La differánce entre la Porá y el fantasma
Por Francisco Tomás González Cabañas
Para los guaraníes, más estudiados en Francia que en muchos de sus lugares de desarrollo (Pierre Clastres como ejemplo), a la entidad de la Ka’a Póra se la representa como “una bella mujer desnuda, reina de los animales de la selva. Con su belleza, cautiva a los cazadores. Si ella los considera buenos, le ayudará en la caza, para que obtenga una presa justa. Por el contrario, si no es así, hará que sus perros se revuelvan contra el cazador, y este, cegado también por la belleza de la dama, acabará perdido en la selva para siempre” (leyendas guaraníes en la virtualidad) .
En otras regiones del despliegue de lo guaraní, el norte de Argentina por ejemplo, tal entidad se redujo a una expresión casi maléfica y temeraria (la porá). Sin embargo porã con virgulilla es decir con acento nasal es sinónimo de lo bueno, lo bello y lo justo. Varía en la acentuación el significante como lo que ocurre con el término en francés de differánce.
Nos proponía Derrida que pensemos en los términos de algunas cosas que desborden la representación. Por tanto el neologismo o neografismo, que proviene de diferencia, también lo hace desde su sentido de aquello que difiere. Lo que está pospuesto es el significado mismo de eso que se quiere, señalar, definir o absolutizar, encerrándolo en un vocablo. Tal postergación, mediante una cadena de elementos significadores, hacen posible el contexto en donde podría tener sentido que se fugue, aquello que deseamos, anhelamos, tan profundamente tenerlo acotado en el margen de espacio y de tiempo.
La entidad maléfica o temeraria, tal como el comer los frutos del árbol del conocimiento, no es más que lo diferido, lo que no tiene más reproducción que lo establecido porqué sí, en su performatividad violenta. El absolutismo de lo dado, que oscila en variaciones que no cambian el rumbo de lo acontecido y del acontecer, no se diferencia ni en culturas, ni en idiomas ni en grafismos.
El fantasma no existe como real pero sí en lo simbólico e imaginario, por ello la necesidad de crearlo con una palabra. Escribe Enrique Tenembaum, en el artículo “El inconsciente es la política”: En una sola ocasión Lacan asevera que el inconsciente es la política. Lo hace en la “Lógica del Fantasma”. (Seminario del 14 de diciembre de 1966).
Recordemos que el uso del fantasma lo entronizan Marx y Engels en el preámbulo del manifiesto comunista: «Un fantasma recorre Europa: el fantasma del comunismo».
“Carl Schmitt plantea que el nacimiento del Estado moderno surgió como un nuevo orden político al neutralizar las guerras civiles entre confesiones. En este proceso Hamlet se convertiría en el mito político de la Modernidad, opuesto a Edipo como aquel de la Antigüedad” nos recuerda Tenembaum en la obra citada en relación al famoso fantasma Shakesperiano convertido en símbolo.
La entidad fantasmagórica de los pobres y marginales, como subproducto o resultante de lo democrático, debe nutrirse de todo aquello que no sea deseable para los que no lo somos, ni lo queremos ser. El peligro, el temor, de lo otro carente, por necesidad como por obligación, por una razón mítica o desconocida que justifica y legitima el sistema excluyente y disciplinador.
Tal es la differánce entre las palabras que nacen para pretender dar luz al caos cognitivo (a decir de García Linera) en el que nos encontramos sumergidos y sometidos. La aporofobia europea es sinónimo de la aporofilia de las indias. Sus significantes están desbordados de representación. Cómo la democracia que, al nunca haber sido gobierno del pueblo, apenas le brinda a una porción de éste (a los que no son horda) opciones electorales para que participen de tanto en tanto, en modelos supuestos de decisión, que no son más que algoritmos ya definidos previamente por un poder tutelador.
El poder es el discurrir de una energía en fuga. La política es el ducto siempre fallido que pretende un cause razonable, entre las tensiones disonantes en que se expresa el fenómeno de lo humano.
Así como René Magritte pintó la pipa y le estampo la leyenda “esto no es una pipa”, muchos sabemos y sentimos que es aún más determinante, que no vivimos dentro de las categorías y narrativas en las que nos cuentan las cosas, pero vivimos, hasta que por alguna sinrazón, la intervención fantástica o del fantasma, de vuelta la hoja, y con ello, la historia tal vez sea otra.
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