Cumbre nuclear, ¿un propósito mal dirigido?
La Habana (PL) La tercera cumbre de seguridad nuclear en La Haya intentó englobar a medio centenar de países bajo un tema delicado como la protección de materiales atómicos, pero ese propósito pareció estar mal dirigido, con Estados Unidos dedicado a mirar a otros más allá de sus fronteras.
El foro más bien nació torcido en 2010, cuando Washington decidió auspiciar tal reunión a fin de hablar de restricciones para el uso de materiales relacionados con la energía nuclear en pleno auge de su diferendo con Irán, cuya dirección defiende su derecho al uso pacífico del átomo.
La Casa Blanca había concentrado en la región del golfo Pérsico un arsenal militar a punto de ser usado, pero solo los esfuerzos diplomáticos de naciones como Rusia o China disiparon tales temores, cuando Irán también concentraba allí los medios para su defensa en respuesta a sanciones unilaterales en su contra.
El encuentro de La Haya, efectuado 24 y 25 de marzo, se dio en otro contexto mundial, cuando Teherán ya celebró dos rondas de negociaciones con el sexteto mediador (Rusia, Estados Unidos, Francia, China, Reino Unido y Alemania) en Viena, después de alcanzar un acuerdo bilateral en Ginebra en noviembre de 2013 por un periodo de prueba de seis meses.
Ahora, las conversaciones en la capital austriaca (la próxima ronda será en abril de este año) buscarán un arreglo definitivo sobre la transparencia del programa nuclear del referido estado persa, el cual denuncia desde hace una década que la disputa fue fabricada artificialmente por Occidente.
Un cartel levantado a escasos metros del centro World Forum, sede del evento celebrado a un costo de 24 millones de euros, podría resumir la esencia de lo ocurrido en La Haya: La cumbre «es una charada hipócrita».
Países como Bélgica, Holanda, Alemania, Italia y Turquía almacenan unas 200 bombas tácticas nucleares B61, las cuales fueron situadas allí en pleno auge de la Guerra Fría entre la desaparecida Unión Soviética y las potencias occidentales.
La Guerra Fría, al menos en apariencia, terminó en la década de 1990, pero esas armas continúan allí, incluido en la sede del tercer evento de este tipo, donde las autoridades holandesas se emplearon a fondo con miles de uniformados desplegados para garantizar la protección de más de 50 jefes de Estado y de Gobierno.
Además, en la reunión cimera apenas se habló del arsenal atómico que se calcula posee Israel de unas 200 ojivas nucleares, algo que Tel Aviv niega oficialmente, pero que sin embargo, algunos de sus políticos olvidan y lo confirman cuando se acalora el discurso de amenaza contra los palestinos.
En una entrevista aparecida el 5 de octubre de 1985 en el diario The Sunday Times, Mordechai Vanunu, exempleado del Centro de Investigaciones nucleares de Israel en Dimona (desierto de Negrev) reafirmó las versiones del inicio de esos trabajos por Tel Aviv en la década de 1960.
Vanunu habló del centro nuclear y mostró fotos de esa instalación tomadas por él, recuerda el rotativo británico.
Israel es una de las naciones que más presiona en la arena internacional, incluidos a los miembros del propio sexteto mediador, para cercenar toda posibilidad de un Irán con instalaciones nucleares, aún cuando éstas solo tengan un declarado objetivo científico o de protección a la salud.
Sin embargo, el gobierno sionista se niega a ratificar el Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP), cuyo cumplimiento fue muy defendido y exigido en la cumbre de La Haya, en un discurso de potencias occidentales que parecía apuntar indirectamente a Irán.
De hecho, Estados Unidos llevó el tema de una especie de «segregación nuclear» a un protocolo, firmado por 35 de los 53 estados asistentes a la reunión cimera, para abogar por un compromiso de inspecciones sin límites a centros nucleares en los países firmantes de tal avenencia.
República Checa, Rumania, Armenia, Turquía, República de Corea, Polonia, Estados Unidos, Italia, Holanda, Bélgica, Chile, España, México, Australia, Canadá, Dinamarca, Finlandia, Francia, Georgia, Alemania, Hungría, Israel, Kazajstán y Lituania estuvieron entre los signatarios.
Otras naciones que se sumaron al protocolo fueron Suecia, Nueva Zelanda, Noruega, Filipinas, Ucrania, Emiratos Árabes, Vietnam y Reino Unido.
El anunciado propósito de ese documento consiste en aumentar la confianza sobre la transparencia y carácter pacífico del empleo de la energía atómica o de materiales como uranio enriquecido y plutonio.
Pero la medida va más allá del comunicado de La Haya, firmado al final de la convención en esa ciudad por todos los asistentes, que se refería a la responsabilidad de cada estado para garantizar la protección de materiales radioactivos.
Además, el acuerdo de La Haya también establece el compromiso de acelerar la reducción de los arsenales de uranio altamente enriquecido (HEU, por sus siglas en inglés) y de plutonio separado, que pueden ser empleados en la fabricación de armas de destrucción masiva.
El objetivo consiste en tender a una sustitución de los HEU por uranio pobremente enriquecido y otras sustancias, para lo cual se llama a una mayor cooperación en el intercambio tecnológico para realizar ese difícil proceso.
Italia y Estados Unidos presentaron como un gran logro la eliminación de unos 20 kilogramos de uranio enriquecido.
LA OPCIûN CERO DEL PENTÁGONO
En medio de un crecimiento cada vez mayor de la participación de las nuevas tecnologías y la robótica en la transformación del carácter del arsenal de armas de destrucción masiva, sobre todo las «limpias», sin radiación, Washington llama a la opción cero de armas atómicas.
