México: crisol de culturas y sincretismo
México (PL) México es un crisol de culturas y lenguas originarias, que por un lado se enriquecen con el sincretismo y por otro están en peligro de desaparecer.
En México tenemos 68 lenguas distintas, que son expresiones de nuestra riqueza, de la diversidad de ser y pensar, afirmó en entrevista exclusiva para Prensa Latina el subsecretario para Acción Indígena del Partido Revolucionario Institucional (PRI), Leopoldo Corona.
Afirmó que se registran además 364 variantes de esos dialectos, en su mayoría hablados por menos de un centenar de personas, por lo que están en peligro de desaparecer.
Incluso desconocemos, en muchos casos, si tienen gramática, si la pueden leer y escribir. Las personas que las hablan son mayores, y los jóvenes ya no quieren aprenderlas, apuntó.
CRITERIOS Y CIFRAS
Según parámetros de Naciones Unidas, aplicados aquí, se considera a una persona aborigen a partir de dos criterios: el autorreconocimiento como tal o hablar una lengua originaria.
Así se aplicó en el Censo Nacional de Población del 2010, cuyos resultados indican una población de 15,7 millones de indígenas mexicanos, de los cuales 6,7 millones hablan una lengua originaria.
La pesquisa demostró que en los 31 estados de la Unión hay población autóctona, aunque con los flujos migratorios existen asentamientos que rebasan a los pueblos originalmente asentados en diversas partes del país.
Sin embargo, la concentración mayor ocurre en Oaxaca, Chiapas, Yucatán, Veracruz, Guerrero, Quintana Roo y Campeche.
DESPOJO Y MIGRACIûN
Con el proceso de despojo culminado en 1854 y por el cual Estados Unidos arrebató más de la mitad del territorio a México, muchos pueblos de este país quedaron del otro lado de la nueva frontera.
Corona rememora que varias comunidades migraron hacia México en diferentes momentos y procesos históricos, como los Kikapúes.
También lo hicieron negros Mascogos, que llegaron como esclavos africanos al país del norte y se fueron al lado mexicano durante la Guerra de Secesión. Hoy hay ikapúes y mascogos en ambos países.
No hay que olvidar a los apaches -subraya el entrevistado-, indígenas mexicanos.
DIVERSIDAD Y TRANSCULTURIZACIûN
La Constitución mexicana define como pueblos y comunidades indígenas a aquellas que estaban asentadas en suelo mexicano antes de la conquista española.
Hay muchas diferencias entre estos pueblos, en el ser, el pensar, apunta el dirigente priísta.
La lengua y cultura maya está en el sur y sureste del país, sobre todo en Yucatán, Campeche y Quintana Roo.
En Chiapas hay culturas mayenses, que han tenido transformaciones como la tseltal y tsotsil, lenguas derivadas del maya.
Cada una de ellas conserva particularidades en sus formas de organización política, social, civil y religiosa producto de la herencia ancestral.
Pero también del sincretismo con la cultura occidental. «En San Juan Chamula, Chiapas, tenemos una iglesia única en el mundo donde rezan en tsotsil, pero veneran santos católicos», explica.
Añade que el día de los santos difuntos es una fecha en la cual se sincretizan las culturas originarias y la católica. «El origen es indígena y la Iglesia aprovecha el fervor, la religiosidad y las convierte en un culto católico».
Para la iglesia como te comportes en el mundo es al lugar donde te vas, ya sea al infierno o al paraíso. «Sin embargo, para los pueblos originarios dependía de la manera en que morías al lugar que ibas», argumenta.
Así, las mujeres que fallecían en el parto y los guerreros que morían en batalla se iban con el Dios del Sol (Tonatihu) y quienes se ahogaban viajaban al inframundo, que no es el infierno católico, sino simplemente otro estado donde trascender.
El culto a los muertos está en todas las culturas aborígenes mexicanas y cada una de ellas con una forma particular.
La celebración empieza el 1 de noviembre, cuando llegan las ánimas de los que murieron siendo niños. El día 2 arriban los adultos.
Se les recibe con ofrendas que incluyen alimentos, licor, fotos de familia, sal para purificar, incienso y el pan de muertos, y en lugares como Patzcuaro, estado de Michoacán, desde las casas hasta las tumbas se marcan los senderos con flores amarillas y velas, para asegurar que el pariente difunto no pierda el camino.
«Esperamos a nuestros familiares y seres queridos que se fueron, se adelantaron. No tiene nada que ver con espantos ni con Halloween. Son nuestros parientes que nos visitan una vez al año para compartir los alimentos y recordar los tiempos que vivimos juntos», concluyó Orozco.
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