DEMOCRACIA SIMULADA

La democracia debe encuadrarse a los tiempos históricos que estamos viviendo. En mi vida, que data de 1955, he logrado vivir tiempos de grandes cambios en la historia de la humanidad.

Mi niñez transcurrió entre los destrozos y los desperdicios de la segunda guerra mundial y entre las últimas brasas de los caudillos mexicanos. Sobre estas cenizas, aún calientes, eclosionaban los huevos de unos dinosaurios que se apoderaron de la vida nacional.

Mi adolescencia y juventud fue marcada por la guerra fría entre las dos grandes potencias mundiales y el permanente enfrentamiento del capitalismo y el comunismo. La matanza de Tlatelolco marcó un rumbo en mi manera de pensar y de actuar ante la vida. Es coraje aún no superado.

De adulto, viví el derrumbe de la “Cortina de Hierro” que empezó Lech Walesa en Polonia, el desmantelamiento de Unión Soviética de Mijaíl Gorbachov, la caída del muro de Berlín y China tomando posesión de Hong Kong. A nivel nacional, transcurrió una transición democrática que nos regresó al pasado.

Ha sido un periodo de cambio de tiempos y tiempos de grandes cambios. Hoy en día, en las listas de Forbes ya no están más los señores del acero, de la electricidad, de los trenes y del petróleo. Actualmente, los nuevos triunfadores son los dueños de las patentes, de la tecnología, la informática, de las comunicaciones. Ya no se habla de países industrializados, sino de naciones desarrolladas.

Emerge la economía de mercado, la sociedad del conocimiento, la sociedad de la información y la era de la globalización, donde todos los seres humanos estamos directa o indirectamente relacionados. El “efecto mariposa” es hoy, más que nunca, una realidad.

La democracia no avanza al paralelo de estos grandes cambios en la humanidad. Hay países, como China y algunos países árabes, con alto potencial económico, pero con una democracia inexistente. Hay otros, como Cuba, con una democracia dirigida y economía incierta que está detenida en el tiempo.

También existen otros países en donde los ciudadanos viven un gran nivel económico y una democracia ficticia. En Estados Unidos los ciudadanos ejercen su derecho al voto, con libertades, con seguridad, pero sin alternativas de elección, porque solamente tienen dos opciones, la demócrata y la republicana, que en la práctica son como “Tweedledee” y “Tweedledum”, los gemelos del cuento de Alicia en el País de las Maravillas, igualito uno al otro.

En otros países, la democracia sufre sus peores retrocesos porque es constantemente simulada. La democracia es el método pacífico para remover al gobierno. El problema es que los gobernantes no se dejan remover pacíficamente y para ello convierten a la democracia en una gran simulación.

Sabemos que no existe gobernante en el mundo que no trate de conservar el poder, pero cuando se usa el poder y el presupuesto público para influir en el voto, se acaba la democracia. Puede haber elecciones, hasta con cierta formalidad democrática, pero todos sabemos que eso no es una democracia formal.

Sobre esa base se construye el populismo, que requiere grandes gastos gubernamentales para movilizar a las masas y controlar el voto. Las dádivas funcionan como moneda de cambio. El fenómeno populista no solo diluye la democracia, sino que también incuba falsas expectativas en la parte de la sociedad que es movilizada en torno a la figura o proyecto que se desea impulsar. Los costos de esta movilización son enormes.

La parte de la sociedad que es escéptica o que está vacunada del fenómeno populista, es bombardeada con grandes gastos propagandísticos. La propaganda construye un gobierno mesiánico, con la figura de un líder que es capaz de caminar sobre el agua, de hacer llover panes y peces, de curar las enfermedades y de resucitar a los muertos. Con ese tipo de propaganda, los problemas sociales son exterminados, miseria y hambre incluidas. Se construye un paraíso no terrenal, intocable, ficticio.

Para la reducida parte de la sociedad que es atea políticamente, agnósticos que no creen en populismos ni en mesianismos, se les aplica el control de los medios de comunicación y el internet. El objetivo es callar voces discordantes que puedan contaminar a la parte social sosegada o sometida. El gasto gubernamental en ello es también enorme.

Para el reducido grupo de ciudadanos que tienen conciencia y deciden protestar, la alternativa es la aplicación de la ley del “garrote”. Las leyes se actualizan para criminalizar la protesta como delincuencia. Incluso gobiernos autorizan el uso de las “balas” si es necesario. Para estos ciudadanos, la democracia les brinda tres opciones de elección: encierro, destierro o entierro.

Venezuela es un ejemplo de esta simulación de la democracia, pero, lamentablemente, esta camiseta se lo pueden poner muchos gobiernos del mundo.

Página web http://www.letrasvivas.com.mx/

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