MÁS ALLÁ DE UNAS CALCETAS

Henry Ford, importante industrial norteamericano, creador de un emporio automotriz, decía que «la mayoría de las personas gastan más tiempo en hablar de los problemas que en enfrentarlos».

No se si la mayoría lo haga, pero ciertamente la clase política del país y los integrantes del gobierno, comenzando por el Presidente de la República, tienen esa característica.

Recientemente el presidente Peña Nieto ha orientado su mensaje para hablar de los problemas nacionales. Habla de éstos pero no de sus soluciones. Trata de encontrarle lo positivo a lo que no lo tiene. Se niega a reconocer los yerros propios que han influido en que la situación sea como es y no se ve una intención de rectificar el camino.

Durante mucho tiempo el discurso del presidente ha sido en torno a que la situación internacional no era esperada y que sólo estamos resintiendo los efectos de la volatilidad exculpando a su gobierno de que estamos como estamos.

Es cierto que no se puede responsabilizar a la gestión del Presidente Peña Nieto del derrumbe de los precios del crudo ni del fortalecimiento del dólar, pero el entorno económico de México está definido por muchos otros factores en los que el gobierno sí tiene responsabilidad, mientras que, por otra parte, tienen la culpa por reaccionar incorrectamente ante hechos inesperados.

Escondidos en el falso pretexto de que muchas economías están peor, las autoridades de la federación se resisten a ver que los números son alarmantes.

Hoy México forma parte del más reciente listado de Morgan Stanley de las cinco economías emergentes más frágiles y uno de los razonamientos de ese listado debería hacer temblar al presidente: La cobertura de reservas para cubrir el financiamiento de corto plazo y compensar cualquier falta de inversión extranjera nos alcanza para un año y medio. En Rusia, país que parece está peor, estas reservas alcanzan para siete años.

Grecia, una nación sumamente emproblemada, creció en el segundo trimestre de 2015 0.8% con respecto al periodo enero-marzo de este mismo año. En el mismo periodo México creció solo 0.5% y los griegos son los que están en crisis.

Nuestro país ha presentado un crecimiento mediocre en lo que va de este sexenio. En el periodo abril-junio se alcanzó un crecimiento a tasa anual del 2.2%.

Si bien es cierto que las expectativas de crecimiento que se plantea el gobierno deben ser tomadas como meras esperanzas, existen dos condiciones respecto a éstas: La primera que el gobierno debe de establecerlas con seriedad y, la segunda, deben de utilizarse los medios con los que se cuenta para materializarlas, pues en torno a éstas se diseña la política fiscal, social y presupuestaria.

La semana anterior la Secretaría de Hacienda recortó nuevamente su estimado de crecimiento a un rango de entre 2 y 2.8%. Si tomamos en cuenta que al inicio del año su estimación era de entre 3.2 y 4.2% podemos ver la dimensión de la reducción.

El nuevo pronóstico es demasiado optimista y resulta hasta increíble, máxime si tomamos en cuenta que en la primera mitad del año el promedio de crecimiento fue de 2.4% y que para alcanzar ese hipotético 2.8% se requiere crecer a una tasa del 3.5% en el segundo semestre.

Lo anterior se antoja imposible, pues en lo que resta del año se resentirá en la economía, con más fuerza, los efectos de la caída en los precios del petróleo así como del derrumbe en la producción de hidrocarburos.

El panorama alentador que describe el Ejecutivo es inexistente.

En la realidad y en los números, los discursos del Presidente caen al piso. La idea de sacar lo bueno de la devaluación parece absurda.

El escenario internacional ha cambiado, pues China decidió devaluar su moneda buscando reactivar su economía a través de su sector exportador. El gobierno de nuestro país apostaba al dinamismo recobrado por la economía de los Estados Unidos para impulsar el crecimiento económico. Hoy, con la devaluación del yuan, las manufacturas chinas se vuelven más atractivas que sus competidoras mexicanas y eso va a desvanecer la ilusión. El turismo, lejos de lo que dice Peña Nieto, no tiene esos enormes beneficios de un peso barato. El gasto promedio de los turistas en el primer semestre cayó 0.4%, aun cuando, en un año, el peso acumula una devaluación del 25%.

