Desafío: Preocupación y Momios
*Preocupación y Momios
*Temor por Septiembre
*Viene “Hijos de Perra”
1981 fue el año de los intentos de magnicidios; no concluyeron como tales por efecto de la cercanía de los objetivos respecto a quienes dispararon contra dos personajes de enorme trascendencia: en marzo, a las afueras del Hotel Hilton en Washington, el presidente estadounidense, Ronald Reagan, fue víctima de los disparos de John Hincley Jr quien fue rápidamente contenido pero sin que pudieran evitarse seis detonaciones algunas de ellas sobre el mandatario; y en mayo, en el aniversario de la Virgen de Fátima, el Papa Juan Pablo II fue alcanzado, en pleno recorrido por la Plaza de San Pedro, por los tiros del extremista Mehmet Alí Agca, de nacionalidad turca y adiestrado por órdenes de la mafia rusa.
Los dos salieron bien librados de los atentados aun cuando las secuelas de las mismas posiblemente bajaron sus rendimientos y redujeron sus vidas aunque fueran prolongadas en sendos casos. De hecho, Reagan fue uno de los mandatarios de mayor edad al ocupar la presidencia del vecino país con setenta años cumplidos al tomar posesión del cargo. (Por cierto, ésta es la misma edad del perro rabioso Donald Trump, quien parece haberse crecido en los últimos días con cargo a la torpeza inconcebible de enrique peña nieto; hay quienes hablan de otra cosa, un conjura, pero preferimos alejarnos de comentarios muy escasamente corroborados aun cuando el ex secretario de Hacienda, Luis Videgaray Caso, debiera responder a una indagatoria seria al respecto).
Volviendo a Washington, recientemente, el señor Trump, el personaje más aborrecido en México y quien fue invitado a escupir sobre Los Pinos en una decisión infortunada o perversa del gabinete peñista, acaba de inaugurar un hotel de súper lujo a cien metros de la Casa Blanca, como para mostrar su seguridad de que su nueva propiedad podrá servir de abrigo para sus invitados cuando él despache –en una perspectiva demoníaca-, al otro lado de la calle.
Dos son las razones por las cuales los momios de Trump no han variado y se mantienen ligeramente por arriba de los del partido adversario, en sentido contrario a lo que reflejaban las encuestas nominales y tendenciosas a finales de agosto: la súbita neumonía de Hillary Rodham Clinton, quien a sus sesenta y ocho años debería cuidar mejor su salud; y, desde luego, la osadía de pisar territorio mexicano para abofetear nuestra dignidad. Trump, dos años mayor que Hillary, lleva con él a un hospital andante aun cuando, si lo comparamos con Reagan, tiene más ventajas y remedios en relación a cuantos tenía el viejo actor Ronald en 1981. Por cierto, cabe anotar que la agresión contra éste se dio apenas menos de dos meses después de haber ascendido al cargo ejecutivo más relevante en su país. Y murió a los 93 años, en 2004, en Bel-Air, Los Ángeles, víctima del Alzheimer.
A diferencia de su víctima, el enajenado Hinckley, quien disparó para llamar la atención de Jodie Foster, al sentirse despreciado por ella luego de escribirle cientos de cartas, sobrevive hasta hoy y acaba de recuperar su vida luego de treinta y cinco años tras las rejas. Salió de la prisión el sábado 10 de septiembre, con escaso ruido, bajo el supuesto de estar rehabilitado. Los cuidadores de la señora Foster, ya veterana, debieran tomarlo en cuenta.
Es oportuno mirar a los antecedentes cuando se sabe que no fue la señora Clinton la única en contraer la enfermedad preocupante sino también sucedió lo mismo con su séquito principal que cayó sin remedio en cama como si se hubiera cortado el aire con un cuchillo para aislar y detener la campaña de la dama. El hecho concreto es que seis de sus empleados de alto nivel fueron contagiados de inmediato, incluyendo a su jefe de campaña lo que eleva sospechas sobre un atentado bacterial en poder de sus enemigos; o de los republicanos exaltados –desde Trump a través de sus raíces-, dispuestos a todo con tal de asegurar vivienda –como si la necesitara con el gigantesco consorcio turístico puesto en marcha-, en la emblemática Casa Blanca. La verdad le resultaría más barato alquilar la alcoba de Lincoln, a disposición de quienes quieran pagar diez mil dólares por noche, que pretender meter al mundo en cintura alrededor de la suya, bastante gruesa como consecuencia de la abundancia culinaria mientras millones mueren de hambre en el mundo por su causa. Ya es inaguantable y aún no llega noviembre… ni enero.
Si los males físicos son inducidos con tanta facilidad, entonces tendríamos que abrir los expedientes sobre las secuelas cancerosas del venezolano Hugo Chávez Frías cuya muerte elevó los decibeles del rencor y alejó a su país de la democracia con un sucesor, Nicolás Maduro Moro, quien parece enemigo de su pueblo pero no deja de proveer petróleo a los Estados Unidos, cuyo gobierno se empeña en agotar las reservas de los demás para dominar al mundo, en cien años, con las propias. Un deplorable y largo imperio construido sobre la peor de las mentiras: un falso liderazgo del “mundo libre”, entendido éste como su área de influencia; los demás, todos, pueden irse al infierno… de Trump.
