Guillermo Robles Ramírez

Solo velan por los migrantes centroamericanos

Por Guillermo Robles Ramírez

Cuando era adolescente escuchaba muchas historias del Centro Penitenciario de Torreón, también conocido como el CERESO. Durante mis estudios profesionales y primeros años de ejercer el periodismo en esa misma cabecera municipal, pude confirmar muchas leyendas urbanas y otras eran falsas.

Entre las que pude confirmar era aquella en la que se decía que el CERESO de Torreón, estaba dividido por bloques y que tenían sus propios nombres. Había dos de las más sonadas que era el bloque denominado “El Campestre” y el otro “Matamoros”.

El primero de ellos se encontraba la población penitenciaria que tenía poder adquisitivo dentro del penal, para pagar un espacio privilegiado, al igual que el trato donde se podría decir, con lujos como televisiones, mobiliario como sillones, camas, alimentos y visitas de sus parejas como para quedarse hasta dormir ahí.

Pero el bloque “Matamoros”, era todo lo contrario y siendo la sección más temida por todos los reos, pero más que nada porque estaban ahí concentrados aquellas personas que se le conocían por su grado de peligrosidad de no estar hasta cuerdos, sino casi puros maniáticos. Un lugar donde eran castigados algunos reos que no se comportaban bien enviándolos unos cuantos días a esa sección de la cárcel de Torreón, para hacer el correctivo.

Los sistemas penitenciarios tanto pertenecientes a los gobiernos de cada entidad, como aquellos que dependen de la federación, nunca han tenido presupuesto, como para contratar personal calificado o capacitado, y menos para un espacio justo para quienes pagan una condena.

Y mucho menos para reclusos que padecen de alguna enfermedad mental, ni mucho menos para hacer una evaluación superficial para determinar qué centros penitenciarios pueden tener recluidos a personas que por una u otra causa penal fueron procesados y enviados a una ergástula a personas con problemas mentales.

Si eso es cierto, también es un verdadero peligro para los mismos reclusos y familiares que quienes pagan su condena dentro de una penitenciaria estatal o federal, viva de una manera inhumana e insensible, quedando en un olvido o personal que trabajan ahí se hacen los occisos que tienen parientes cercanos o retirando a su suerte en una celda para jamás volver a preguntar por ellos.

En todas las penitenciarías existentes en la República Mexicana, lo que más escasea son recursos económicos no solo para dar una regular alimentación a los internos, sino para dotarlos de las herramientas y equipo que los lleve a iniciarse o consolidarse en un oficio como electricistas, plomeros, carpinteros u otro oficio para en el momento de conseguir su pre liberación o bien cumplimiento finalmente la sentencia, tener un medio, aunque modesto, para trabajar y vivir tras su encarcelamiento porque para estos ex convictos, la vida después de su encierro, además de cambiar radicalmente, no será fácil, generalmente por que encuentran rechazo en los centros de trabajo.

Deben hacerse algunas adecuaciones a nuestras leyes para que familiares de esta clase de recluso o internos de una penitenciaria, es decir, con problemas mentales, se responsabilicen sino del todo, al menos en parte, para apoyar el tratamiento de estos enfermos puestos tras las rejas.

Son muchos los requerimientos que estas personas demandan como son, al margen de sus medicamentos especializados de alto costo, el recibir terapias emocionales, pláticas para inducirlos paulatinamente a una vida más sosegada, sin tanto sobresalto y en general tratamientos que les dé la oportunidad de ser normales.

Claro que es mucho pedir y no faltarán aquellos que se pregunten porqué habrán de destinarse impuestos para darles una atención médica a este tipo de internos con problemas mentales y la respuesta podría ser sencilla y simple, porque son humanos y tienen sus derechos.

Es un problema complejo, es cierto, más tratándose de un país como el nuestro que todo nos falta, donde escasean escuelas de estudios básicos para iniciar la preparación de las futuras generaciones, agua potable, drenaje, pavimento, alumbrado público y otros muchos servicios básicos públicos.

Por el momento, fuera de algunos programas y acciones esporádicas que realizan instancias gubernamentales estatales, no se conoce de algún organismo no gubernamental que voltee sus ojos para esos internos penales con problemas mentales.

Ni tampoco ha atraído la atención de la “misericordia” de nuestra Santa Iglesia Católica Romana y Mexicana, que sus “atenciones” prefiere y opta por darlas a los migrantes, preferentemente si son de Centro América. ¿Por qué de esos países?

Hay que preguntarles a nuestros sacerdotes y a los obispos del país el por qué y, no siendo desconocido que los centroamericanos reciben mayor y mejor trato que los “migrantes nacionales”, pero así somos los mexicanos sin importar nacionalidad ni sexo, debiendo agregarse que los organismos internacionales de protección a los migrantes, premian y reconocen más de los “protectores” cuando se trata de gente de otros países. (Premio Estatal de Periodismo 2011 y 2013, Presea Trayectoria Antonio Estrada Salazar 2018, finalista en Excelencia Periodística 2018 representando a México) www.intersip.org

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