Veneno Puro: Círculo del Terror

  • Círculo del Terror
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Por Rafael Loret de Mola


Los Fox decidieron crear un “círculo rojo” para colocar dentro, en su fantasía hiperbólica, a quienes les cuestionaban por sus chascarrillos, tropezones y excentricidades –en Madrid aún se le recuerda con sus botas de charol en la cena de honor ofrecida por los anteriores reyes; Manuel Bribiesca, el primer marido de Marta Sahagún, me explicaría después que era como consecuencia de los “juanetes” que no dejaban en paz al mandatario-, y por ejercer el poder con acentos radicales sobre todo cuando alguien caía de su gracia. Pese a ello, nunca se atrevió a mencionar por sus nombres a los infernales a quienes deseaba quemar vivos. Aun con su silencio, a medias como todo lo que emprendía, me precié de ser uno de ellos tras la publicación de “Marta” en 2003 y quizá antes cuando inicié mis señalamientos sobre su parálisis… administrativa y mental.

Años atrás, el descocado Carlos Salinas –de quien decía Fernando Gutiérrez Barrios que para poder equilibrarse mentalmente debía ejercer el poder, como acaso, según algunos, le sucede a Andrés su mayor antagonista-, se dio a la tarea de simular una huelga de hambre en una humilde vivienda de San Bernabé a las afueras de Monterrey en febrero de 1995. De aquella “epopeya” sólo queda en el recuerdo colectivo la burda chamarra de borrego que mantuvo durante tres días; pero no habló de quienes estaban amenazando su honor sino, más bien, lanzó el aserto como reacción a la aprehensión de su ladrón hermano mayor, Raulito, con alma de rufián y corazón cínico para exhibirse con automóviles con costo de dos millones de pesos sin el menor agobio moral. Supusimos que se había establecido una “guerra” entre los Salinas y l doctor zeta, Ernesto Zedillo, el gran simulador, pero nunca hubo la intención de poner detrás de las rejas a su villano y criminal antecesor. Perdónenme el exceso de calificativos pero amanecí de mal humor.

También Calderón se atrevió a pedir las cabezas de quienes se guardaron la designación de “presidente electo” cuando aún no la determinaba el deplorable Tribunal Electoral y luego aseguró que procedería contra cuantos habíamos hablado del lamentable estado del mandatario, alcoholizado todas las tardes tras sus inolvidables “tertulias” en Los Pinos –por la puerta Cuatro llegaban todo tipo de especies humanas dispuestas a entregar honras por poder-, al lado de Genaro García Luna, hoy detenido en los Estados Unios, y el secretario de la Defensa Nacional, Guillermo Galván Galván, mientras morían miles de soldados en sus enfrentamientos con los mejor pertrechados narcos. Nunca mencionó, por supuesto, quienes eran los supuestos difamadores, mucho menos ahora cuando, sin remedio, ha sido evidente su condición. Debo expresar que luego de publicar lo concerniente, cuando todos temían hacerlo, sólo unos cuantos colegas me secundaron mientras otros, tan lacayos como Carlos Marín, insistieron en la sobriedad ilusoria del personaje con tal de estirar la mano en busca de minucias.

Por las Alcobas

La verdad histórica, por desgracia, suele construirse sobre innumerables persecuciones contra cuantos se atreven a señalar las desviaciones peores y los “top secrets” en tiempo y no después de que dejan las cómodas sillas del mando. Lo he sentido desde hace muchas décadas: suelen decir que mis comentarios no tienen fundamentos… hasta que los hechos los confirman y nadie duda sobre cuál es o fue la realidad. Entonces, se cae en el ridículo de hacer paralelismos con el histórico Ignacio Ramírez “El Nigromante” quien, con su genio, fue capaz de sugerir hacia donde se movía México cuando parecía incontestable la dictadura. De cualquier manera me honra, aunque se exagera, la comparación.

No se trata de adivinar sino de analizar hechos para proyectar cuanto traman y por qué los principales emisarios de un gobierno, repito, carente de credibilidad y agotado ante la reiterada crispación social. ¡Qué nadie ose minimizar o desdeñar la continuidad de la protesta general porque ésta, sin duda alguna, ha hecho las veces de las viejas catapultas con las que se derribaban los más fuertes muros de los palacetes donde se refugiaban reyes autócratas y señores del medievo tan viles como explotadores!


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