Quemar las naves… en medio de la tormenta

Por Claudio Adrián Montaño Mier

“Tres clases hay de ignorancia: no saber lo que debiera saberse, saber mal lo que se sabe, y saber lo que no debiera saberse.”

François de La Rochefoucauld

Una vez que los españoles llegaron a costas mexicanas provenientes de Cuba, con las órdenes del Gobernador Diego Velázquez de explorar las tierras en ese entonces desconocidas. La audacia de su capitán Hernán Cortez y su ambición por hacerse de un nombre y de riquezas, le orilló a cambiar su misión original y se aventuró tierra adentro con el fin de reclamar las tierras y adjudicar a España una conquista. Tenía la esperanza de obtener el favor de los reyes católicos, Isabel de Aragón y Fernando de Castilla. En un acto de audacia, Cortés quemó las naves para evitar que sus soldados desertaran, el mensaje era claro: ni un paso atrás.

Hernán Cortés no era un líder, era el capitán de una expedición cuyos hombres, en su contexto, eran educados para obedecer por lo que, la decisión que tomó tenía tintes personales. Si tomamos en cuenta el contexto, tal vez no era descabellada la aventura que trazó Cortés, el liderazgo es un concepto relativamente nuevo y desconocido por muchos.

En un inicio, el trabajador realizaba su esfuerzo para evitar ser golpeado, posteriormente, la mejora de los salarios y las condiciones de trabajo eran un mejor aliciente, sin embargo, en estos tiempos de crisis hay un factor determinante para que cada individuo que forma parte de la estructura laboral de su mejor esfuerzo, la inspiración del líder.

Toda institución, privada o gubernamental, se mide en estándares de desempeño con la meta de cumplir el propósito para el cual fue creado. Las personas encargadas de dirigirlas no pueden actuar de forma similar a como lo hizo Cortés hace casi 500 años, el directivo del presente debe aprender a desarrollar habilidades directivas estratégicas. Estas habilidades se resumen en dos grupos, las que se sustentan en las capacidades personales, como el liderazgo, la negociación y la resolución de conflictos y las habilidades orientadas a resultados a través del análisis de problemas y la toma de decisiones.

Estamos acostumbrados a tomar decisiones para salir del paso, actuamos y pasamos por alto las consecuencias a futuro. Actuamos por impulso, involucramos las emociones y cuando los efectos producen un conflicto, nos preocupamos nuevamente en salir de él y nuevamente cavamos un agujero nuevo para tapar el anterior.

El proceso educativo no esta exento de esto, al ser una actividad formadora, requiere de un delicado proceso de planeación, administrando los recursos, anticipando las posibles eventualidades, generando procesos, evaluando las necesidades y, tristemente, la presente pandemia nos encontró como al Tigre de Santa Julia.

Me decía una entrañable amiga y maestra mía, “solo el que vive en la casa conoce las goteras”, refiriéndose al distanciamiento del que muchas veces las autoridades de alto nivel parecen tener de la realidad del aula. En la declaración del Secretario de Educación, Esteban Moctezuma Barragán, donde señala que los Estados se harán cargo de los gastos que genere el proceso de acondicionamiento de las escuelas al regreso a clases, se reconoce el profundo desconocimiento sobre la situación de los mismos en cuestión de presupuesto y formas de ejecución. En este sentido, las decisiones que se tomen en relación a la educación en México, deben velar por el bienestar del presente sin comprometer el aprovechamiento escolar del mañana. “El hombre más peligroso del mundo es un líder cobarde”. – Stephen King

Deja un comentario