Desafío

*Defensa de Civiles

*No Basta Perdonar

*El Padre Pistolas

No son pocos los lectores amables, si bien encendidos por las circunstancias, que me demandan una respuesta, o siquiera alguna sugerencia, sobre cuanto podemos hacer los miembros de la sociedad, acaso en estado de indefensión, para combatir los vicios, las corruptelas, incluso los nexos criminales de una clase política tan atrofiada como contraria a los intereses colectivos. Sin consensos, sin ninguna posibilidad de hacernos escuchar enfrentando el temor a caer víctimas de los enfrentamientos violentos –no sólo a la hora de las manifestaciones-, no hay manera real, seria y efectiva de ejercer la soberanía que “radica original y esencialmente”, como reza la Carta Magna, en un “pueblo” desdeñado, marginal para la toma de decisiones y hasta estorboso para implementar las mismas porque se perciben ajenas y discrecionales por parte de los poderes de la Unión.

Jamás este columnista apostaría por la subversión aunque bien sabemos que algunos dirigentes soliviantados se han sentado a la mesa con los violentos, digamos en Chiapas y Oaxaca, para tratar de encontrar puntos en común que permitan la arribazón de una parte de la izquierda, acaso la radicalizada por la MORENA de Andrés Manuel, a la llamada silla del águila que ya estuvo “mocha” durante uno de los sexenios ignominiosos de la derecha, el de los fox. Pese a ello es evidente que los espacios cada vez están más cerrados, incluso para el ejercicio de la libre expresión, como hemos constatado bajo el peso de las censuras de las casas editoriales con capital hispano y complicidades extendidas con la clase gobernante, reduciéndose, a su vez, los necesarios contrapesos democráticos. Un drama, sí, para los espíritus libres.

Hace unos pocos días, al finalizar junio –un mes que se hizo largo por los apremios del Mundial de fútbol y las consecuentes plañideras por la derrota final, que siempre llega, de nuestros seleccionados-, recordamos que había pasado una década completa desde aquella marcha “por la paz”, y la exigencia de seguridad en un país copado por la delincuencia organizada cuando ni siquiera se habían alcanzado las altas cotas delincuenciales del sexenio calderonista y cuanto llevamos del peñista. No sólo nada avanzamos sino que la crisis empeoró notoriamente. Porque, desde luego, en 2004 sabíamos del dominio de algunos cárteles –uno de los cuales contaba con tierras circundantes a las heredades de los fox en San Cristóbal, Guanajuato-, y ya presagiábamos l que podría ocurrir sin las medidas emergentes, adecuadas, para poner freno a las atrocidades criminales por todo el país.

Es evidente que la sociedad perdió si analizamos los resultados, no así el gobierno que se para el cuello cuando cae alguno de los “capos” célebres sin que con ello se reduzca el flagelo del narcotráfico ni disminuya la “exportación” de drogas hacia los Estados Unidos, perfectamente orquestada por las aduanas, la CIA y la NSA norteamericanas. Nadie, con información militar suficiente, lo ignora; y lo mismo sucede respecto a la presencia de marines del norte dentro de la armada mexicana supuestamente para coadyuvar las acciones contra las mafias dominantes. No se pueden tapar los relámpagos intervensionistas con los dedos de la demagogia.

Es un hecho, incontrovertible, que no estamos mejor desde aquella marcha que aglutinó a más de un millón de mexicanos mientras el entonces jefe de gobierno del Distrito Federal, López Obrador, quien terminaría desaforado pero sin que ninguna autoridad judicial diera seguimiento a las acusaciones para inhabilitarlo como precandidato presidencial –demostración fehaciente de la pobreza institucional y del temor a despertar al gigante de la protesta masiva-, rechazó sumarse al movimiento, lo desdeñó abiertamente y organizó el propio con menos convocatoria y escasos efectos por la ausencia de un discurso propositivo, lo que correspondía a un funcionario de su nivel y más en vía de acceder a una candidatura magna, y de un esquema serio para detener la marea de la inseguridad que, en ese momento, asfixiaba a la capital del país y a las entidades norteñas más que al resto de la República.

