Niños callejeros

Por Guillermo Robles Ramírez

En esta temporada vacacional de las escuelas públicas y privadas de la educación básica, media superior y superior, es notorio por la ausencia de los vehículos en el horario matutino y vespertino para ir a dejar a los hijos, así como para recogerlos.

Pero no solo por eso es notorio, sino también porque se escucha en las calles los gritos de los niños y niñas en donde están jugando. Algo que al menos en la capital de Coahuila, se ha hecho normal, que ni siquiera usted mi querido lector se percató de estas líneas, porque lo considera normal, al menos para gran parte de la población.

Vivo en un fraccionamiento cerrado en donde hay 200 viviendas en la cual existen tres grandes parques en su interior, y observo muchos menores de edad entre 10 y 12 años jugando en la calle, ya sea con la pelota, bicicletas, tablas de ruedas skibord, o simplemente corriendo y gritando. Nada de esto me molesta, sino me llama la atención, el exceso de irresponsabilidad por parte de los padres, porque mientras estos menores de edad están sueltos jugando en las calles y no dentro de los parques, no hay una supervisión de un adulto.

Mientras que los papás están cómodamente dentro de sus hogares pecando de confiados porque se trata de una colonia cerrada, consideran que mágicamente el peligro desaparece y si uno de sus pequeños causa un problema a un vecino, aquellos quienes se hacen llamar padres quieren que les toque la puerta de su casa para pasar la queja.

Esa indiferencia de quienes legalmente tienen la guardia y custodia de sus hijos es un rasgo de maltrato infantil, es decir, no les importa qué suceda afuera de sus hogares. También he escuchado a estos niños decir groserías, palabrotas y señas obscenas que aprenden dentro de sus casas, es decir, es el lenguaje familiar, siendo este otro rasgo de maltrato infantil emocional.

La semana pasada tuve una fricción con algunos de estos padres por vía WhatsApp de la colonia porque invité a unos menores de edad, sin supervisión de ningún adulto, a que jugaran en el parque y no en la calle porque era peligroso. Entre estos niños de 10 y 12 años de edad se encontraban dos adolescentes, quienes me cuestionaron que la calle era libre, a lo cual, le respondí que sí lo era para los vehículos.

En el Reglamento de Seguridad Pública, Tránsito y Vialidad del Municipio de Saltillo, en su Artículo 106 dice “queda prohibido, jugar en las vías públicas, ya sea en la superficie de rodamiento, en las aceras, así como transitar por éstas en patines, triciclos u otros vehículos similares”.

Este Artículo 106 ha resultado letra muerta no solo en la colonia en donde vivo sino, para el resto, de las colonias que se encuentra en la ciudad de Saltillo, tan solo basta echar un vistazo en cualquier colonia, o barrio para observar cómo han tomado las calles para jugar niños y niñas observándose canchas de futbol soccer y dos piedras para la marcación de porterías improvisadas; otras calles pintarrajeadas para jugar a la bebeleche, o bien jugando a las escondidas entre los autos estacionados.

Algo que se ha visto como normal, el jugar en la vía pública, aun cuando existe dentro un reglamento municipal, pero también para las autoridades locales lo han normalizado, ya que tampoco hacen nada al respecto, quedando demostrado con el reporte ciudadano 19744, y 19850 de la aplicación Saltillo Seguro, pues si bien es cierto que fue atendido por el operador, también es cierto que nunca apareció una patrulla para que cuestionara a esos menores de edad, la presencia de un adulto o invitarlos a que jugaran en el parque pero sobre todo canalizarlo a Pronnif, o bien a la Procuraduría Municipal de Saltillo y de la Unidad de Integración Familiar (UNIF).

Una amistad que trabaja en una institución de gobierno, a quien le platique lo sucedido me recomendó que hiciera un reporte a la UNIF, aunque me advirtió que no esperara mucho, y en efecto así sucedió después de que hablé el lunes pasado a la Procuraduría Municipal de Saltillo y de la Unidad de Integración Familiar, a lo que tengo que reconocer que me tomaron la llamada atentamente; sin embargo, tampoco hubo una acción por parte de ellos, ya que desde que salieron de vacaciones solamente baja la puesta del sol y dejan salir a los niños y niñas a que jueguen en las calles y no en los parques. Pero lo peor sin la supervisión de los mismos padres: ¿entonces para qué tienen hijos?

Sigo sin entender para qué invitan a la ciudadanía a hacer las denuncias públicas si las autoridades de acción y reacción, brillan por su ausencia, como tampoco entiendo a esos padres de familia que con sus acciones de indiferencia a sus hijos los dejan libres y hasta que no suceda una desgracia, o un pervertido les haga algo, o bien sean secuestrados, hasta entonces lo van a entender lamentándose. Y solo me queda decir, que con ninguna marcha y lágrimas van a resucitar o hacer aparecer, a esos niños y niñas que se encuentran vulnerables al peligro del crimen organizado, tráfico de órganos, conductores irresponsables, y víctimas fáciles para violadores. (Premio Estatal de Periodismo 2011 y 2013, Presea Trayectoria Antonio Estrada Salazar 2018, finalista en Excelencia Periodística 2018 representando a México, Presea Trayectoria Humberto Gaona Silva 2023) www.intersip.org

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