Villa de Leyva, poblado de asombro

Por Adalys Pilar Mireles

Boyacá, Colombia, 23 nov (PL) Comparada con una postal del período de la colonia, Villa de Leyva conserva el aroma de tiempos pretéritos entre pasajes empedrados, viviendas de balcones, su concurrida plaza y la vetusta iglesia, en pie desde 1608.
Fundado por españoles en territorio indio durante 1572 con una fisonomía muy similar a la actual, el poblado atesora junto a la parroquia dedicada a la Virgen del Rosario, otras antiguas edificaciones como la céntrica chichería.
Allí acudían los pobladores centurias atrás para brindar con la bebida obtenida luego de la fermentación del maíz.
Ahora nombrada restaurante Los Portales, la casona ofrece una panorámica abarcadora del centro histórico de Villa de Leyva, próximo a Tunja -capital del departamento de Boyacá, y clasificado entre los principales destinos turísticos de Colombia.
Transcurridos varios siglos, la vida parece girar aún alrededor de la plazoleta, la mayor del país al superar la hectárea de extensión.
Nativos y viajeros se dan cita en ese espacio abierto con el fin de admirar los edificios circundantes, todos de tejas criollas (barro cocido), la fachada del templo y la pequeña fuente donde los caminantes saciaban la sed.
Distinguido por la preservación de su arquitectura vernácula, el pintoresco pueblo guarda huellas de sus primeros habitantes de origen muisca, entre ellas el observatorio astronómico de Zaquencipá, pictografías y valiosos objetos de cerámica.
Cubierto en eras prehistóricas por un mar primitivo, Villa de Leyva es rica en fósiles de ammonites, en sus suelos aparecieron también vestigios de ictiosaurios, pliosaurios, de grandes tortugas marinas, y del único dinosaurio descubierto en territorio nacional.
Según los estimados de expertos, el Padillasaurus medía cerca de 16 metros y pesaba unos 10 mil kilogramos, pero su dieta estaba basada en el consumo de plantas.
Los animales fosilizados afloraban en cualquier rincón, venían personas y los colectaban para comercializarlos o llevarlos a otros países, ahora resultan más escasos, comentó a Prensa Latina uno de los lugareños.
Reconocida como monumento nacional en 1954, la localidad logró salvar su esencia pese a los azotes de las guerras civiles desde el siglo XIX, y las secuelas de flagelos como la peste, la viruela y la lepra.
De espíritu constructivo eminentemente español, la demarcación no olvida su pasado muisca entre columnas de piedras talladas en forma fálica, que prueban la presencia de indígenas en la zona desde hace más de dos mil años.

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