Los reyes amagados -por los precios de juguetes y ropa para los niños- rebuscan y regatean.

El ambulantaje de progenitores con los rostros estresados y helados por el frío invernal y los altos costos, preguntan, buscan y hallan artefactos infantiles, por las calles de la ciudad de México.

Lacerada la esperanza de quienes buscan los pedidos de esos niños, (quienes sólo piden), recurren a la fortaleza del recuerdo de ésa carta escrita con emoción.

Los mercaderes de la ilusión, arrancan el sentir de esos padres, que tienen que ingeniarselas con el dinero que nunca alcanza.

Sin embargo los reyes, amargados por la necesidad, levantan esperanza para cumplir con ésa lista de juguetes de los hijos.
Entre las sombras de la inseguridad citadina, surge la luz que guía a esos reyes magos a hacer malabares y que será compensada
-calladamente- con un brillo en los ojos, llenos de alegría y largas horas de felicidad. Ése, el amor por los infantes; quienes tienen fe en un sueño, de imaginación y realidad a la mexicana.