Las condiciones nos son adversas desde cualquier punto de vista. Por ejemplo, insisto, es muy preocupante que dos de los principales líderes de la izquierda, Andrés Manuel López Obrador y Miguel Ángel Mancera Espinosa –si es que decide encabezar a algún partido y definirse como socialista-, han sido frenados, de golpe, por eventos cardíacos muy severos. Mancera, a corazón abierto, murió en la plancha de operaciones por unos instantes y debió ser recuperado in extremis, a punto de decretarse su fallecimiento en el Hospital Médica Sur, el mismo en donde López Obrador ha padecido lo suyo.
El gran icono, Andrés Manuel, como hemos insistido, ha sido tratado de un severo infarto al miocardio en noviembre de 2013, otro más leve en febrero de 2015 y “un evento cardíaco” sin precisar a principios de este 2016. No es cosa de juego ni mucho menos tratándose del personaje que, en este momento, lidera las encuestas en la ruta hacia Los Pinos si bien tal condición puede alterarse, muy seriamente, luego de las elecciones en los Estados Unidos, más definitorias sobre México que las esperadas de 2018… y sin la posibilidad de acarrear votos de los mexicanos.
Hace unos días, en la Feria Universitaria del Libro, en Pachuca, varias jóvenes parejas se estremecieron cuando les pedí cerrar los ojos para imaginarse una reunión, en la oficina oval, entre Andrés Manuel y el perro rabioso Trump. ¿Podrían, considerando el carácter de ambos y su intolerancia mutua, acercarse siquiera a un cauce para alcanzar algún acuerdo, sea cual fuese? Por desgracia, quisiera que nuestro país no dependiera tanto de su agresivo y soez vecino del norte –dos veces nos ha invadido malamente-, pero no me gusta cantarle a la utopía.
Lo que no puede soslayarse es la posibilidad de la existencia de armas químico-biológicas capaces de infiltrar y condenar a los líderes mundiales e incluso a los candidatos norteamericanos en campaña. Trump, estoy seguro, es capaz de ello y de mucho más. No es broma ni especulación barata. La enfermedad de Hillary y de quienes forman su “cuarto de guerra” es evidencia suficiente de que no se trata de un hecho casual y aislado sino de un serio ataque a la estabilidad de la aspirante demócrata ante un personaje desquiciado y mal querido hasta por sus compañeros republicanos de estirpe.
Por algo, claro, Barack Obama no se ha cansado de advertir sobre el perfil de quien, en otros tiempos, fue “amigo” y patrocinador de los Clinton, después de haber servido a George Bush padre, para proteger sus enormes inversiones, algunas de ellas bajo la férula del mexicano Carlos Slim Helú. De él comentó Obama:
–“En setenta años de su existencia jamás se preocupó por las causas sociales y hoy pretende ser su vocero”.
Pero el peligro, guiado por la necedad y la obcecación xenófoba y racista, ha ido creciendo, semana a semana, contra todo sentido común. ¿Está robotizando o idiotizando a sus compatriotas?
Debate
Estos días de septiembre, tras el Grito y sus secuelas, siempre son de alto riesgo. No nos referimos sólo al recuerdo de los sismos devastadores de 1985 –treinta y un años ya sin que hayamos sentido, no en mi caso, el paso del tiempo-, unos meses antes del inicio del Mundial de 1986, igual que la matanza de Tlatelolco fue preámbulo a la inauguración de los Juegos Olímpicos. Lo segundo, el genocidio, parece haberse quedado atrás bajo las reumas del nonagenario echeverría -tiene ya 94 si bien, dicen, no hay mal que dure cien años-.
La tragedia de los septiembre comienza desde el primer día con la recurrencia de falsedades acomodadas en los informes presidenciales y los cambios en el gabinete para rotar a los favoritos y lanzarlos al estrellato de la carrera por la sucesión presidencial, perdida ya para la causa priísta a menos, claro, que la dictadura imponga su voluntad a sangre y fuego o se marche el señor peña de la Presidencia, como lo hizo Don Porfirio atinadamente, para modificar las reglas del juego electoral y posibilitar así las segundas vueltas electorales y la cancelación de las posiciones plurinominales que ya no tienen razón de ser si se acaban las trampas.
México y los mexicanos no podemos más. ¿No lo verán en la cúpula del poder?
La Anécdota
Algunos atrofiados, de esos animalistas que proponen situar a los seres humanos por debajo de sus mascotas, han cuestionado el título “Hijos de Perra”, el más reciente de mi autoría y previsto a ver la luz pública en dos semanas más. Como si se agrediera a los animalitos, tan bellos, que no pueden ser considerados como referentes de los malos.
Les explico: el título se refiere a los perros salvajes, o a los que tienen rabia, quienes han descendido de la escala zootécnica para dejar de ser hombres y convertirse en bestias. Espero que no les moleste el referente último porque, entonces, estaríamos comprobando la tesis de que quienes tanto defienden a los cuadrúpedos es porque odian a los bípedos con raciocinio. Digamos como Hitler, Mussolini, Franco, Trump…
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E-Mail: loretdemola.rafael@yahoo.com
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Las fiestas de la patria comenzarán cuando cada uno de sus hijos, como reza el Himno, deje a un lado la cobardía para defenderla de quienes profanan su suelo.
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