Ya sabemos que, cada cierto tiempo, los eventos violentos parecen mudarse de un sitio a otro: cuando descienden los niveles criminales en el Distrito Federal se encienden más los focos rojos en Monterrey y si comienzan a controlarse éstos en la capital de Nuevo León brincan a la de Coahuila, lo que sucedió como consecuencia de las riñas internas entre calderón y los Moreira, o se instalan en Michoacán y Tamaulipas como está sucediendo ahora. Ninguna de las demandas civiles, multitudinarias y con expansivas ondas de apoyo por cada rincón de nuestra geografía patria, fueron medianamente atendidas. Quienes marcharon anduvieron hacia el desierto de la política cerrada, hipócrita, profundamente intolerante. Y no sólo lo expreso por las reacciones de cuantos formaban gobierno –en la presidencia y la jefatura defeña-, sino también por cuanto NO hicieron las dirigencias, venales y banales, de cada uno de los partidos con registro. Una vergüenza superior a cualquier acto de contrición fariseo.

¿Qué hacer entonces? Cuando me animo a responder expongo algunos puntos que no deben desecharse:

1.- Perseverar en nuestra actitud de repeler, con la fuerza de las voces unidas a una sola, sea en las redes sociales o en los grupos en donde tengamos acceso, las infortunadas acciones gubernamentales cuya consecuencia es la depauperación colectiva y no la lejana posibilidad de abatir los círculos conocidos de violencia.

2.- Pero también expongo, para evitar caer en la demagogia y no abatir los impulsos generales hacia la vindicación de nuestra generación para dejar a las que nos siguen una nación menos atrapada por la amoralidad, la necesidad de observar algunos hechos alcanzados, precisamente, por la resistencia colectiva y las protestas generadas por la corrupción. Aunque algunos lo minimicen ahora –al sostener que no hubo cambio alguno y con razón-, la alternancia en 2000 parecía tan inalcanzable tres años atrás que señalaba hacia la ingenuidad de quienes creían en esta posibilidad. Y se dio… aunque no fuera para bien. Pero se logró levantar la conciencia y convencernos de que somos capaces de enfrentar los círculos negros de la manipulación general aun cuando, en 2000, también coincidieron con ellos las injerencias de la Casa Blanca.

3.- No caer en la inmoralidad fácil cuando se tiene la posibilidad de mejorar extendiendo las manos y callando. Esta es una fase de enorme importancia porque, no pocas veces, quienes más se quejan andando por las calles resultan los peores al obtener una candidatura y ganarla, sea para gobernar a una entidad o a una delegación estratégica del Distrito Federal -¡cómo se pelean estos cargos los incondicionales del PRD!-, o para entrar al selecto grupo de legisladores dispuestos a negociar hasta la honra con tal de mantener sus dietas… que engordan y avasallan. ¿Cuántos de quienes votaron por las reformas peñistas estaban de acuerdo con ellas? Nadie lo reconocerá, pero conozco a varios que me lo han confesado con el pedimento, no muy valiente, de no divulgar sus nombres. Prefieren fingir porque es, sin duda, mucho más redituable.

4.- Asumo que lo suscrito no es suficiente y, para algunos, puede sonar marginal y hasta evasivo; no así si repasamos el fondo y nos damos cuenta de que cualquiera otra cosas nos llevaría a enfrentamientos ingratos, inútiles además por las fuerzas en contra, y ya no estamos para eso. Desde luego tenemos aún la posibilidad de utilizar las redes sociales, pese a los múltiples intentos de censura, para poner en jaque a los malos gobiernos y sus esbirros; lástima que los grupos mayores de “hackers” estén controlados por la residencia oficial… e igualmente por panistas y lópezobradoristas –a éstos les sirve bien, sin duda, el empresario de la comunicación, que no periodista, Federico Arreola; lo sostengo luego de haberlo confirmado-.

Pero contra todo esto no puede detenerse el flujo de la verdad. En lo particular lo he sentido aun cuando algunos disparatados utilicen su capacidad de comunicación para injuriar, ofender o descalificar cuanto no entienden ni saben discutir. Alguna vez leí por allí que las “redes” debían servir para que todos nos sintiéramos bien publicando fotos familiares y, desde luego, de las adorables mascotas. Me quedé pensando sobre ello; ¿de verdad este sería el camino cuando la herramienta puede unir nuestras conciencias y hacerlas brotar en un solo grito en busca de perspectivas mejores para todos y no simples crónicas de hogar? No tiremos a la borda este arsenal tan importante que mantiene al pendiente a los agresores políticos; aprovechémoslo aun cuando los zopilotes pretendan asustarnos.

