
Es una cuestión de enfoque
Entre pláticas de amigos y reuniones sociales siempre hay una gran diversidad de temas de conversación y no falta alguna en donde se haga mención con respecto a los familiares ya sea padres o abuelos, pero siempre existe el tema.
No todos han tenido la dicha de conocer a sus familiares en vida por circunstancias diferentes, sin embargo, sus historias, sus anécdotas cobran vida en los recuerdos de cada quien.
Me siento afortunado el haber conocido a mis abuelos en vida y haber convivido con ellos y aunque siempre esto fue un problema con mis hermanos porque sentían celos de mí, sobre todo con mi abuela materna por considerarme su nieto favorito, aunque siempre les decía a los demás nietos que los quería por igual, pero después me decía al oído que yo era su preferido.
En un tiempo el respeto a los ancianos era por sus enseñanzas y su sabiduría de la vida, cosa que en la actualidad respeto a ellos ha quedado en el olvido o al menos su definición es otra.
Aunque, por otra parte, no faltan quienes piensan que eso es lo que menos tienen y aquellas enseñanzas quedan en el olvido y son juzgados como gente torpe e ignorante.
Pero muy independientemente de lo que crea cada quien no se puede negar, que el escucharlos te deja una enseñanza de cómo se pensaba antes. El cómo se vivía, lo que era la vida en aquella época y sobre todo el tipo de creencia que se tenía para tomar no sólo decisiones, sino criterios. Mismos criterios por los que algún día seremos juzgados cuando lleguemos a viejos.
Por mencionar un ejemplo de estas creencias de un pasado, antes nuestros abuelos creían que un niño gordito, cachetón y rosado era sinónimo de salud plena.
Sin embargo, ahora eso ha cambiado, siendo todo lo contrario a lo que se pensaba, pues ahora el tema de la obesidad se ha convertido en un problema de salud pública en el país, el mejor ejemplo de ello son los niños con sobrepeso, quienes desarrollan ahora enfermedades que se presentaban sólo en la etapa adulta.
En México, como en el resto del mundo, la obesidad se ha convertido en un problema de salud dentro de las agendas políticas. El tener unos kilitos de más no se limita sólo al aspecto físico, sino que va acompañada de enfermedades que tarde o temprano afectan a cualquiera que la presente.
Quizá el problema se ha enfocado más en los jóvenes y adultos, pero son los niños obesos quienes enfrentan ahora el desarrollo de ciertas enfermedades que avanzan a tal grado que el nivel es equiparable a las de un adulto.
Mientras a un niño no se le enseñe a alimentarse de manera correcta se convertirá en un adulto obeso, que a su vez a sus hijos inculcará los mismos hábitos alimenticios, lo que genera una cadena que muchas veces no tiene fin.
Empero, también es cierto que es en donde se puede cortar esa cadena, a diferencia de los adultos, donde es más difícil cambiar un hábito en el caso de los menores no se resisten tanto al cambio.
Por ello es importante no sólo cuidar su alimentación en casa, sino también fuera de ella y uno de los lugares que mejor podrá cooperar con ello son las escuelas.
En ellas no sólo se educan, aprenden a socializar y pasan gran parte del día, son también la primera oportunidad que tienen de acceder a una serie de productos alimenticios o no, sin tener la férrea vigilancia de sus padres.
Debido a ello es importante que en las escuelas se les inculque a los menores las bases de una buena alimentación, no sólo en teoría, sino también en práctica y dejar atrás los alimentos “chatarra” que en la mayoría se venden, aunque por órdenes de la SEP, sus proporciones son más chicas, pero no dejan de ser altos en carbohidratos.
El cambio no se dará de la noche a la mañana, ni de un día para otro, pero mientras más se retrase, la población afectada por la obesidad seguirá en aumento hasta que por fin se tomen acciones concretas.
En el país existe todavía una falsa creencia en donde los padres de familia se empeñan en asociar la gordura de los hijos con un estado de salud plena, con la cual es todavía muy difícil hacer la detección y concientizarlos que en realidad hay un problema y pueden generar otros a largo plazo.
Dentro de esa falta de cultura y educación de buenos hábitos alimenticios el error más común es darles dinero para que compren algo en la cafetería en el recreo. Diez o quince pesos diarios en las manos de un adulto no tienen gran valor, en cambio para un niño abre todo un abanico de posibilidades de lo que cada día puede comprar en la escuela.
Toda una gama de productos queda a disposición de todo aquel que tenga un peso en el bolsillo, desde las sopas instantáneas con salsa valentina y limón, hasta las tradicionales papitas y chicharrones, dulces, chicles y demás están a su alcance.
En las escuelas primarias las cooperativas escolares o estanquillos son los lugares donde se venden los alimentos, son administrados por los padres de familia que participan en las asociaciones y son quienes deciden los productos que se manejan a la venta.
En las secundarias las cafeterías están dentro de los planteles educativos, en su mayoría se encuentran concesionados a particulares y entregan una comisión para beneficio del plantel educativo; pero son los particulares quienes dejan a su libre decisión los productos que se venden a los jóvenes.
Mientras no se cambien los malos hábitos alimenticios desde muy temprana edad, seguiremos en México siendo un país donde los gordos son mayoría y los programas de prevención en la salud no tendrán el alcance que se pretende.
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