Golondrinas: La crisis migratoria y el sueño americano
Por Jafet Rodrigo Cortés Sosa
La migración es un fenómeno, por decir menos, complicado. Sería incorrecto definirla únicamente como el movimiento de personas de un punto con la intención de establecerse en otro, sin profundizar sobre las causas que llevan a la gente a viajar, en muchas ocasiones apostando su vida.
En este sentido, si nos concentramos geográficamente en México, nos encontraremos que actualmente el sueño de Donald Trump de construir un muro y que nosotros termináramos pagándolo, de alguna forma terminó por cumplirse. Se invirtió en el muro que Estados Unidos siempre ha tenido ahí, invisible a simple vista, el muro llamado México. Así terminamos pagándolo nosotros, no sólo de manera económica.
Las personas en muchos casos migran no por deseo, sino por una necesidad apremiante; la necesidad de salir de ahí, buscando la oportunidad de tener un mejor futuro para ellos y la gente que aman.
Deciden escapar de las problemáticas que les han hundido hasta el cuello, al punto de ahogarles a ratos cada vez más largos. Entre gritos sordos que piden ayuda, han tenido la necesidad de huir de la crisis económica, la pobreza y marginación; correr por la falta de oportunidades, por la violencia y la inseguridad; así como por los desastres naturales que han cambiado sus vidas.
Estas son algunas razones por las que los migrantes deciden jugarse la vida; razones que callan de un golpe los simplistas y desatinados comentarios que preguntan el por qué no regresan a su país.
Haití es ejemplo de cómo es que te puede llover sobre mojado una y otra vez. Entre la pandemia, terremotos, el paso de un huracán, el asesinato del presidente Jovenel Moïse, y la violencia latente, familias enteras de haitianos han sido forzados a migrar con la esperanza de encontrar un mejor presente.
Entre tanto, existe un México que muchas personas se niegan a ver, por necedad o desconocimiento; donde millones de mexicanos habitan una realidad no muy distante a lo que ocurre en Haití u otros países del mundo. Un México que desintegra a miles de familias al día, obligándoles a viajar al norte, buscando una oportunidad al costo que sea.
Y esta problemática ha ido creciendo cada vez más, ante la falta de responsabilidad de los gobiernos de los distintos países para atender la migración y las causas que la originan.
En múltiples ocasiones, lo que hacen es simular, siendo exhibidas sus administraciones como un fracaso, ante la abrumadora realidad que claramente manifiesta la multiplicación de las causas, así como de los migrantes, que en la mayoría de los casos se encuentran completamente solos.
Nuestro país siempre se ha caracterizado por los marcados contrastes, y la migración no es la excepción.
Por un lado recibimos a refugiados Afganos a menos de una semana de que el Talibán tomara el control nuevamente de su país, y por otro organizamos en el sur de México, operativos de búsqueda y captura de migrantes centroamericanos.
Por un lado exigimos condiciones dignas para nuestros paisanos en la frontera norte con Estados Unidos, y por otro mantenemos a miles de migrantes que transitan por nuestro país, en condiciones indignas, hacinados, sin acceso a agua potable, electricidad, ni protocolos de sanidad por la pandemia.
Medimos con dos varas distintas la migración, y así exigimos humanismo por un lado, mientras violamos derechos por el otro.
Otra cara de la moneda, es la ayuda humanitaria realizada desde el activismo de hombres y mujeres que buscan contribuir a un trato justo y digno para los migrantes, ayudándoles en su viaje. Un ejemplo lo encontramos en Veracruz, específicamente en el municipio de Amatlán de Los Reyes, en donde Las Patronas, desde hace más de dos décadas se ha dedicado al apoyo de migrantes en su paso por el centro del Estado, dándoles comida, agua y en algunos casos, asilo.
Las Patronas no dejaron de trabajar, incluso durante la pandemia, limitando únicamente ciertas actividades, al tomar en cuenta los protocolos de sanidad, y utilizando la capilla como punto de cuarentena para que los viajeros que llegaban a sus puertas pudieran descansar.
El camino del migrante siempre es peligroso. Una marcha funesta y heroica en múltiples casos; batallando contra gigantes y un Bestia; lidiando con estafadores, agentes de migración, policías corruptos, militares y coyotes.
Un viaje navegando en lo desconocido. El vuelo de golondrinas, que migran para encontrar mejores tiempos; forzadas, con la necesidad apremiante de sobrevivir.
Entre tantos viajeros, migran mujeres y hombres que en múltiples ocasiones son abusados, golpeados, humillados y obligados a trabajar; asesinados a sangre fría sin que se haga justicia por dichos crímenes.
Entre tantos, también hay niñas y niños que empiezan el viaje con esperanza y sueños, y terminan dejando atrás la ilusión y los juegos; perdiendo de un momento a otro el brillo que tenían sus ojos, entre el camino maltrecho, la violencia, y los múltiples desencuentros que les hacen dejar atrás algo que nunca va a volver, su niñez.
La migración es un fenómeno, por decir menos, complicado. Requiere, más que acciones de represión, la atención inmediata de las causas que la originan.
Es necesario combatir de manera eficaz la pobreza y la marginación; la falta de empleo y oportunidades; encontrar la paz ante las múltiples olas de violencia y sangre en las que se ha hundido el mundo.
No nos podemos conformar con las banderas y discursos estériles. Los gobiernos deben dejar sus pretensiones y empezar de una buena vez a tomar decisiones que trasciendan. No en forma de un nuevo pacto mundial que solo quede en palabras huecas, sino de acciones que cambien realidades, para que la gente que migre lo haga por elección, no como una forma de escapar de la imperante crisis que les constriñe.
Datos del autor:
Licenciado en Derecho por la Universidad Veracruzana
Consultor Político y de Comunicación/ Humanista/ Escritor y poeta/ diletante de la fotografía.
Xalapa, Veracruz; México / Twitter e Instagram: @JAFETcs / Facebook: Jafet Cortés
Colaboración de Latitud Megalópolis
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