Dando dinero no ayuda
Por Guillermo Robles Ramírez
En nuestra Entidad se requiere una participación mayor ciudadana para combatir una serie de ilícitos que afecta directamente los derechos de la población más desprotegida y vulnerable: los niños.
Es común encontrar a personas adultas en el primer cuadro de los principales municipios acompañados de menores de edad que imploran la caridad pública para alimentos, regresar a su tierra natal o para tan trillado argumento de no tener dinero para comprar la receta médica del pequeño.
Esos son los casos más frecuentes visto a luz pública; existen otros, que pasan inadvertidos pero cuyas implicaciones van más allá de una simple ecuación matemática, o bien de una explicación razonada.
La problemática se encuentra en aquellos sectores de la poblacion a las que de pronto llegó la industrialización y cuando menos se pensaba en ello, se convirtieron en los cinturones de miseria.
Es ahí en las colonias que habitan familias de muy escasos recursos, pero con un gran número de menores de edad necesitados de un ingreso, quienes se quedan en la barriada, y lo que es peor, presas fáciles para quienes no son tan menores para inducir a los demás a otros vicios.
Cerrando con broche de oro este vicio que hay en las calles, hay que sumarle en las afueras de los centros comerciales y cruceros, en donde erroneamente la ciudadanía les da unas cuantas monedas para no ser molestados o posiblemente para no tener un cargo moral y; hasta por que no hay quienes consideran que ayudar economicamente al que está mendigando piensan que son buenos cristianos. Pero en realidad es lo que mantiene y alientan este estilo de vida, sin percibir las causas de un problema social.
Comodidad, ignorancia y miseria, son los motivos principales de la explotación de menores, fenómeno que se presenta cuando se desatienden sus derechos Constitucionales, Los Derechos De Los Niños, y por la Organización de las Naciones Unidas.
Agudizándose la explotación infantil, ante una situación paupérrima generalizada de la economía del país. Problema que no solo afecta a los niños de la ciudad sino también afecta a aquellos sectores vulnerables de las sierras, es decir, a los indígenas que se encuentran en este momento en un total abandono.
Este fenómeno es más frecuente en aquellos municipios más industrializados y más densamente poblados.
La mejor forma de evitar que se complete el círculo vicioso de la mendicidad es no dando limosna.
Para frenar la explotación infantil o este fenómeno social es indispensable la denuncia a las autoridades que respondan a los derechos de los niños, para que puedan intervenir para protegerlos.
Los menores tienen derechos igual que cualquier otra persona, y también los debemos respetar, empezando, obviamente, por las gentes que están más cerca de ellos, es decir, los papás y parientes más cercanos. Cuando ya salen de la esfera familiar toda la ciudadanía, en general debemos velar por esos derechos.
Es responsabilidad de toda la ciudadanía de no participar con sus donaciones porque alentaran a los pequeños un estilo de vida fácil.
El DIF local o estatal es una institución viable cuando se tiene deseo de ayudar a un menor con donaciones que con las mejores intenciones del mundo se les da a manos llenas a éstos niños, es mejor preguntar sobre la existencia de patrocinio económico a la educación y manutención de un menor por un periodo largo de su infancia pero a través de una institución de gobierno para que las cosas se hagan correctamente y positivo. (Premio Estatal de Periodismo 2011 y 2013, Presea Trayectoria Antonio Estrada Salazar 2018, finalista en Excelencia Periodística 2018 representando a México) www.intersip.org
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