Cuando NO se gobierna

Por mi profesión de periodista tengo el privilegio de visitar, con frecuencia, todas las entidades del país con lapsos que a veces se alargan. 

Curiosamente hay años en los cuales se me requiere más en una y otra que los demás.

El pasado 2013 parecía que no saldría de Tlaxcala, para mi júbilo, entre las narraciones para la televisora de allá y las conferencias destinadas a la presentación de mi libro, una de ellas en el Congreso del Estado, lleno… pero no de diputados.

(Por cierto, el representante del PRI salió corriendo del lugar en cuanto comenzaron mis críticas mientras los demás, cuando les llegó la hora, aguantaron estoicos los referentes a sus respectivos grupos y a los pecados por éstos cometidos). 

Ahora, en este 2014, volveré pronto a Apizaco y espero otras invitaciones. 

Como sabemos, en el estado mencionado, el PRI perdió casi todas las alcaldías, incluso algunas en las que jamás había sido rebasado como ocurrió en Huamantla. 

Pese a ello, sin que yo me lo esperaba, me hicieron atestiguar un acto público –me desencajan estas frecuentes tendencias a la mitomanía-, en el cual el gobernador, Mariano González Zarur, por cierto nacido en Apizaco en donde el ciudadano más conocido es el genial Rodolfo Rodríguez “El Pana”, si bien le llaman “el brujo”, con cuyo nombre fue bautizada la plaza de toros lugareña, un honor muy rara vez concedido en vida. 

Pues bien, el gobernador de los tlaxcaltecas –tan injustamente tratados por las crónicas de la conquista de Mesoamérica, porque luchar contra la tiranía, así fuese la de los aztecas, no debe ser motivo de escarnio aunque el gran pecado fue el de unirse a los invasores de allende el mar-, hizo una pormenorizada exposición de las virtudes de su mandato, de hecho lo presentó como ejemplo para todos, aprovechando un acto cuyo objetivo distaba mucho de ese pequeño informe de labores: Se trataba de cobijar a los célebres alfombristas de Huamantla, grandes artesanos de las calles, considerándolos como parte del patrimonio cultural. 

Un reconocimiento justo y un fervorín inadecuado.

Al terminar la “ceremonia” me acerqué al mandatario y le pedí que, en alguna otra ocasión, pudiéramos intercambiar opiniones porque, sencillamente, no me cuadraba tanta labor positiva con un hecho incontrovertible: Políticamente, su partido había perdido casi toda la entidad y ello no podía ser sino reflejo de una administración estatal deficitaria y enfadosa para la ciudadanía. 

Los pueblos reaccionan cuando se sienten al garete, sin rumbo ni destino fijos.

El mandatario González Zarur accedió y sigo esperando la cita aunque, estoy seguro, ésta se llevará a cabo muy pronto. 

¿O no? Dejo la interrogante a los amables lectores.

El caso es que, a donde voy, aparecen ante mí verdaderas cataratas de denuncias contra las administraciones estatales en medio de una batahola formada por el temor persistente ante las multinacionales del crimen y la ira producida por la negligencia oficial; la perspectiva es la misma cuando se habla del Gobierno federal y de quien lo encabeza pues es obvio que sus fórmulas, a un año y medio de la asunción de enrique peña nieto, no han resultado eficaces en ninguno de los renglones de la administración pública. 

Y esto no es cosa de visiones distintas sino de hechos incontrovertibles.

No funciona el gabinete y el gobierno parece paralizado. Lo demás es consecuencia. 

No me sorprende, en este horizonte deplorable, cuanto recojo de quienes viven en Morelos y su capital, Cuernavaca, punto de reunión familiar de los capitalinos que cuentan con “casas de campo” para los fines de semana. 

Y un morelense, mejor dicho varios –y no pocas mujeres como mi amiga y aliada Lamore Oil, me han reclamado amablemente, en diversas ocasiones, porque no hago una investigación a fondo de los vericuetos del poder estatal y el paulatino avance de la violencia que no requiere de mayores explicaciones: Los índices colocan a la hermosa “ciudad de la eterna primavera” entre las tres urbes con mayor inseguridad en la República.

No es una crítica, todavía, sino una realidad incontestable y consecuencia de los análisis del INEGI y otros organismos expertos en estadísticas.

A tal realidad, el gobernador, Graco Ramírez Garrido Abreu -mientras más apellidos más contactos con la antigua aristocracia que ahora es numen de la nueva-, ha desestimado las cifras y considera que se trata tan sólo de una maniobra para desprestigiarlo. 