A pesar de que la Inversión Extranjera Directa captada en el segundo trimestre de 2015 fue de 5,419 millones de dólares, un 93.3% superior a la del primer trimestre, es un monto menor al promedio trimestral de los últimos cuatro años que fue de 6,829 millones, muy distante del promedio del sexenio calderonista para un segundo trimestre que fue de 6,941 millones de dólares.

El gobierno fijó una meta anual de 30,000 millones de dólares de captación de Inversión Extranjera Directa, un monto que, como se ve, no se va a alcanzar.

El gobierno no puede eludir su responsabilidad y es urgente que desarrolle políticas públicas que incentiven la economía. No podemos negar que las reformas que tanto presume Peña Nieto auguran un buen futuro para el país, pero no son milagrosas, no son automáticas y sus resultados no dependen sólo de su aprobación. Se requieren adecuados procesos de implementación y la honestidad para reconocer que sus resultados son a mediano plazo, por lo que las reformas no son los instrumentos en los que se debe sustentar una estrategia para enfrentar la situación actual.

Nuestro gobierno necesita ser eficiente en el ejercicio del gasto público al que se le debe ver como un medio para generar crecimiento.

Los niveles de inflación permiten buscar elevar el gasto para fomentar la actividad económica, aunque le genere un poco de inflación dentro de un margen manejable y razonable.

Es necesario impulsar a la pequeña y mediana empresa. Hace unos días en una entrevista, Gabriela Siller, la directora de análisis económico de Banco Base, decía y me parece que con mucha razón, que «se tiene que voltear a ver más a las PYMES, con ello se puede generar un motor más fuerte de crecimiento interno vía inversión, inversión local, no necesariamente tiene que ser inversión extranjera directa».

El gobierno debe de entender que la mejor forma de combatir la pobreza es generar crecimiento económico, pero también debe de ver que ha fracasado en atraer inversión extranjera, pues el país está perdiendo ese status de destino seguro a la inversión que se adquirió, aunque se niegue a reconocerse, por la disciplina fiscal de los gobiernos panistas.

Pero la inversión se resiste a llegar al país también por la debilidad del Estado de Derecho. Urge un fortalecimiento de las estructuras e instituciones legales. No basta con que la ley exista, es necesario que se aplique con rigor y con prontitud. Las farsas engañarán a unos cuantos, pero a los dueños mundiales de los dólares no les convencerá un país con una justicia de mentiras.

Los inversionistas toman nota de los beneficios que obtienen los contratistas que hacen un favor al presidente, aún cuando el investigador del caso haya dicho que no hay conflicto de interés.

Los problemas de la nación requieren de acciones decididas del gobierno que sean algo más que palabras.

Enrique Peña Nieto debe de actuar como Presidente al rediseñar la estrategia y darse cuenta que los problemas del país están más allá de unas calcetas.

A LA MITAD DEL FRACASO

Dicen los árabes que es mejor la verdad que daña que la mentira que alegra.

Esta administración tiene mucho interés en presentar continuamente a un país en el que todo va muy bien, que contrasta con el país en que vivimos, en el que todo va muy mal.

A mí me dio por escribir. Preparo una obra en la que, bajo el título de A la mitad del fracaso, presento, con datos duros, números oficiales y bajo la óptica mas objetiva posible, la radiografía de un país que se niega a ver que se cae a pedazos.

Mostraré la descomposición de la economía la política y sus consecuencias en el diario acontecer social de México.

Buscaré su colaboración para el buen éxito del libro que preparo y próximamente solicitaré su aportación buscando que la obra esté en circulación en los primeros días de diciembre, cuando este sexenio esté a la mitad del camino y Enrique Peña Nieto esté a la mitad de su fracaso.

Síganme en Twitter: @niniodeoro

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