Lo único inquebrantable
Por Guillermo Robles Ramírez
Siempre he admirado aquellos matrimonios que han perdurado durante años llegando hasta la tercera edad. Me cuestiono cuántas historias tendrán que contar, por cuántos problemas tuvieron que pasar y ahí siguen juntos.
La vida cotidiana y esclavos del tiempo no nos permite ver a estos matrimonios que pasan entre nosotros como si fueran fantasmas y posiblemente nosotros para ellos pasamos como una juventud desperdiciada, atrapada en el capitalismo y dueños del tiempo como si éste nos fuera esperar para disfrutar momentos especiales y el saber disfrutar de la vida.
Nuestras prioridades cambian sin darnos cuenta y la vida nos hace una traición en este mundo tan competitivo que muchas de las veces nos olvidamos de cuál era nuestra meta en la vida, pero una vez que llegamos, no nos percatamos que en el arranque fuimos dos, pero solamente uno llegó para después estar vagando por la mente cuestionándonos qué fue lo que pasó.
Hoy en día son pocos los matrimonios que logran llegar a la tercera edad que se conocieron en la misma ciudad donde han visitado juntos los mismos lugares, el mismo clima, pero con gente diferente, pero siguen manteniendo viva la unión que planearon juntos, hace quién sabe cuántos aniversarios para llegar a una edad llena de sabiduría; sabrá Dios cuántas dificultades pasaron durante esas decenas de años y, sin embargo, se mantienen juntos como si fuera el primer día que se conocieron a pesar de los pesares.
Ambos recordándose cientos de reseñas y anécdotas a lo largo de sus vidas, pero lo más destacable es que siguen unidos y aún más porque cuando se llega a esa edad, en la mayoría de los casos sus ingresos también decaen por la sencilla razón de que dejan de ser productivos económicamente, pasando a una población de pensionados y otros jubilados, cayendo en la mayoría de los casos en niveles de pobreza.
Misma causa que los mantienen aún más cerca compartiendo todo, pero aun con este flagelo a cuesta los une más la dicha de compartir una tortilla o un pan, haciendo de su humilde comida todo un manjar y siempre en compañía.
El hogar que juntos construyeron para procrear y regocijarse con la bendición de sus hijos ahora se ha convertido en el sitio de visitas esporádicas de los nietos, pero no todos contaron con la misma suerte porque para otros representa el lugar donde huyeron en cada oportunidad, sin embargo, ahí se sientan el uno al otro con la conciencia tranquila, porque en su momento se entregaron a los hijos sin esperar nada a cambio.
Estos matrimonios que sobrevivieron a todos los retos que les puso la vida comparten la misma historia, pero con diferentes anécdotas. El paso de los años, la pérdida de futuro para su familia los ha convertido ahora en un estorbo. Ahora no se escapan de los malos comentarios y señalamientos que lastiman más que los mismos golpes de la vida.
Lejos de la esperanza, de la vida, de mantenerse unidos como familia que alguna vez formaron, se ha convertido en los rechazos y maltratos porque ya no se cuentan con los mismos reflejos, la memoria, y sus movimientos cada día se hacen más torpes.
Para muchos que entregaron sus mejores años de juventud y plena de sus vidas a sus hijos, la vida les ha cobrado a muchos de ellos una factura con el abandono después de años, antes de haber llegado nuevos personajes en sus vidas como las futuras esposas o esposos, un nuevo integrante a la familia que antes llenaban de risas y cariños esos hogares fueron arrebatados con el transcurrir de los años teniendo que resignarse.
Son pocos los matrimonios que logran llegar juntos a una edad avanzada y aunque con una pensión paupérrima apenas alcanza para convivir, las calles de la ciudad que los hizo felices y que ahora como fantasmas ante la vista de la juventud hacen de sus calles una luna de miel a pasos lentos, apoyados el uno al otro viviendo al máximo el presente, el hoy y en espera de un nuevo amanecer sacando fuerza de lo que los mantiene jóvenes, es decir, el amor que se tienen el uno al otro.
Conscientes de que atrás de su andar quedan las huellas de un pasado que no volverá; adelante la esperanza de vivir unidos como ayer, volver por la tarde a casa y soportar un trato agrio que parece convertirse en una reacción inhumana contra los ancianos, pero siempre con la esperanza de que mañana será otro día. El peor de los maltratos que se vive en la actualidad en el país, que no hay necesidad de esperar diez o veinte años, como dicen muchos especialistas, porque México tendrá una población predominante de la tercera edad.
Sin hacer cultura y sin la concientización en el país del respeto y amor para quienes nos dieron no solo la vida; sino protección, enseñanzas y apoyo cuando los hijos lo necesitaron, cada vez que se encontraron con problemas en sus diferentes etapas de sus vidas.
Muchos de estos matrimonios de la tercera edad están siendo condenados al olvido, al rechazo y la resignación; dejándoles únicamente lo inquebrantable que es el amor que se tienen el uno al otro. Algo que nunca podrá, el ser humano reproducir como un material resistente para poderse vender.
(Premio Estatal de Periodismo 2011 y 2013) www.intersip.org
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