Debate

Sin duda, la modernización es la clave para que la Iglesia y sus panegíricos salgan del atolladero moral a donde los han conducido un puñado de predadores sexuales. Arraigarse, en sentido contrario, a tradiciones caducas y a criterios obtusos, indefendibles, es tanto como ampliar las condiciones lacerantes que ya se traducen en una seria escisión de feligreses. ¡Hay tantas dudas por responder a la vista del creciente deterioro de una grey sometida a los inalcanzables misterios de la fe!

En una inolvidable conversación con Girolamo Prigione, el Nuncio exitoso y maniobrero cuya gestión se tradujo en la normalización jurídica de las Iglesias –luego de las reformas al artículo 130 de la Constitución- y la consiguiente reanudación de relaciones diplomáticas entre México y El Vaticano, me atreví a deslizar un tema controversial:

–¿Por qué –le pregunté-, se segrega a las mujeres de la posibilidad de ejercer los ministerios, como si no fueran dignas de ello, cuando son ellas, en buena medida, quienes están llamadas a preservar, en el seno familiar, los valores que fundamentan la religión católica?

Prigione, contra su locuacidad acostumbrada, meditó su respuesta, acaso tratando de encontrar la más convincente, y replicó a media voz:

–Bueno… Nuestro Señor, Jesucristo, eligió sólo a doce apóstoles, todos ellos varones, y señaló con ello la misión de éstos y también la de las mujeres que exaltan el don de la maternidad, por ejemplo. Cada género, cada quien en su lugar.

Y evitó darme el privilegio de la réplica. Pues bien, tal postura ya no es defendible, entre otras cosas porque el entorno de hace dos mil años y el actual son diferentes y los roles han cambiado por efecto de la propia dinámica histórica. Así como el uso de los velos nos parece retardatario en cuanto significa opresión y segregación para las damas, la marginación religiosa, con tintes misóginos, ya no es sostenible. En la misma línea puede colocarse el celibato sacerdotal que poco aporta al servicio de Dios y sí, en cambio, reprime a la propia naturaleza humana. ¿Para qué?¿Para acabar en el infierno de los pederastas?

No puede ir la Iglesia a contrapelo de la evolución social y de la superación de atavismos. ¿Acaso negarle a la mujer la posibilidad del sacerdocio no representa la misma línea por la cual se le marginaba de las enseñanzas universitarias y se le privaba del esencial derecho al sufragio universal como si fuera inferior al hombre en cuanto al imperativo de labrar su propio destino? Es evidente, por tanto, la caducidad del criterio discriminador en una comunidad universal que insiste, proclama y sostiene la igualdad de todos los seres humanos. ¿O seguirá cerrada la Iglesia en un plano similar a los fundamentalismos que sólo conducen a la intransigencia y al enfrentamiento?

La Anécdota

En otro convento, allá por Moroleón, Guanajuato, el célebre “Padre Pistolas”, mal hablado e incansable pastor, capaz de enfrentar a los caciques aldeanos sin someterse a la enseñanza bíblica de las mejillas escarnecidas, me dijo:

–Eso del celibato es una enorme tontería. A mí, la verdad, me gustan mucho las viejas, pero no por ello dejo de servir al Señor.

–Entonces, ¿también estaría usted a favor de que las mujeres puedan ser sacerdotisas?

El aludido pasó su mano sobre la frente y luego se rascó la caballera. Al fin, respondió:

–La verdad, no. Imagínese: ¿qué haríamos si nos salen por aquí una decena de martas (se refería a la señora Sahagún, muy de moda entonces), dispuestas a tomar el poder? Dios bendito, sería terrible. Mejor dejémoslas en los conventos. Las monjitas suelen ser muy serviciales.

Como si hubiera disparado, sin cesar, una .45 con el cargador lleno. Y no agregó una palabra más.

  • – – – – – – – – – – – – – –
  • Web: www.rafael-loretdemola.mx

E-MAIL: loretdemola.rafael@yahoo.com

LAS FARSAS SIEMPRE, A TRAVÉS DE LA HISTORIA, HAN CAÍDO POR SU PROPIO PESO. LO NEGATIVO ES QUE CUANDO SE VIVEN, EN CADA PRESENTE, PUEDEN LLEGAR A MARCAR NUESTRO DESTINO GERENACIONAL. CUIDADO CON ESO.

Deja un comentario