Lo de siempre. 

En Morelos, como sabemos, la industria del secuestro creció notablemente durante el mandato perentorio de Jorge Carrillo Olea quien no pudo sostenerse y pidió licencia al Congreso, en mayo de 1988, cuando los legisladores comenzaban a sesionar sobre la posibilidad de someterse a un juicio político destinado a inhabilitarlo con el visto bueno, claro, de los operarios de Los Pinos, en este caso al servicio de ernesto zedillo. Aquello fue la debalce porque enseguida se encontraron rastros evidentes de conexiones non santas de uno de sus principales colaboradores, el coordinador de la Policía Judicial, Jesús Miyazawa Álvarez, fue señalado como el enlace con las bandas criminales y fue cesado; pero las sospechas no quedaron allí sino se extendieron, sobre todo, al entonces procurador, Carlos Peredo Merlo, con intereses particulares en la pretendida expropiación de terrenos en el emblemático “Tepozteco” para construir un campo de golf contra la voluntad de la población, y Juan Salgado Brito quien, arropado, siguió su carrera como diputado, local y federal, amén de presidente municipal de la mancillada Cuernavaca. 

Éste fue el comienzo del horror que luego continuaron los mandatarios adheridos al PAN -es bueno recordarlo cuando en este partido soplan vientos de escisión tras los comicios de anteayer-, Sergio Estrada Cagigal y, sobre todo, Marco Adame Castillo, protegido hasta la ignominia por el ex presidente calderón. Así las cosas, la alternancia se dio entre dos partidos distintos al PRI, en este caso del PAN al PRD, como antes había ocurrido en Tlaxcala, en donde el perredista Alfonso Sánchez Anaya cedió el poder al panista Héctor Ortiz Ortiz, por cierto nacido en Oaxaca. 

Sin embargo, lo más curioso de la cuestión es que sendos personajes, Sánchez Anaya y Ortiz figuraron, durante el lapso que gobernó a la entidad la muy escurridiza Beatriz Paredes Rangel, entre 1987 y 1992, nada menos, ¡como presidentes del PRI estatal por tres años cada uno! Un fenómeno antinatural que Ripley hubiese recogido en sus museos.

En Morelos priva la anarquía. Tal es la única verdad inescrutable, muy a pesar de los esfuerzos de Graco Ramírez por suavizar los decibeles de los escándalos. 

Demasiados ejecutados, muchos secuestrados… como en los tiempos, no tan lejanos, de Carrillo Olea y hablamos sólo de dieciséis años con cuatro mandatarios intermedios –dos de ellos interino y sustituto, tras la dimisión de Carrillo, además de los panistas ya señalados-. 

Por el momento, no parecen haber sido suficientes las marchas y las voces en pie de lucha de miles de personas cansadas de la opresión policiaca y de los nulos resultados oficiales en materia de seguridad.

Literalmente se vive a salto de mata y quienes padecen cotidianamente los excesos se han cansado ya… sin obtener respuestas, salvo los recurrentes discursos: “Se llegará al fondo”; “estamos investigando”; “la situación está bajo control”. 

Pero, bien saben los morelenses, que no es así, peor aún con la fuga de narcos y subversivos, desde Michoacán, mientras dura la parodia de “Papá Pitufo”, quien se llama en la vida real Estanislao Bernal. 

Morelos está azotado por el peor de los huracanes: El de la demagogia. 

Dicen que lleva por nombre “Graco” y se pide que, de una vez, a los damnificados se les regale el techo de la seguridad con la licencia de quien NO sabe ni ha podido gobernar.

Bueno, ya hasta su antiguo protector, Andrés Manuel López Obrador, prefirió deslindarse lo que no es muy frecuente en él quien ha llegado a proteger a los suyos –por ejemplo, durante la inolvidable aprehensión de René Bejarano Martínez y de su tesorero, Gustavo Ponce Meléndez-, pero sólo excluye a quienes dejan de ser sus incondicionales.

Y hasta en este punto el gobernador de Morelos ha mostrado un doble rostro, asemejándose, sin duda, a quien fue su ícono sobresaliente.

Es el caso, entonces, que cada día suman más los muertos y desaparecidos, al igual que las voces que exigen una dimisión inmediata de quien no ha podido sujetar las riendas ni ejercer el poder con la firmeza esperada… acaso porque tal no le conviene, sea porqué esta amenazado o bien como consecuencia de una negociación soterrada desconocida por el momento. No es sólo Michoacán, que conste.

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