La individuación democrática y la transducción electoral
Por Francisco Tomás González Cabañas
Analizamos nuestro sistema político y su expresión totémica de lo electoral bajo dos conceptos utilizados por el filósofo Gilbert Simondon, a los efectos de poder abordar que tal vez los términos supuestamente objetivos que nos brindarían los resultados de una elección, no necesariamente serán determinantes en nuestro modo de organizarnos social y políticamente, dado que lo unívoco y hegemónico de una sola significación de la realidad no es más que una simple conjetura entre tantas de las que somos herederos como forjadores de un destino que posiblemente tenga más que ver con la relación entre las cosas que por las cosas mismas en sí.
Sí lo ponemos en una dimensión binaria, antagónica o agonal. Simondon pertenece al equipo de los que desafían la realidad inscripta y establecida por el status quo fundado Aristóteles mediante. Profundizando la metáfora para ponerla en un ámbito deportivo, los opositores que pretenden despojar de la concepción de la realidad y de las cosas al oficialismo clásico y cientificista, tienen en Gilbert a uno de sus jugadores más vitales pero sin que luzca o sobresalga su aporte. Sí fuese una disputa futbolística, Simondon sería uno de esos mediocampistas de mucha entrega y sacrificio que aportan más al conjunto que a destacarse individualmente o por jugadas aisladas.
Sin más preámbulos iremos a dos definiciones de conceptos basales de su derrotero filosófico, que utilizamos en el presente artículo para abordar luego, bajo estas definiciones, lo democrático y lo electoral.
“Lo viviente resuelve problemas, no solamente adaptándose, es decir modificando su relación con el medio (como puede hacer una máquina), sino también modificándose él mismo, inventando nuevas estructuras internas, introduciéndose él mismo completamente en la axiomática de los problemas vitales. El individuo viviente es sistema de individuación, sistema individuante y sistema individuándose; la resonancia interna y la traducción de la relación consigo mismo en información están en este sistema de lo viviente”. (Simondon, G. La individuación. A la luz de las nociones de forma y de información: Cactus. La Cebra, Buenos Aires, 2009. p. 31)
La noción de esencia, tanto en sí, como en el compuesto resultante de materia y forma, caen abruptamente, bajo esta interrupción que propone el autor. Corta el circuito de la jugada del oficialismo que iba directo a marcar nuevamente, de no haber sido por este quite que lleva al jugador al piso, sin cometer falta, quedándose con la pelota y evitando el despliegue rival. El cuerpo mismo, no es sino la relación con un conjunto de relaciones que exceden la posibilidad de que tengamos definiciones unívocas o hegemónicas ni sobre nosotros, sobre algo ni mucho menos sobre otros. Así como los nacidos en la tierra sin mal, de acuerdo a la cosmogonía guaraní, podemos ser portadores de varias almas, la palabra misma la tiene dado que es expresión del ser. Esto que es palmariamente heideggeriano es sin embargo auténtica y primigeniamente guaraní. Podríamos llamarlo una individuación de lo colectivo o lo cultural. Cierta intertextualidad casual, citas fortuitas que obedecen a una causalidad desconocida o poco explorada. La hermana de Nietzsche, de quién es deudor o consecuente Heidegger (ambos están en el mismo equipo de Simondon que desafía a los sistémicos) antes de que su hermano enloqueciera viajo a Paraguay (parte geográfica donde se asienta lo guaraní) para fundar la colonia “Nueva Germania” que no se tradujo en tal, pero que tal vez llevó en quién además del vinculo familiar sería quién promocionó la obra de Nietzsche luego de muerto, a Alemania por ende a Europa y a occidente, ideas fuerzas de lo guaraní o partes sustanciales de la cosmogonía que se empalman con lo que Heidegger escribiría después acerca del habitar del ser en el lenguaje.
Debemos volver a Simondon para encontrar en otro de sus conceptos claves, la siguiente definición:“Entendemos por transducción una operación física, biológica, mental, social, por la cual una actividad se propaga progresivamente en el interior de un dominio, fundando esta propagación sobre una estructuración del dominio operada aquí y allá: cada región de estructura constituida sirve de principio de constitución a la región siguiente, de modo que una modificación se extiende así progresivamente al mismo tiempo que dicha operación estructurante” (Ibídem, 81).
Lo que nos ocurre como fenómeno de la existencia no puede ser descrito como un mero resultante numérico de los que estampamos a diario para ver si dos manzanas son más que cuatro bananas. Es necesario para cierto sentido de lo organizativo que usemos tal sentido de la transacción que plantea la abstracción del número, pero no puede ser ello lo que determine lo principal de nuestras vidas, por ende tampoco en el ámbito político o público.
Lo democrático es una individuación colectiva, es decir no representa lo mismo de lo que fue ni lo que será, dado que en el devenir en el que fluctúa, va cobrando significaciones que se regeneran en un circuito en tensión permanente. Por esto mismo lo electoral, como elemento fetiche o simbólico de lo democrático, no puede ser unívocamente comprendido por lo que ofrezca bajo un resultado determinado de acuerdo a quién ganó y quién perdió.
Dentro de oficialismos impetuosos, ganadores o arrasadores, surgen desde sus entrañas los que serán rivales u opositores, no por una cuestión venal, ideológica, ni siquiera política, sino precisamente por transducción. En varios regímenes que se declaran democráticos del África subsahariana, los ganadores por escándalo demuestran en tales resultantes los temores o debilidades de no poder construir una comunidad que evite tanta pobreza y marginalidad. En ciertos lugares del viejo continente donde se dieron resultados muy exiguos (Brexit y Cataluña) acerca de aspectos nodales, la comunidad, más allá del trauma (como fallido de lo real o que se pretendía como tal) tradujo, por transducción, una situación de mayor fortaleza e integridad ante los suyos y los que consideran el resto.
Así como escuchamos a diario, conceptos como la reinvención o empatía, que necesariamente tienen que ver con comprender en términos generales que somos apenas una manifestación dentro de una corriente que va y viene, es decir, deviene, devenimos en resultantes o resultados que deben ser tomados, como lo que son. Instantes efímeros para ser compartidos en el vértigo de redes virtudes que se conducen por algoritmos.
Así como nos indica la tradición psicoanalítica, o la filosofía de lo no expresado, tanto gobernar, educar y psicoanalizar son imposibles (habría que agregarle filosofar), no por ello se debe dejar de intentarlo, como tampoco creernos que somos democráticos por el mero concierto de un capítulo electoral, mucho más allá, incluso, del resultado, y en el caso de que nos cueste comprenderlo, seguir persistiendo hasta que el voto sea expresión de agradecimiento y no condicionado como un elemento más de los valores político-públicos que se ponen en juego a diario.
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