Y tú silbido dejó de escucharse
Por Guillermo Robles Ramírez
Una fecha considerada hace años como muy importante ha ido perdiendo fuerza año, con año, siendo la tecnología el verdugo para acabar con su existencia, sin embargo, el amor para quienes profesan dicha actividad los ha mantenido vivos y reinventándose para seguir adelante con una carrera que ha sido tan antiguo desde la existencia de tribus o comunidades que han tenido la necesidad de estar en comunicación.
Una profesión que se resiste a desaparecer, y festejado cada 12 de noviembre, el Día del Cartero; teniendo su nacimiento de manera oficial el año de 1931, cuando por primera vez en México, fueron festejados los empleados postales como un reconocimiento a su trabajo; así mismo en 1947, en honor al cartero, fue impreso un timbre con el nombre de “Héroe Anónimo”.
Desde antes de la época colonial existen indicios de servicios postales en el país; en donde se caracterizaban por ser de complexión fuerte y rápidos para poder llevar mensajes a los reyes o Tlatoanis.
Los mensajeros de las comunidades náhuatl se caracterizaban de tener una condición a tal grado que podían correr sin descansar durante tres días, o al menos eso es lo que se conoce de los mensajeros indígenas.
Pero regresando a lo que se le conoce oficialmente al servicio postal, es decir, el oficio de cartero, que durante muchos años fue un servicio personalizado de mensajería y base del sistema oficial de correspondencia, actualmente se ha transformado debido a la misma modernidad de las telecomunicaciones y el acceso a la tecnología.
La tradicional correspondencia familiar y personal, que antaño constituía un medio privilegiado de comunicación entre las personas; dejó paso al teléfono fijo, al correo electrónico, redes sociales, pero muy en especial el WhatsApp, cuya aplicación ha sustituido al correo electrónico, y teniendo la capacidad de hacer grupos de chats, que pueden interactuar todos al mismo tiempo y sin ningún horario específico. La mensajería que ha servido para vida social, laboral y gubernamental.
En ese contexto, los servicios postales y de mensajería se han diversificado y el empleo vinculado a dicho trabajo se ha transformado, por lo que los servicios de correspondencia ya no se centran preponderantemente en la recepción y entrega de cartas; sino en el envío de paquetería, dinero, regalos, e invitaciones, y anteriormente los avisos del SAT; aunque esta autoridad hacendaria ya dejó de contratar el servicio postal, porque tienen su propio mecanismo de avisos y notificación con el buzón tributario o, simplemente con la suspensión de actividades fiscales a los contribuyentes, con la cancelación de emisión de facturas electrónicas siendo este el método para que el tributario se acerque a las oficinas fiscales.
Vengo de una generación afortunada de hacer conocido a los carteros, ya que, recuerdo con fortuna la imagen de ellos. Cuando era niño me emocionaba escuchar su silbato cuando llegaba en bicicleta; su pantalón arremangado en el calcetín para que éste no fuera pescado con el engranaje de la bicicleta.
Siempre esperaba que abriera esa mochila de piel, tan característica de los carteros que desde lejos cualquiera identifica su oficio. Siempre estaba esperando que me entregara la correspondencia de mi familia y con esa misma emoción, como si me hubiera sacado algún premio lo recibía para entregárselo a mi mamá.
Pero con el tiempo este servicio fue cambiando. Las bicicletas fueron intercambiadas por motocicletas y el silbido del cartero dejó de sonar; para entonces hacer tocar la puerta o el timbre de las casas, y después simplemente dejaban la correspondencia por debajo de la puerta o en su buzón.
Y aunque ha disminuido la tradición de enviar cartas personales, esa costumbre no ha disminuido entre quienes viven en Estados Unidos, que tienen parientes en la República Mexicana; porque son quienes mandan mucha correspondencia a sus familiares que dejaron en México.
Quizás han pasado ya años desde la última vez que recibimos una carta personal; pero lo cierto es que, éstas se guardan con cariño y con el tiempo se vuelven a releer. Algo que el mensaje escrito en un papel no se iguala aún con aquel que se recibe en forma impersonal a través de una computadora, o cualquier red social.
Si bien es cierto que en la actualidad la correspondencia que se deja, principalmente corresponde a promocionales, y recibos a pagar. Aún queda una minoría de la población que continúa empleando las cartas como medio de comunicación. Y no olvidemos que en temporada navideña los niños son quienes recurren a ellos para hacerle llegar una carta a Santa Claus o, Papá Noel, pidiéndole lo que quieren para Navidad. Aunque la mensajería de Santa Claus, cada vez se ha actualizado y también recibe por correo electrónico o en algunas plataformas digitales.
Por una u otra razón, este es un servicio que ha sobrevivido con el paso de los años y, quienes tienen la misión de hacer llegar la correspondencia son los carteros, independientemente de las inclemencias del tiempo o la inseguridad existen en muchas zonas del país.
En muchas ocasiones por tradición, es un oficio que se sigue en una familia donde el abuelo o los papás iniciaron con la labor, por lo que ahora los hijos continúan con este trabajo; donde se han caracterizado los hombres por llevarlo a cabo. Sin embargo, hasta en eso se han reinventado y actualizándose abriéndoles las puertas a las mujeres para que participen.
Hay veces que me pregunto, ¿en dónde quedaste, amigo cartero?, ¿por qué ya no escucho tu silbido cartero?, posiblemente se quedó encerrado en mi recuerdo del pasar por aquellas calles en bicicleta, en otras ocasiones a pie, pero ya no escucho ese silbido de esperanza, de amor, o de alguna noticia. (Premio Estatal de Periodismo 2011 y 2013, Presea Trayectoria Antonio Estrada Salazar 2018, finalista en Excelencia Periodística 2018 representando a México, Presea Trayectoria Humberto Gaona Silva 2023) www.intersip.org
Deja un comentario