particular Alemania, para evitar el costo político de una nueva operación masiva contra la población de la franja, uno de los territorios más pobres y superpoblados del mundo, según datos de la ONU.
Pero el cálculo ha resultado fallido, como demuestran las veladas críticas de su aliado estratégico, Estados Unidos, vertidas durante la entrevista entre el presidente norteamericano, Barack Obama, y Netanyahu, el mes pasado en la Casa Blanca.
Ello a pesar de que la historia demuestra que los presidentes pertenecientes al partido Demócrata norteamericano son los más tolerantes con los desaguisados israelíes.
Pero el caso de la actual administración norteamericana, y en particular con el mandatario, con el cual Netanyahu ha tenido varios roces y al que en una ocasión culpó de «ignorar» las causas del conflicto palestino-israelí, parece ser la excepción que confirma regla.
El secretario de Estado norteamericano, John Kerry, tampoco salió indemne de sus esfuerzos para mantener las pláticas, pues un ministro israelí lo llamó mesiánico, lo acusó de tener manía con el diferendo palestino-israelí y deseó que le otorgaran el premio Nobel de la Paz «de una vez para que se quede tranquilo».
Los 50 días de bombardeos contra Gaza desataron una tormenta mundial con personalidades tomando partido y sectores de poder económico judío amenazando con represalias como es el caso de los actores españoles Penélope Cruz y su esposo, Javier Bardem, firmantes de una carta de protesta.
Ambos fueron amenazados por el productor Ryan Kavanaugh por rubricar la misiva que pidió la intervención de la Unión Europea para detener la agresión israelí contra la franja y su población inerme.
Pero uno de los ataques más contundentes provino del partido laborista israelí, cuyo líder, Yitzhak Herzog, calificó de fracasada la política exterior de Tel Aviv y exigió «una diplomacia que vaya más allá de la pataleta».
El diputado consideró que el reconocimiento sueco a Palestina y el voto favorable en la Cámara de los Comunes británica a una decisión similar son consecuencias de esa conducta errónea.
Advirtió que «un viento frío comienza a soplar contra Israel desde todos los rincones del planeta, pero ellos (el Gobierno) no quieren hacer frente a esta dura realidad y están convirtiendo la diplomacia en una tormenta», advirtió.
O lo que es igual: los halcones de la ultraderecha israelí se han encerrado en una campana neumática dentro de la cual viven en la negación, en espera de tiempos mejores, que tal vez en esta ocasión no lleguen.
Deja un comentario