El privilegio de ser maestro
Cualquier profesión u oficio, reporta a quien lo ejerce con gusto o con amor, las más grandes satisfacciones.
En México, el magisterio ocupa los últimos lugares en el catálogo de las profesiones peor pagadas.
Las luchas por mejorar la condición económica de los docentes, ha sido una de las banderas que por décadas ha ocupado la principal demanda de los diferentes gremios sindicales sin que hasta el momento, se haya obtenido un salario decoroso por el desempeño de tan honrosa labor.
Contradictoria situación, si pensamos que los diferentes gobiernos en el mundo contemplan como ariete de sus políticas de desarrollo a la educación.
A pesar de esta injusta condición, a través de la historia, el magisterio ha sido una de las actividades que ha posibilitado la consolidación de proyectos políticos al conformar a través de los modelos educativos, perfiles de ciudadanos aptos o congruentes con las exigencias político-económicas del momento. Ejemplos de esta situación, abundan en la historia.
Durante la reforma, periodo verdaderamente revolucionario, por hacer una cita, la educación fue concebida como un instrumento necesario para abatir el desorden social imperante, producto de las revueltas ocasionadas para establecer el gobierno republicano. Juárez toma la decisión de que la educación primaria fuera obligatoria, porque consideraba que el desorden era producto de la diversidad de pensamientos imperantes y a los cuales habría que uniformar.
Bajo este criterio, se incorpora a la constitución la obligatoriedad de la educación primaria y se opta por regular la educación bajo un modelo que tenía por sustento, la filosofía positivista de Augusto Comte. Gabino Barreda, extraordinario pensador y quién funge como ministro de educación adopta y adapta el positivismo en un modelo educativo, ajustado al contexto mexicano. Entre una infinidad de consideraciones, el positivismo sostiene la idea de que solo es verdadero aquello que es susceptible de ser comprobado científicamente.
De esta forma, la pretensión juarista de uniformar el pensamiento, se consolida perfectamente: Los estudiantes eran uniformados con una serie de conocimientos cuya verdad ya había pasado por el “tamiz del laboratorio.”
La labor que desarrolló la docencia, fue fundamental para consolidar las pretensiones señaladas. Pero, quien piense ligeramente que el magisterio sólo ha sido el instrumento de los intereses de la clase gobernante, ignora un principio de dialéctica elemental: la educación puede ser el medio idóneo para esclavizar pero lo es también para liberar.
En este sentido, podríamos señalar que si bien es cierto que la educación ayudó a pacificar el país y a legitimar el gobierno en turno, también existen las pruebas suficientes para afirmar, que el sistema aportó a generaciones posteriores, los elementos suficientes para cuestionar el modelo y terminar por abatirlo con los golpes demoledores de grandes pensadores como José Vasconcelos Alfonso Reyes, Pedro Henríquez Ureña y Antonio Caso.
La educación en general y la docencia en particular, tiene en sus manos la posibilidad de impulsar el desarrollo intelectual, científica y económica de una nación. Esos son los grandes privilegios de los docentes.
El compromiso ha sido enorme y no siempre la formación de los maestros ha estado a la altura de las exigencias. En los abruptos cambios políticos que ha experimentado la nación, se han requerido trabajadores de la educación con amplio sentido de compromiso y una sólida formación que le permita comprender el contexto social y los principios psicológicos y filosóficos que sustentan el proyecto educativo en turno.
Tarea difícil, si consideramos que los recursos devengados por el desempeño de la labor académica, da pocas posibilidades de sufragar los gastos de una actualización permanente de alto nivel. La docencia nacional hasta el momento, ha ido a contracorriente, en su lucha por alcanzar los niveles deseados de preparación.
Sin duda, el magisterio goza del privilegio de ser parte esencial del progreso nacional, sin embargo, hasta ahora no ha habido la voluntad política para considerarlos como elemento fundamental para impulsar los cambios proyectados. ¿Habrá la suficiente voluntad política en este gobierno para incorporar al magisterio como un elemento sustancial de su proyecto de transformación? En algunos años lo veremos.