Pero Estados Unidos, la primera y única nación en emplear el arma nuclear, contra Hiroshima y Nagasaki, propone ahora deshacerse de un instrumento con el que ejerció el chantaje atómico en tiempos de la Guerra Fría, mientras crea otros medios con igual capacidad de destrucción.
El Pentágono cuenta con bombas de penetración y con una alta carga explosiva, capaz de causar estragos similares a los de una bomba nuclear, pero sin causar daños radioactivos y, por consiguiente, más fáciles de emplear y desplegar, pues no están sometidas a restricción alguna.
A diferencia del arsenal nuclear en el orbe, cuya más reciente reducción acordaron en abril de 2010 Washington y Moscú, las nuevas armas, incluidas las convencionales y las electrónicas, están fuera de todo control, tanto su producción como su futuro empleo.
En esas circunstancias, a las potencias nucleares como Rusia o China les resulta crucial mantener su arsenal atómico como instrumento de contención, sobre todo, cuando entidades como la Organización del Tratado del Atlántico Norte actúan cada vez más como policías mundiales.
«DAÑOS COLATERALES» DE LA CUMBRE
Las circunstancias de esta tercera cumbre, a diferencia de la primera, cuando estaba en apogeo el diferendo con Irán, o de la segunda, tras el desastre nuclear en Japón, estuvieron ligadas a los sucesos en Ucrania.
Estados Unidos, Italia, Francia, Reino Unido, Japón, Canadá y Alemania, las siete naciones más industrializadas del orbe (G-7), decidieron volver a su viejo formato en La Haya y dejar fuera a Rusia para suspender así el G-8.
A la cumbre en ciudad holandesa asistió por la parte rusa el ministro de Relaciones Exteriores Serguei Lavrov, quien recordó el compromiso de su país con el proceso de eliminación de armas químicas en Siria.
Lavrov señaló que Moscú mantendrá su participación en la escolta de los materiales sacados del país levantino, como lo estipula un avenencia pactada en Ginebra.
Al mismo tiempo, arremetió contra los dobles estándares de Estados Unidos y sus aliados al tratar de responsabilizar a Rusia de la supuesta falta de seguridad de las instalaciones nucleares en Ucrania.
La república exsoviética cuenta con cinco instalaciones de ese tipo y la protección de algunas de ellas fue puesta en entredicho cuando en febrero último, en la etapa más violenta de protestas contra el presidente Viktor Yanukóvich, fuerzas neofascistas amenazaron con atacar esas centrales.
Además, Moscú advirtió en La Haya sobre las consecuencias negativas de alguna amenaza de Kiev para retomar su condición de potencia nuclear por los hechos en Crimea, cuyo 96,7 por ciento de su población se pronunció por la salida de Ucrania y su adhesión a la Federación de Rusia.
Occidente acusa al Kremlin de anexarse Crimea, que formó parte del territorio ruso hasta 1954 y cuyo estatus de República autónoma fue anulado en 1995 por el entonces gobierno de Leonid Kravchuk.
La posición de Rusia, que denuncia el apoyo de Occidente, primero al atomizar la Federación Yugoslava y luego al permitir la creación de la autoproclamada República de Kosovo, fue la de destacar el doble rasero al analizar tan similares procesos.
El grupo de las cinco economías emergentes (Rusia, Brasil, India, China y Sudáfrica) apoyó en una reunión de sus cancilleres, al margen de la cumbre nuclear, las denuncias de Moscú de los dobles estándares al analizar varias temas en el orbe, incluido el de la crisis ucraniana.
Insistió Occidente en la denuncia de la supuesta violación por Moscú del Acuerdo de Budapest de 1994, por el cual Ucrania y Kazajstán entregaron de forma voluntaria sus armas nucleares y se unieron al TNP, a cambio de que Rusia, Estados Unidos y Europa garantizaran su seguridad.
Moscú afirma que la decisión de la población de Crimen, de ejercer su derecho a la autonomía y llevar el tema a un referendo, nada tiene que ver ni con la seguridad territorial ni con Kiev, a donde llegaron fuerzas ultraderechistas, tras un golpe de Estado.
POSICIONES DEL FORO
El comunicado final de la cumbre se refiere a compromisos conocidos sobre las garantías para la protección de materiales radioactivos, pero también enfatiza la necesidad de reducir los depósitos de uranio altamente enriquecido y de plutonio separado.
En ese sentido, Chile, República Checa, Dinamarca, Georgia, Hungría, México, República de Corea, Rumania, Suecia, Turquía, Ucrania y Vietnam firmaron un acuerdo para eliminar los HEU de su territorio.
Además, llama a aumentar los esfuerzos para evitar que los materiales relacionados con la producción de un arma nuclear caigan en manos de organizaciones terroristas o equivocadas.
Como en ocasiones anteriores, Washington evitó comentar sobre el arsenal nuclear israelí y prefirió insistir, al hablar del caso iraní, sobre la necesidad de que las armas atómicas de ninguna forma pueden caer en manos equivocadas.
Las potencias occidentales hicieron énfasis, sobre todo, en las llamadas bombas sucias, construidas a partir de sustancias explosivas ligadas con materiales como uranio empobrecido, cobalto 60, estroncio 90 o cesio 137.
El comunicado también se refiere en la responsabilidad de los países sobre seguridad nuclear y llama la atención a la necesidad de fortalecer y coordinar la cooperación internacional en esa esfera.
Lo cierto es que las insistencias de Obama en el tema de las revisiones de sustancias como uranio enriquecido o plutonio separado, y el doble discurso para tratar temas como el de Irán e Israel, dejaron un sabor amargo sobre los verdaderos propósitos de la cumbre.
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