
Alimentos de ahora no son como antes
Por Guillermo Robles Ramírez
Desde la década de los ochenta salió una frase muy famosa, «somos lo que comemos»; posiblemente inspirados a lo que una vez dijo el maestro Buda «Somos lo que Pensamos», pero retomando la primera nos revela la necesidad de alimentarnos adecuadamente para disfrutar de salud y una vida con calidad.
Las personas somos controversiales hasta con uno mismo. Es extraño ver cómo todos podemos estar de acuerdo con una idea, pero no todos la practican.
Uno de cada tres niños de primaria y secundaria tienen algún tipo de sobrepeso, pero se sigue permitiendo la venta de comida chatarra en las afueras de las escuelas, que ahora son ingresadas por los mismos estudiantes a manera de contrabando. Y lo anterior desde la medida por parte del gobierno federal con la recién prohibición de todo tipo de venta de comida chatarra, incluyendo aquellos productos que anteriormente estaban permitidos con porciones más pequeñas.
Así que mientras siga existiendo este nuevo contrabando de comida chatarra ingresado por los mismos alumnos y con el consentimiento de las autoridades locales que permiten a estos vendedores ambulantes que se colocan en las afueras de las escuelas públicas, seguramente será otro fracaso para bajar los índices de obesidad en los menores de edad.
Pero la culpa no es únicamente de los estudiantes, ya que es el reflejo de los usos y costumbres dentro de sus hogares en donde sus familias ofrecen platillos y alimentos que no sólo reflejan la pobre cultura gastronómica de los coahuilenses, sino también su bajo contenido nutrimental. Aquí comemos fundamentalmente carnes y harinas.
Nuestros platillos son el resultado de una extraña interpretación de recetas originales lejanas influidas por las costumbres norteamericanas. Las gorditas de maíz o harina, para señalar lo que puede ser el ejemplo más fiel, aunque tengan una embarrada de guiso, pero se venden más en su modalidad de harina de trigo y raramente se consiguen de maíz.
Pongamos otro ejemplo: una simple torta. En las escuelas de Coahuila una torta es de frijoles en Torreón conocidos como «molletes», en otros lugares les llamaran de otra manera, o también la otra torta es de aguacate, y cuando llevan jamón se ofrece sólo una lampreada de mayonesa que solamente la cocinera sabe lo que lleva y el pan francés para los ricos y el bolillo para la “prole”, o al menos así nos enseñó la hija de Peña Nieto, que el pan se definía por su nombre de acuerdo a la clase social, pero ambos casos llámese de una manera u otra los dos llevan mucha levadura.
En el centro del país, donde la cultura gastronómica es mucho más rica, cualquier torta de la esquina le untan en ambos lados aderezos a los panes, adicionando frijoles y aguacate, acomoda la lechuga, jitomates y cebolla, chiles en escabeche, queso panela o fresco y luego entonces preguntan al comensal: «Ahora sí marchantito, ¿de qué va a querer su torta? Tenemos de pierna, milanesa, jamón, huevo y bistec, o cubana si la prefiere».
La barbacoa norteña se hace de labio principalmente y rara vez de carnero. Cuando más se acompaña de una helada cerveza. En el sur, no hay barbacoa sin berros o pápalo y tortillas verdes con salsa habanera. En fin. Así entonces, aquí no sólo comemos pocos alimentos, sino además mal balanceados.
Hace unos años autoridades de salud concluyeron un estudio de la cruda realidad de que nuestros hijos están mal alimentados y tienden al sobrepeso. Esta triste situación debe prender focos rojos al sector salud, en su parte de medicina preventiva.
Los mercados han intentado infructuosamente de enriquecer nuestra cocina norteña. En algunos supermercados se vende flor de calabaza, espárragos, alcachofas y epazote.
Nuestra pobre cultura nutritiva será difícil de cambiar, pero realmente si vamos con el mejor nutriólogo o que la campaña preventiva de las autoridades dentro de sus comedores en los diferentes programas estén basados con una rigurosa calidad soportada con especialistas de la nutrición, hay una gran interrogante: ¿será suficiente para estar bien nutridos?
¿Acaso el mejor de los vegetarianos logra ese objetivo?, o comprador compulsivo de comida orgánica cree que está obteniendo la mejor nutrición y balance en nutrientes en su cuerpo. Además, que para poder llevar una dieta supervisada se requiere tener poder adquisitivo.
Posiblemente para quienes sean gente de mi generación hacia atrás, puedan recordar en su infancia cuando se tenía el antojo de mango, la respuesta que siempre se recibía y no por falta de presupuesto era, “…no es temporada…», y en la actualidad existe durante todo el año cualquier fruta que sea o no de temporada.
Se piensa falsamente que entre más grande está la fruta o legumbre posee más nutrientes, pero le puedo apostar a cualquiera que, si alguien planta lo mismo en su jardín, seguramente saldrá un tomatito del tamaño de una pelota de golf y no aquellos tomatones que muy apenas se pueden agarrar con una sola mano.
En la actualidad el problema ya no radica en los alimentos o dietas balanceadas por nutriólogos que además de hacerte gastar dinero en sus consultas también es un dineral para comprar los alimentos adecuados y sin obtener los resultados que se buscan. Y por la sencilla razón de que la población rebasó la demanda de alimentos y obviamente todos aquellos cultivos son tratados con químicos para tener esos tamaños tan grandes fuera de la realidad. Al igual que el ganado inyectado con esteroides para engorda o las pobres gallinas que no paran de hacer huevos porque consumen alimentos con químicos para que den más de uno al día.
Toda cadena de proceso nos lleva a una sola conclusión que los alimentos ya no tienen los nutrientes pues han sido alterados y afectados que una vez ingeridos el organismo recibe una baja calidad. Y por lo tanto es una comida imposible que el cuerpo humano pueda absorber por medio de sus enzimas y llevar los nutrientes a los diferentes órganos del cuerpo, y como defensa ante cuerpos extraños dentro del organismo los envuelve en una capa de grasa por consiguiente acumulándose en esa panza saltona de nuestros hijos y de uno mismo. Ya no sirve la frase de los ochenta sino la nueva es «somos lo que absorbemos». (Premio Estatal de Periodismo 2011 y 2013, Presea Trayectoria Antonio Estrada Salazar 2018, finalista en Excelencia Periodística 2018 representando a México, Presea Trayectoria Humberto Gaona Silva 2023) www.intersip.org
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